sábado, 30 de junio de 2012



¿Qué ocurriría si Cersei Lannister cambiara las relaciones incestuosas por el lesbianismo y las intrigas de Desembarco del Rey por una tienda de flores en el norte de Londres?



Pues, para empezar, que una servidora se daría un viajecito a la capital del Reino Unido para ver si consigue algo más que rosas rojas y lirios de la mencionada.

No pude evitarlo. Vi la película Imagine me & you (Rosas Rojas) ayer, y aunque su argumento no destaca especialmente, me enamoré inmediatamente de Luce, el personaje que interpreta Lena Headley. No sabría explicar por qué exactamente, quizá esas facciones duras mezcladas con el pelo corto, pelirrojo y la ropa informal... o la manera de moverse.



En cualquier caso, Lena Headley ya me gustaba de antes. En Juego de Tronos, aunque su personaje me da cierto morbo, no me acaba de convencer físicamente hablando (para mí la peluca rubia que lleva no le acaba de hacer justicia, y los kimonos-bata con cinturón de hierro con los que se empeñan en vestirla, tampoco) pero en la película de terror The Broken, que también sucede en Londres (como Imagine me & you) su personaje de una médica acosada por su propio doppelgänger también me atrajo, aunque esta vez en un registro totalmente diferente, el de señora con tacones y elegantes y sobrios trajes negros con corte en la rodilla.




Así que nada, Lena Headley se suma a la corta lista de actrices con las que tendría una cita, junto con mi querida Julianne Moore, que, por cierto, está estupenda en la última película suya que he visto, The forgotten.


Sí, lo reconozco, hay ocasiones en que no veo los cortometrajes precisamente por sus argumentos...

viernes, 29 de junio de 2012




Hoy se me va alguien. Se va mi mitad, mis otros ojos, mi compañera. Se va a unas tierras desconocidas de las cuales ni yo misma -viajera incansable- he tenido a bien recorrer. Y esto me inquieta, aunque me cueste reconocerlo.

En primer lugar, sería inútil haceros comprender la clase de relación que comparto con esta persona. ¿Amor, amistad...? Son conceptos demasiado vagos, generales. Preferiría calificarlo de unión, en el sentido puro y casi sagrado de la palabra. Yo siempre he estado presente en su vida y ella vino a la mía para sacarme de un mundo no diría que menos hermoso pero sin duda egocéntrico, limitado, el de aquellos que no tienen constancia de otros más que de sí mismos. Me abrió las puertas de la consciencia cuando ni siquiera comprendía el significado de esta palabra, me brindó la oportunidad de dar y no solo recibir en un periodo en el que una era solo un catalizador de afectos, como su condición infantil exigía. Desde ese momento venimos haciéndolo todo juntas, como dos árboles que crecen hacia el cielo con las raíces entrelazadas bajo tierra. Ha habido llantos, pequeños dolores, pero un grito suyo bastaría para hacerme acudir a su lado -y las barreras espacio-temporales dejarían de tener sentido, creedme-. Porque podemos comprendernos con una mirada, un guiño un simple gesto. Porque solo a ella le he llegado a confesar los secretos más oscuros de mi alma en noches húmedas de dolor, y ha estado allí, para ofrecerme el calor de un brazo, la tranquilidad de otro cuerpo junto al mío, de un corazón que late pendiente de mis deseos y frustraciones. Porque es abrir los brazos y encontrarla allí, tan cerca, porque nunca me veo falta de afecto o de cariño ni me veré; porque los holluelos que se le forman al sonreír son los más bonitos del mundo.

Porque se cree todas y cada una de mis historias, aunque no quiera reconocerlo.


En segundo lugar, está el viaje que ella está a punto de emprender. Cómo desearía hacerlo todo maravilloso, pintar soles en las nubes a las que seguro tiene que enfrentarse, escribir lo que aún no ha sucedido para que sea grato a la par que emocionante. Soy consciente de que todos los seres han de recorrer un camino propio e intransferible, pero aún así, no puedo evitarlo, algo se enciende en mí cuando ella está triste, cuando la vida -que es injusta en muchas ocasiones- le da un revés. Deseo ir a ver al guionista de su obra, abofetearle y ordenarle que reescriba esas escenas, porque ella, precisamente ella, no se merece tristeza ni cielos encapotados, sino el color amarillo, alegría pura. No obstante, he de refrenarme, lo sé. Así que, muy a mi pesar, aprieto los dientes y ningún sonido sale de mi boca, y mis músculos palpitan sin ansiando salir de la dolorosa cárcel del estatismo. Pero no. No me toca a mí escribir esta historia, pues solo ella, a través de sus acciones,  será la que poco a poco la vaya conformando.Y en el fondo, me alegro de ello. Porque se marchará, vivirá y regresará, cargada de historias, anécdotas, nuevos sentimientos e imágenes que podremos compartir. Y si viajar siempre me ha resultado grato, seguro que también lo será a través de sus palabras cuando relate todo lo que le ha sucedido, detalle a detalle, con un deje de emoción en la voz...

