martes, 14 de junio de 2011



No importa lo gris que seas, ni la suciedad que se acumule entre tus melancolicos edificios. Humedad, brumas, y la amenaza permanente de los campos que se ciernen sobre ti, Naturaleza implacable que quiso una vez devorarte pero a la que tus elegantes edificios mantienen a una cierta distancia, como el fuego hace con las bestias.

No importa la frialdad de tu rio, su suspiro helado que solo promete enfermedades y un dolor terrible que lacera los huesos a los que caminan a su lado. Sus aguas oscuras y misteriosas no muestran nada, opacas, se deslizan sin tregua como una enorme serpiente letal. Los puentes que se atreven a cruzarlo son mezquinos, desoladores. Un lado, el otro, da igual, diriase que no llevan a ninguna parte. 

No importan tus cielos plomizos, envenenados de una industria que de todas formas nunca fue realmente rentable. Las formas melancolicamente elegantes de los edificios recortados en su inmensidad, las sombras que los escasos rayos de sol proyectan sobre las callejuelas semi-desiertas por las que solo revolotean periodicos arrugados plagados de palabras revolucionarias, himnos a la libertdad...

Dublin, nunca fuiste una gran ciudad, ni mucho menos una capital. Los poetas y escritores que quisieron inmortalizarte siempre te describieron como un agujero humedo y provinciano, ciudad sucia y triste de la que siempre ansiaron escapar (aunque quien sabe por que, como aquel que no sabe dejar a un mal amante, jamas llevaron tales deseos a cabo). Tu unico merito fue alojar a algunos casposos y pomposos politicos que quisieron llamarse a si mismo pensadores y se dijeron padres de una revolucion que realmente se libro muy lejos de la exhasperante tranquilidad de su salon.  

Pero no importa, no me importa, porque te amo, amo tu silencio, tus cielos grises y luminosos, tus parques victorianos, tus callejuelas medievales. Porque Dublin, en los tiempos antiguos en los que las serpientes aun no eran venenosas, tu te abriste, te rendiste al rio y dejaste que te trajera las reminiscencias de todo un mundo que esperaba a fuera.

Porque quisiste salir.



1 comentario:

Anónimo dijo...

A pesar de todo dan ganas de visitar la ciudad.:)
A menudo las apariencias engañan y es posible encontrarse con lugares realmente especiales.
Iris.