Entonces me di cuenta de aquello que diferencia al líder del perdedor: una simple actitud. Que todos la admiraban era evidente, pero no se debía a su larga melena rubia teñida planchada con mimo, sus ropas de marca o sus ojos verdes, sino por la entereza descarada (y he de reconocer que atractiva) con la que llevaba aquel enorme y horrendo par de gafas de pasta negra...
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