Te vas, querida, y estoy muy orgullosa de ti. No tengas miedo, solo disfruta y sé tú misma, vivir es lo más sencillo aunque parezca todo lo contrario, pues consiste simplemente en dejarse llevar por el río que, tarde o temprano, se lo traga todo.

Buen viaje, y hasta pronto.

jueves, 28 de junio de 2012



Lo calcularon todo, como los creadores de una película destinada al taquillazo en Hollywood: tenía que haber protagonistas carismáticos, tiernos y bravos, fríos, calculadores, fieros, apasionados. Como en toda epopeya que se precie, los héroes tenían que atravesar unos ciertos pasos: los comienzos difíciles, el resurgir de un talento siempre latente, las batallas fogosas, los grandes obstáculos aparentemente insalvables salvo para unos pocos elegidos, y, finalmente, el sagrado triunfo final.

La catarsis.

Pero aquí no se daba a elegir entre la muerte y la gloria o una vida apacible pero facilmente olvidable, no. Las grandes epopeyas, -Hector, Aquiles, Ifigenia-, ya no están de moda... Quizá algo más al gusto de la Eneida, folletín de propaganda política disfrazado de solemnidad y laureles -pero en la que, no lo olvidemos, el protagonista es hijo de una Diosa, ¿y qué mal puede aguardarle al que vive con semejante buena estrella?-.

Así se desarrolló la obra, inmensa, espectacular, colores brillantes, gritos y melodías cuyos ritmos eran el latido de cien mil corazones a un tiempo. Se escenificó una victoria inmensa arrolladora, gloriosa e inmortal, y los actores conmovieron al público con su entrega, que creyó haber subido, -embriagados de fantasías y el dulce nectar de los dioses- al mismísimo Olimpo.

Y mientras todos celebraban la victoria en el escenario, el mundo real se deshacía en tragedias, miles de ellas, minúsculas, ninguna de las cuales podria ser capaz de ensombrecer el resplandor de aquella única victoria -pero que estaban destinadas a minar, sin que nadie lo notara (o no quisiera notarlo) los cimientos del mismísimo teatro.

La destrucción total de lo único que realmente habían conocido.

miércoles, 27 de junio de 2012

Hoy me he despertado pronto y de buen humor, lo cual es interesante teniendo en cuenta lo poca calidad de mi sueño. Desde que esta ola de calor ha decidido convertir el mundo que conozco en un Infierno (literal) le digo adios a mis horas de descanso, que se ven sustituídas por un dar vueltas sin parar en un colchón ardiente mientras me frío en mi propio sudor. (Sí, suena mal, pero sin aire acondicionado ni ventilador, ¿qué queréis?).

En momentos así, solo desearía... convertirme en esto.




sábado, 23 de junio de 2012

viernes, 22 de junio de 2012





Hoy hablo de una película, sí, pero esto no va a ser uno de mis comentarios a los que os tengo acostumbrados, sino mis propias reflexiones, las que me ha suscitado.

He visto Kinsey por casualidad, en el canal de "Todo Cine" mientras planchaba esta mañana (sí, me resulta un coñazo increíble darle a la plancha si no es con un estímulo visual, y hoy tenía una buena montaña de ropa arrugada esperándome). El caso es que al principio iba a cambiar de canal, pero es que el principio era bastante raro: empieza con un matrimonio de recién casados. Él, un científico en ciernes que se dedica a identificar subclases de avispas con la intención de llegar hasta las mil (apasionante) ella la típica ama de casa pero con un brillo inteligente en la mirada en plan tengo carrera universitaria pero no voy a ejercer una profesión porque no es algo respetable (recordemos que estamos en los años 30 en EEUU). Total, que aparecen los dos en la cama, él venga a ponerse encima para ir al asunto pero ella nada, con unos lagrimones y unos grititos de dolor que al final él tiene que parar, porque ella prácticamente se lo arranca de encima y se aparta como si fuera un animal.



