miércoles, 14 de diciembre de 2011




Imaginad una clase de niños de trece años en Japón. Último día del semestre. Todos están alborotados. La profesora, menuda y de apariencia tímida, intenta hablar por encima del jaleo. Se va a marchar de esa escuela, así que quiere despedirse. Empieza a relatar sus experiencias de docente en ese centro. Posteriormente, cuenta su vida. Es madre soltera. Tiene una niña de cuatro años. Hasta aquí todo bien, aunque sorprende un poco la confianza con la que la mujer relata su propia historia. Pero de repente dice que su hija está muerta. Que se ahogó en la piscina de esa misma escuela. Silencio. Más calmada que nunca, la mujer prosigue. Aunque la policía calificó el suceso como accidente, ella sabe que fue asesinato. Y no solo eso. También sabe que los dos culpables están delante. Son miembros de esa misma clase.



Cuando una película empieza así, con semejante conflicto, no puedes sino quedarte a verla. Está narrada con un estilo muy visual, a veces casi poético, que recuerda mucho a los animes. La estructura del largometraje es en sí bastante interesante: son las confesiones de todos aquellos involucrados en el crimen central, de manera que poco a poco vamos deduciendo e interpretando los diferentes hechos hasta formar un mosaico que, contrariamente con los que suele ocurrir con historias presentadas de esta manera, no decepciona. Se plantea un conflicto que ya nos suena: ¿cómo actuará una madre, ante al asesinato de su hija, teniendo delante a los culpables? Sobre todo teniendo en cuenta de que en Japón (como ocurre en muchos países) la edad legal para hacer a un niño responsable de un crimen es de catorce años. Con lo cual estos tiernos infantes con tendencias oscuras van a irse, literalmente hablando, de rositas, con quizá un par de años en el correccional y ni eso. ¿Puede un niño de trece años ser consciente de lo que hace o debemos creer ciegamente en la inocencia de los infantes? ¿Debe tomarse, en este caso la madre, la justicia por su mano? ¿Cuales son las consecuencias de la venganza?



Conviene recordar, no obstante, que aunque nuestra concepción de la venganza suele ser "ojo por ojo diente por diente" (la ley del Talión que nos legaron los judíos) en Japón, que no ha tenido esta influencia pero sí la del budismo y el sintoísmo, es algo ligeramente diferente. La visión del film nos dará una idea más cercana a como afrontan en esta cultura el conflicto. Y el final, a mi parecer, no decepciona.




Así que si os apetece una película truculenta (porque no, no es un paseo de rosas y margaritas esta cinta) que os haga pensar y que tenga ese toque exótico (para nosotros) de los japoneses, Confessions es una buena elección. Es verdad que la trama tiene puntualmente algunos giros surrealistas, pero, insisto, está muy bien construída y en su conjunto es creíble. Además, los niños que actúan son tan adorables... (por fuera, naturalmente).



Conviene recalcar otro concepto que también se maneja en la historia, el de la audencia colectiva (la clase) pasiva ante el horror del crimen pero a la vez violenta, como una masa irracional y peligrosa.



Definitivamente, merece la pena echarle aunque sea un vistazo. La primera escena atrapa. Y los créditos finales son sencillamente hermosos. Garantizado.

1 comentario:

Annell dijo...

La última peli que vi que recomendabas en tu blog me encantó, así que supongo que también me veré ésta.

Por como lo describes, me recuerda un poco a la estructura de Ciudadano Kane O.o