domingo, 27 de noviembre de 2011




Aún no sabría decir si esta película me ha gustado o si es un bodrio tremendo sin pies ni cabeza. Sin embargo, creo que ha conseguido lo que toda obra de arte ha de tener: mantener captada mi atención durante la hora y treinta y tres minutos que dura.

Fue su primera frase, enunciada por la voz de un chico en off, lo que realmente me hizo verla. Empezaba más o menos así: "Y en ese momento, mientras me estaba merendando un tomate, comprendí que mamá no estaba muerta". Semejante declaración captó mi atención (¿qué clase de persona se come de merienda un tomate?) aunque la verdad es que luego poco tenía que ver con la película en sí.




Savage Grace narra la historia familiar real de tres individuos: un padre que es el nieto del inventor del plástico (y como resultado está forrado, lo que le permite a él y a los suyos vivir en una especie de vacaciones pijas eternas), el hijo (que de pequeño era una monada pero luego crece y... bueno, digamos que me costó adaptarme a la particular belleza del actor que lo interpreta de adulto) y la madre, actuación por cierto magistral de Julianne Moore.




Y ahora es cuando yo reconozco que realmente no empecé a ver la película por la dichosa frase del princpio (que sí, era interesante pero...) sino por esta actriz. Me gusta muchísimo, no sabría decir por qué, pero es la única que logra mantenerme realmente encandilada con sus películas. No es que sea hermosa al uso (en realidad sus rasgos no son armónicos en el sentido pleno de la palabra) pero he de reconocer que sus ojos casi transparantes, su pelo rojo, la piel blanquísima, las pecas de los brazos y la espalda... Honestamente y para que me entendáis, es la única actriz con la que yo tendría una hipotética cita.




Volviendo al argumento (que es lo que realmente importa) este trata de explicar las causas de la muerte de Barbara Daly Baekeland a manos de su propio hijo en su apartamento de Londres, cuando ella tenía solo cinquenta años y él veinticinco. No creo que la historia pueda explicar muy bien algo tan crudo, pero desde luego puedo deciros que a lo largo de la misma el personaje que más pena me ha dado ha sido el del asesino, el hijo. Cuando los valores se distorsionan e incluso se invierten, las consecuencias son desastrosas, al menos vistas desde la moral exterior. Por otro lado, todos nacemos ansiando el amor de quien nos ha dado la vida. Sufrir indiferencia y rechazo en su lugar trae la locura. ¿Si no podemos tener esa clase de amor somos, a caso, merecedores de algún otro?




No obstante, después de ver la película, yo aún no acababa de comprender que había llevado a Anthony Baekeland a asesinar a su progenitora. Ahora, sin embargo, creo que se debe (al menos desde la perspectiva de la historia) a que no pudo afrontar ciertos hechos que acababan de suceder entre ambos. Ah, y que no trabajar no es bueno. Porque creo que parte de la locura de esta familia venía del hecho de que, realmente, no tenían nada que hacer para vivir. ¿Os imagináis? Otra suerte hubiera cantado si ese pequeño hubiera tenido que, por ejemplo, empezar a repatir periódicos a los doce años para ganarse un dinero.




Y otra escena maravillosa es cuando los padres descubren que en su ausencia el niño (que no tendrá más de doce o trece años) ha traído un amigo. Increíble la mirada que echa al padre al niño que está, (muy feliz por cierto) en la bañera. Muchas cosas podían deducirse de esa sonrisa casi infantil y del gesto paterno. A veces, no son las palabras las que nos revelan la verdad...




En cualquier caso, si a alguien le apetece ver algo extraño, aquí dejo el trailer. 




La escena del baño que he mencionado arriba:



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