Estos problemas matrimoniales (que al parecer eran la tónica general en aquellos tiempos en los que el sexo era algo repugnante, un tema absolútamente tabú en la sociedad norteamericana) hacen que ambos se replanteen incluso su relación. Entonces él, que es científico, decide ponerse en manos de un médico. Y el hombre, que se ve que era bastante avanzado para su tiempo, llega a la conclusión (tras el examen preliminar) de que la herramienta de nuestro Kinsey es tan monstruosamente grande que normal que su mujer viera el sol, la luna y las estrellas cuando intentaba metérsela, y que si quieren pasarlo bien tienen que intentar nuevas posturas, además les habla de los preliminares, el sexo oral... Y los dos flipando en colores, ellos que se pensaban que simplemente era que él se pusiera encima y empezara a darle. Se les abre un mundo, vamos.





Años después y ya tres hijos en el matrimonio (y una vida sexual de lo más estimulante) este científico decide dejar el tema de las avispitas y ponerse a dar clases sobre sexo en la universidad, primero a alumnos casados (así eran en aquellos tiempos) y luego a todo aquel que quiera apuntarse. El asunto es tan interesante que Kinsey acaba por embarcarse en una empresa de lo más controvertida: averiguar los hábitos sexuales de los ciudadanos estadounidenses de su tiempo y también como funciona la cópula y el placer en general.



 Los resultados son apabullantes. Porque, ¿sabéis que es lo primero que descubre? Pues que la homosexualidad, eso que se consideraba una enfermedad y algo, por supuesto, minoritario, está más extendida de lo que todos pensamos. De los sujetos entrevistados sobre sus prácticas sexuales, casi la mitad afirmaban haber tenido experiencias homosexuales a lo largo de su vida, generalmente en la adolescencia. De hecho, los homosexuales llamémosle "puros" son una rara expcepción, al igual que los heterosexuales "puros". La única diferencia significativa entre hombres y mujeres es que los primeros parecen ser mucho más promiscuos que sus compañeras en cuanto a parejas sexuales se refiere. Kinsey elaboró una escala del 1 al 6 sobre la homosexualidad/heterosexualidad, siendo el 1 la primera y el 6 la segunda, y acabó por situar a la mayoría de los individuos entre el 2 y el 3. Y eso en los años 40. Alucinante, ¿no?

De hecho, el propio Kinsey en la pelicula se enamora de su alumno y compañero en los experimentos -yo también me habría enamorado, ejem- llegando a mantener una relación con él que dura toda la película aunque atravesando diferentes fases...



Otro de los asuntos que trata es el tema de la fidelidad. Kinsey es muy pero que muy abierto para su época. Cuando se acuesta con su alumno -después de que este le sedujera, todo sea dicho- no duda en contárselo a su mujer, su primera compañera en esto del sexo. Como podemos imaginar, ella se lleva un disgusto grande al principio, pero él la convence para que se lo tome de otra manera. Tú serás siempre mi chica, le dice, te amo y el vínculo que tenemos nosotros es diferente... etc. Pero la frase fundamental, y la que más me gustó de esa íntima conversación que ambos comparten es la que él le dice al final:

"Tienes miedo de que me separe de tí, y por eso estás disgustada. Pero eso no va a pasar. Te quiero."



Y me parece intersante, porque lo que él intenta explicarle es que la relación con su alumno ha sido puramente sexual (si bien ambos también comparten una estrecha relación de amistad e intelectual en tanto que trabajan en el mismo proyecto) y no se puede comparar con la que tiene con su mujer, sintiéndose él, por las razones que sea, más leal a esta última.

De hecho, unas escenas más adelante el propio alumno hablando con la mujer de Kinsey le comenta que se alegra de lo bien que se lo ha tomado ella, a lo que la mujer responde que no hay ningún problema, ya que de hecho últimamente esa relación sexual ha hecho que su marido esté de lo más complaciente en la cama (¡¡) Semejante comentario parece poner cachondo al alumno en cuestión, que corre a pedirle a Kinsey permiso para acostarse con su mujer (también le van las chicas) permiso que él le concede sin dudar (aunque un poco mosca, jajaja, o esa impresión me dio). Total, que acaban los dos, mujer de Kinsey y alumno en el dormitorio, pasando  un buen rato...

Por lo visto, en el proyecto este se daban muchas relaciones de ese tipo: todos se acostaban con todos sin tabúes ni venganzas, aunque al mismo tiempo mantenían sus parejas.

Sin embargo, como cabe esperar, la controversia llega cuando precisamente el alumno de Kinsey (ahora casado con una chica) se pone celoso de que su mujer se tire a otro y pretenda abandonarle por este, llegándose a armar un buen lío



Al final Kinsey acaba manteniendo que la fidelidad es, como la homosexualidad, un tabú puramente cultural que debe de ser erradicado en aras de una sociedad mejor, poniendo como ejemplo a los animales: por lo visto en muchos de ellos (especialmente mamíferos) el sexo es una manera de comunicación y cohesión social que mantiene a la comunidad unida y permite que los individuos se integren y arreglen disputas mediante una placentera descarga de tensión. Ahora bien, él mismo admite que solo habla de sexo, que es de lo que entiende. El amor es harina de otro costal, y ahí ni quiere meterse pues no está si quiera seguro de comprender la naturaleza y mecánica de este sentimiento.

