miércoles, 28 de diciembre de 2011




Estoy acostumbrada a ver películas desagradables. Los que hayas leído las reseñas que he ido haciendo en este blog, os habréis dado cuenta de que, por ahora, todas las que he comentado son a su manera impactantes. Y desde luego ninguna recomndable para mentes sensibles...





En la gran pantalla he visto atrocidades indescriptibles, escenas tan impactantes que sentía ahogarse la respiración o los ojos se me lleban de lágrimas. Pero, por lo general, ninguna pelicula logra traspasarme de una manera tan poderosa (y angustiosa) como la que voy a comentar ahora.


La mayoría de las películas que se dicen desagradables son aquellas en las que aparece la carnicería pura (como, por ejemplo, Saw). En estos casos simplemente aparto la mirada porque, la verdad, me parece repugnante. Hay largometrajes que van más allá (A Serbian Film, si pensáis que Saw es fuerte, esta ya no tiene nombre). Pero por lo general, es tan exajerado, que, necesiaramente, lo veo como la ficción que es. Y puede que lo pase mal en el momento, sí, y ya está.



No es el caso de esta película. Aquí ni váis a ver sangre, ni torturas, ni violencia explícita, ni escenas apabullantes.



Y sin embargo es su magnifico realismo lo que más me dio miedo. Su falta de pretensiones me llevó, sin que yo pudiera darme cuenta, al mismo plano en el que actuaban los personajes, Y tuve que afrontar con ellos una realidad muy cruda.



Fui al cine sin saber de que iba esta película. Lars Von Trier, su director, es de lo más polémico. La gente lo odia o lo ama, y tiene prohibida la entrada al festival de Cannes por haber dicho una vez a la prensa que comprendía a Hitler. (Afirmación que, por otra parte, puede estar sujeta a muchas interpretaciones). En cualquier caso, el arte es una cosa, y el artista que lo crea como persona otra muy diferente que no me gusta mezclar. Como venía diciendo, de Lars Von Trier solo he visto dos pelílcuas, El jefe de todo esto (no está mal, la vi hace tanto tiempo que, para ser sinceros, casi no recuerdo su argumento) y Dogville, extraña, provocativa, larguísima y genial.



En Melancolía, cabe destacar las actuaciones sencillamente ma-ra-vi-llo-sas de todo el elenco de actores. Tenemos a Kirsten Dust (la novia de Spiderman en las últimas adaptaciones que se hicieron del cómic). El papel protagonista que ella interpreta estaba pensando originalmente para Penélope Cruz. La verdad que las dos actrices no pueden ser más diferentes, pero yo creo que Kirsten hace un papel increible. Su personaje, qye navega entre la inteligencia y la depresión, se ganó mi empatía desde el primer momento. Por otro lado, también aparece Alexander Skarsgard (el atractivo vampiro Erik Northman, en True Blood) y la actriz francesa Charlotte Gainsbourg (también actúa genial, ella y el personaje de Kirsten son, a mi parecer, las dos caras de la misma moneda).



 La película comienza con unas escenas de lo más surrealistas, que parecen cuadros. Yo en ese momento reconzco que pensé que nuesrtro amigo Lars Von Trier se había emocionado (ya sabéis, los directores de culto a veces son tan crípticos que no se entienden ni ellos mismos) pero qué va, no os dejéis engañar, todo cobra sentido al final. Vaya si lo hace... A este principio le siguen dos partes muy diferenciadas. La primera es una boda (y reconozco que, según la veía se me quitaron todas las ganas que nunca tuve de casarme) y la segunda... bueno, no voy a contárosla. De verdad que es mejor que veáis esta película sin tener ni idea del argumento. Simplemente, dejáos llevar.



Y hasta aquí llega mi comentario. Es una obra maestra, al menos yo la percibo así, pero no voy a volver a verla jamás en la vida. El sentimiento de desolación que dejó en mí y que aún de tanto en tanto regresa cuando rememoro alguno de los fotogramas, es algo que no disfruto precisamente...

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