En la película (y parece ser también en la realidad) Kinsey trató más temas controvertidos como la zoofilia (práctica más extendida de lo que al menos yo pensaba, y que parece ser también puede estar más o menos normalizada según la cultura) o la pederastia (esto es, la práctica sexual de adultos con preadolescentes).

Llegó a escribir dos libros. El primero, sobre la práctica sexual masculina, fue todo un éxito. El segundo, sobre la femenina (más elaborado y desarrollado) fue un fracaso que le ocasionó la pérdida de apoyo de sus principales financiadores, la condena de la opinión pública... etc. ¿Y queréis saber por qué? Pues porque, como se dice en la película, los estadounidenses se negaban a creer que sus esposas, madres y hermanas se masturbaban tanto o más que ellos y que mantenían relaciones con otras mujeres... ¡que tenían algo de vida sexual, vamos! Y es que Kinsey afirma que el orgasmo vaginal (al contrario que el que se experimenta con el clítoris) es raro y muchas veces imposible para las mujeres, de manera que anima a sus amantes y compañeros a estimularlas de otra manera que no sea el mete-saca de siempre, y por lo visto era demasiado para los pobrecitos hombres de esa época.



En fin, dice el alumno del protagonista, Martin (al fin he dicho su nombre, jeje) que el sexo lo es TODO. Yo no me atrevería a categorizar tanto, pero si diría que es una función más de nuestro cuerpo y nuestra mente, una de las primordiales y, como tal, merece ser tratada como algo natural.


¡Fuera barreras y prejuicios!

jueves, 21 de junio de 2012




A veces pienso que sería maravilloso poder arrastrar a otros a dónde estamos nosotros, pero la gran pregunta es, ¿realmente las fantasías tienen significado fuera de nuestra propia mente?

Me gusta pensar que sí. Al fin y al cabo, creo que todos los artistas -si no, al menos la mayoría- intentamos expresar algo con el fin de que otros lo entienden. Pinturas, letras, fotografías incluso los píxeles de un videojuego son, a mi modo de ver, envoltorios que esconden lo mismo: un sentimiento, una impresión, una sensación. Algo que agarra nuestros sentidos y nos captura, ya sea de manera intelectual, sentimental o visceral.

Sin embargo siempre existe la duda -yo la tengo- de si el mensaje llegará al receptor de la misma manera en que el emisor lo percibe. Probablemente no. Cuando yo leo Jane Eyre me emociono, pero quizá no de la misma manera en que Charlotte Brönte lo hizo al escribir... ¿o tal vez sí? En cualquier caso, nunca lo sabremos. Nuestra querida Charlotte está muerta -lamentablemente- y yo nunca podré ir a visitarla para tomar una taza de té en el norte de Inglaterra mientras le digo lo mucho que me gustó su novela.

Pero volviendo al tema que nos ocupa: la escritura, en mi caso, es expresar en cierto modo un mundo, algo que bulle dentro. Es una actividad solitaria, no requiere de compañía o de otros. Claro que es fantástico cuando alguien lee lo que has escrito y le gusta -o en su defecto lo escucha- pero realmente esa segunda persona no es tan necesaria (para el ego sí, por supuesto, pero eso es harina de otro costal). Escribir es una manera de denominarlo, pero lo que realmente me gusta hacer es inventar historias. Y para eso, no necesito nada más que yo misma. Claro que escribo a ordenador, pero de no tenerlo, lo haría a mano. Y de no tener papel, o bolígrafo, lo diría en voz alta. Y de no tener voz lo imaginaría... Es agradable pensar que es algo inherente a mi persona, tan íntimo y privado como un sueño.

Para nutrirme artísticamente hablando necesito salir, ver cosas, inspeccionar, investigar. Un museo, un jardín botánico, una casa abandonada, un rincón apartado del mundo o sencillamente un lugar donde no haya estado antes son ejemplos de este particular abono. También los libros, o las películas, pueden ser a veces como ventanas que le permiten a una asomarse a otros universos y ver cosas que antes ni siquiera tenían un significado.

Aunque todas estas son actividades que pueden hacerse en solitario, casi de una manera obligada, ya que una posible compañía puede quebrar el proceso -y en ocasiones especiales también enriquecerlo, claro está, por eso conviene saber diferenciar-.

En cualquier caso, no sé si sentirme triste o alegre. Uno está solo en el mundo -adoro a la gente, en la mayoría de las ocasiones, pero sé perfectamente que todo terminará cuando cierre los ojos, si entendéis loque quiero decir- y quizá las palabras en mi caso son como botellas con mensaje que lanzó desde una isla en medio del Pacifico... No, no. No lo creo realmente así.

¿Por qué no hacemos una fiesta?

miércoles, 20 de junio de 2012



Esto va de mal en peor. Otro mes así, sin poder hacer nada y ya no respondo de mí. Nunca pensé que lo diría, y quizá más de uno tenga ganas de matarme, pero tengo que decirlo: ¡¿dónde está mi adorada época de exámenes?! Al menos entonces tenía algo que me hacía levantarme por las mañanas y estar en marcha hasta que se ponía el sol...

Quiero recuperar mi voluntad.

martes, 19 de junio de 2012




Al principio de la historia, nuestro protagonista, Cheyenne, un músico gótico que vive de lo famoso que fue hace ya más de 30 años (y debió de serlo bastante, porque menuda mansión tiene en Dublín) parece directamente retrasado. No solo por la vocecilla aguda que silabea en inglés con exasperante lentitud (y que al principio, he de reconocerlo, me sacaba de quicio) o por esa risilla que le da de tanto en tanto como un pequeño ataco epiléptico y que me recordaba a la del insufrible protagonista de Amadeus, sino también por su actitud infantil y a momentos ridícula.



Pero según avanza la película te das cuenta de que no, qué va, el Cheyenne este no tiene un pelo de tonto (un poco de complejo de Peter Pan sí, pero eso no está reñido para nada con la lucidez mental) y de hecho, empieza a caerte bien, porque no solo demuestra tener más labia y arrojo que muchos, sino que además, tiene un puntillo extravagante que encandila, y ahora todo (su aspecto, su manera de moverse, el ya mencionado todo de voz) no son rasgos insufribles sino matices de un personaje muy pero que muy bien hecho.



La historia es sencilla, en un principio: Cheyenne está más deprimido que un caracol sin concha (ser un músico de rock gótico sin escenario ni guitarra durante 30 largos años debe de ser duro). Aunque cuando era famoso tocaba con Mick Jagger (no Mick Jagger con él, eso lo deja bastante claro) resulta que unos desafortunados fans adolescentes de su música oscura tuvieron la alegre idea suicidarse, hecho que marca a nuestr hipersensible músico, que desde entonces no solo piensa que desmerece el término de artista (brillante conversación con David Byrne -el de verdad- en la película) sino que se niega a seguir tocando. Así transcurre su existencia en Irlanda, en una mansión de lujo con una decoración tan super innovadora que raya lo ridículo (fijáos en la cocina), viviendo con su perro (negro, no podría ser de otro color) y su mujer. Atención también a esta extraña pareja, en ningún momento dudé de su amor, pero dioses, ella era el "hombre" y él la "mujer"... ¡al fin, fuera estereotipos! je, je, je.



  Así las cosas, de repente se entera de que su padre, un judío hecho y derecho con el peso de la tradición sobre los hombros, acaba de morír. Resulta que ambos no se hablaban desde hacía 30 años o más (no hay más que mirar las pintas de Cheyenne y entender porque su padre no le quería). Pero este, como buen hijo, acude al entierro en Nueva York, y allí se entera de la última voluntad de su padre. Sucede que este se tiró media vida siguiéndole la pista al nazi que le hizo sufrir innombrables torturas en un campo de concentración en la Segunda Guerra Mundial, y aunque logró reunir mucha información sobre este hombre, jamás logró encontrarlo.



Cheyenne -que debe querer más a su padre de lo que dice, después de todo- se embarca pues en un delirante viaje para encontrar a este malvado -ahora nonegenario- nazi y presumiblemente acabar con su vida, como era el deseo de su padre. Y en el camino va a ver de todo... Atención a la escena de la abuelita con el zumo -sencillamente terrorífica, y no es ironía- o al onírico encuentro con el nazi -supera todas las espectativas. La conversación con el judío caza-nazis al principio del viaje tampoco tiene desperdicio, me pareció muy interesante, y una demostración -de las varias que hay en la película- de la fortaleza del personaje protagonista, que como ya os he dicho, no tiene un pelo de tonto...

Y la banda sonora no tiene desperdicio. Como la actuación de Sean Connery, probablemente, la mejor y más lograda de su carrera.




lunes, 18 de junio de 2012





Hoy he estado revisando una novela que escribí cuando tendría unos trece o catorce años. Bueno, una novela que, mejor dicho, empecé a escribir, porque yo es raro que termine algo. Me pasa como con las relaciones amorosas: al principio estoy muy emocionada, pero luego enseguida me aburro. Qué le voy a hacer, me guste o no soy inquieta y adicta a las emociones fuertes: la tranquilidad sigue siendo sinónimo de muerte para mí (veremos como llevo este rasgo de mi carácter a los ochenta años...)

El caso es que hace tiempo que vi un concurso que anunciaba cierta editorial que conozco bastante y pensé en participar. Había una categoría de novela juvenil: doscientas páginas a doble espacio como máximo, tema libre. Pensé que no estaría mal participar, no por el premio (soy consciente de que las probabilidades de que tamaño premio me tocara son las mismas que tengo de que mi pecho vuelva a recuperar su talla 95 original, osea, mínimas). Pero el caso es que tampoco me haría mucha gracia ganar, porque entonces la editorial se queda con todos tus derechos de autor y no os creáis que me hace mucha gracia. En fin. Que más que nada es para ver si logro terminar algo. Hasta la fecha, solo he terminado una novelita corta publicada (pero hace ya algunos años) y otras dos que he escrito este año, como Coriander, que igual os suena aunque la haya retirado de este blog porque está pasando por el proceso de corrección. Así que nada, añadir otra novelilla a mi lista pues no estaría mal.

Por otro lado, me fastidia que tenga que ser juvenil, con lo que me gusta a mí el sexo salvaje y la violencia apocalíptica en mis escritos, pero parece que estos temas tendrán que aplazarse por el momento y tendré que centrarme en volver a pensar como si tuviera 12 años, que son los de la protagonista (bufff, anda que no he cambiado desde entonces...)

Aunque bueno, no es tan difícil. Como la novela la escribí realmente con esa edad, se pueden ver las líneas de pensamiento de una chica de esa edad, rara como un perro verde, eso sí, pero una adolescente en toda regla. Qué gracioso ha sido ver mi propia concepción del mundo en esa época en la que aún no conocía muchas cosas de la vida pero a la vez ya sabía un par de cosas importantes... Además, tengo que aprender a no menospreciar mi estilo literario de entonces. Es verdad que no era tan elaborado y onírico como el de ahora, pero desde que este año gané el segundo premio en el concurso literario de mi universidad con una historia que escribí a los 12 años (no se lo dije a nadie, pero hay que joderse, el año pasado presento una muy chula de esta época y nada, luego este año les doy el cuentecillo de los 12 años para hacer la prueba y sí, efectívamente, me lo premian).


Así que nada, me he estado leyendo hoy la nada despreciable cantidad de 126 páginas a doble espacio, disfrutando en algunos estractos y arrugando la nariz en otros (qué se le va a hacer, aún me cuesta aceptar que alguna vez fui un ser ingenuo y adorable). Y haciendo un listado de los personajes, para recordarlos de nuevo. ¿Y sabéis cuántos había? ¡La nada despreciable cantidad de 40, ni más ni menos! Madre mía, cuanto tiempo tuve para desarrollar personajes por aquel entonces, me siento ahora como esos hombres que tienen 20 hijos o más, aunque no conozcan ni a la mitad. En fin. Lo malo es que luego, con tanto personaje, pues hay los típicos líos, como que los nombres van mutando. Como una mujer, que empieza llamándose Luisa pero que a media historia... ¡Zas! Se transforma en Lola. Y luego otro, que es un poco macarrilla, empieza apodándose "Bolón" (Mira que tengo mala leche con los motes... jejeje) para pasar después a "El rulos" y terminar casi en las últimas páginas como "El Rizos". Ah, pero no os penséis que estos cambios son despistes de aquí la servidora, qué va. En realidad todo forma parte de una elaborada trampa para descubrir si el lector está prestando la religiosa atención que requieren mis escritos o no...

 Bueno, pues dicho todo esto, allá voy. No es una historia épica, no va a cambiar el mundo ni os hará llorar a mares, pero creo que es un proyecto interesante en el que poder moverme, un poco diferente a lo que llevo haciendo estos años. Puede ser divertido. Veamos si llego al final esta vez...






domingo, 17 de junio de 2012



Anoche llegué a casa, completamente agotada. Y cuando abrí la puerta, un torbellino de colores y voces me recibió. ¡Increíble! En mi piso, que suele ser tranquilo -y ahora aún más que mis progenitores se han marchado- todo era ruido y música disco de fondo. Cuerpos moviéndose de acá para allá, pañuelos colocados en las lámparas para que su luz fuera de diferentes colores, silllas volcadas, charcos de alcohol en el suelo.

Enfadada dejé las llaves en el aparador de la entrada (en el que ahora había una botella de wishky y varios vasos de tubo a medio llenar) y me dirigí sin dudarlo a mi hermano, el causante de  este terrible lío. ¿Por qué siempre tiene que llamar a sus amigos y a los amigos de los amigos cada vez que mis padres se van de casa? Y peor aún, ¿por qué demonios jamás me lo dice?

Le encontré en el salón, pero cuando le agarré del brazo y empecé a gritarle estaba demasiado borracho -o demasiado fumado, nunca se sabe con mi hermano- como para comprender una sola palabra de lo que le estaba diciendo. La prueba fue su absurda sonrisa, la manera en la que me agarró de los hombros e intentó hacerme bailar al ritmo de 2 Hearts, de Kylie Minogue. Finalmente me aparté de él de un empujón y me abrí paso entre la marea de cuerpos sudorosos, intentando no fijarme en las cosas que estarían sucias o manchadas (mi hermano es demasiado estúpido como para guardar las cosas delicadas o de valor antes de que vengan sus amigotes) las que probablemente tendría que limpiar yo porque a la mañana siguiente mi hermano estaría con una de sus míticas resacas. Claro que las míticas resacas de mi hermano son como un acontecimiento sin importancia si lo comparamos con las míticas broncas de mis padres... razón por la cual acepto la injusta tarea de hacer todo lo posible por que ellos, los ausentes progenitores, no lleguen a enterarse jamás de estas inesperadas bacanales.

Intenté ir hacia el baño, uno de los tres que tenemos, pero entonces mi mirada fue hasta el fondo del pasillo, guiada por la ténue luz que salía de mi habitación. Vale, genial, pensé, mi hermano no ha cerrado mi habitación (¿por qué molestarse en hacer algo bien?) y probablemente ahora habría quién sabe quién retozando en mi cama o dándose el lote en mi escritorio. Estupondo. La repugnancia ante tamaña intrusión en mi intimidad y una ira fraticida se mezclaban como una tormenta en mi pecho cuando de repente ya estaba en frente de la puerta y alargué la mano para volverla con fuerza...

Las luces de mi habitación estaban encendidas, y sobre una de las camas descansaba... sobre una de las camas descansaba L., mi compañera de clase de japonés de la universidad. De verdad, no podía creerlo. Tuve que parpadear con fuerza y convencerme de que no había tomado ninguna de las pastillitas de colores que seguro estaban animando la noche a los amigos de mi hermano. ¿Qué hacía L. ahí, con su carita de muñeca y su lustroso pelo negro trenzado? Me vino a la mente la imagen de mi hermano rebuscando en mi agenda de contactos y llamando a todos los que tenían nombre de chica, prometiendo a sus colegas compañía de finas (y jovencitas) estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras para esa noche.

-¿Qué haces aquí? -me sentía, cosa curiosa, como una intrusa en mi propia habitación. Tal vez se debiera al hecho de que L. estuviera tumbada en la cama como si tal cosa, balanceando las piernas y ojeando uno de mis libros.

-Ah, hola -saludó-. L. estudia coreano, y de hecho, lo habla con bastante fluidez. Al principio no me extrañó porque, con sus grandes ojos rasgados, la piel levemente amarillenta y el pelo negro y fino L. parece coreana, o al menos asiática. Luego me enteré de que sus padres eran españoles. Entonces pensé que quizá era adoptada. Pero tampoco esto resultó ser cierto. Finalmente ella misma me confesó que no hay ni una sola persona asiática en su familia.

Al día de hoy estoy convencida de que la madre de L. tiene un secretillo del que todos deben ser conscientes menos su propia hija...

Cerré la puerta tratando de ahogar el ruido de la fiesta. Dejé la chaqueta y el bolso sobre una silla y miré la ventana, que me devolvía mi propio reflejo. La ciudad en tinieblas. Ocupé un sitio al lado de L. Tenía las uñas pintadas de negro y con lunares rosas. Un anillo que era como una gran ala de ángel que, colocado de manera horizontal, le cubría tres dedos. La cama crujió según me acercaba y yo pude ver que estaba ojeando Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami. Fui a decir algo, pero L. es una persona bastante prepotente, pese a lo que su carita de niña de anime pueda sugerir. Y no tenía ganas de enzarzarme en una conversación molesta con ella. Me sumí en mis pensamientos, perdiéndome entre las palabras que decoraban la página pero a las que mi agotada mente era incapaz de dar significado alguno, cuando su voz me interrumpió.

-Parece que hoy no vas a dormir, ¿eh? -dijo mordaz L.

El despertador marcaba casi las cuatro de la madrugada.

Y ella acababa de colocar su mano fría sobre mi rodilla.


jueves, 14 de junio de 2012





He llegado a una triste y devastadora conclusión: las tardes tienen algo en mi contra. Desde que termino de comer, poco a poco me voy hundiendo en el sillón, mientras la televisión me aplasta con sus imágenes insulsas y vacías de contenido. Cuando por fin consigo despegarme -y a veces tardo horas- el único camino digno parece la cama, con su agobiante tedio, se deshora insoportable.

Y si intento salir a la calle, un aire ardiente me deshidrata.

Y si intento leer, se me caen los ojos.

Y si intento hacer algo creativo... no me sale.


Solo me queda una meláncolica y pegajosa salida:

el placer en solitario.






(This summer is gonna end with me... and the worst thing is that it is not even summer!)

http://www.youtube.com/watch?v=JfhsRIDh1RQ&feature=related

lunes, 4 de junio de 2012





El aburrimiento es miedo, o al contrario. ¿Miedo a qué? Bien, eso debería preguntarme.

Llevo tres semanas ociosa, tres semanas libre de la dura imposición de los estudios. Tres semanas dueña de mi tiempo. ¿Y qué es lo que he hecho? Pues he empezado a correr, tan rápido, y justo cuando el paisaje comenzaba a difuminarse y el único sonido era el viento cortante es mi orejas, me he detenido, de golpe, con el corazón en la boca.

Y aturdida, asustada, me he preguntado, ¿dónde estoy? Y ya no me he atrevido a dar un paso. Ni delante, ni atrás. Simplemente estancada.

Empleo mi tiempo en hacer ejercicio, todas las mañas, y ayudar en lo que puedo a la comunidad. Pero esas tareas resultan ser demasiado breves para la longitud total de un día -y a mí que me faltaban horas cuando iba a la universidad- así que el resto del tiempo no sé como invertirlo. Escribía hasta que me convencí de que no era capaz de enfrentarme a un proyecto grande y claro, la inspiración, tan oportuna ella, me ha abandonado desde entonces.

Leo de tanto en tanto, hasta que siento que los ojos se me van a caer de las cuencas. Saldría a dar un paseo para despejarme, pero el verano abrasador no me lo permite mas que en los dos extremos del día, mañanas tempranas o noches. Así que acabo sentada en frente de la televisión, viendo una película tras otra, porque no pensar es fácil y a mí me encanta el cine. O duermo. Yo, que detesto perder el tiempo tumbada, recurro ahora más que nunca ese trance como si quisiera escapar de algo. Cierro los ojos y las cosas se funden... Hasta que alguien me arranca de ese letargo, del que salgo pesada y enferma, sin ganas de nada.

Y podría pintar, pero me duelen los ojos.

Y podría tocar el piano, pero hace tanto tiempo...

Querría culpar al calor de todas mis desgracias, pero intuyo que sería demsiado fácil.

domingo, 3 de junio de 2012




Un día como hoy, hace exactamente un año, cogí un avión rumbo al Fin del Mundo. Iba sola. Recuerdo perfectamente ese burbujeo de excitación en el fondo del estómago. Esa extraña tranquilidad que precede a un viaje importante. La felicidad de llegar, tocar tierra, y saberme completamente sola, libre, dueña de mi destino. ¿Cómo explicar ese sentimiento? Es lo que me mueve, mi otra pasión, el deseo interno de mi espíritu, el abono del que se nutre la escritura.

Ese mes sola aprendí muchas cosas. Conocí a gente maravillosa, y fui feliz. En medio del caos que suponía estar tan lejos había un extraño orden, todo ocupaba su lugar, danzábamos en perfecta armonía con los acontecimientos. De eso aprendí que me gustaba estar simplemente sola, conmigo sola. Cuando caminaba por las tortuosas carreteras en medio de los bosques, cuando contemplaba islas brumosas que emergían de un mar gris y misterioso... no faltaba nadie, no sobraba nada, éramos yo y el mundo, y mi persona actuaba como un enorme ojo que absorbía la luz y mil colores. Era capaz de sentir aquel lugar de una manera especial, hacerlo mío, guardar en un rinconcito de mi alma un poso de su esencia.

Yo pensaba que era el final, ¿sabéis? Una especie de colofón, un regalo. Pero ah, que equivocada estaba. Ahora, viéndolo todo en perspectiva, puedo afirmar que se trataba del comienzo mismo de una etapa que dura hasta el día de hoy. Puede que en 2012 no se acabe el mundo como dicen, pero desde luego sí se acaba el mío. En junio de 2011 empezó a resquebrajarse de una manera notoria (las grietas dieron comienzo a los primeros derrumbamientos) y ahora, un año después, la destrucción se extiende, el caos lo revuelve todo, y al fin de este año puedo asegurar que no quedará nada. Es terrorífico ver como todo en lo que creías se desploma y desaparece, pero a la vez es liberador, maravilloso.


Todo cambia.