sábado, 30 de octubre de 2010




Hay tantas, tantas, tantas cosas por hacer, que, sinceramente, me dan ganas de esconderme debajo de la cama por siempre jamás.





Ale.




Fuck all them.
 

jueves, 28 de octubre de 2010




"No acataré mientras viva el mandato de una mujer", dijo Creonte.

(Y así fue como desató las terribles y devastadoras desgracias que más tarde le acontecerían, a él y a su familia).


Antígona, de Sófocles.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Sonido II: Cascabeles 
           


            Nada más llegar, el primer domingo, ya me piden que acompañe la misa con el órgano. Acepto, por supuesto. Spilville es un lugar maravilloso, de gente encantadora. He dejado la bulliciosa Nueva York, con ese inmenso océano que tanto me gusta, pero que a la vez me recuerda lo lejos que estoy de mi querida patria. Porque la echamos de menos, sobre todo los niños. Toník no hace más que preguntar cuándo regresaremos. Y Otilka está más melancólica que de costumbre. Así que decidí traerles de vacaciones a este pueblecito en medio de montañas. La mayoría de la gente, además, habla nuestro idioma, así que es casi como estar en casa. Y me tratan muy bien. ¿Un compositor famoso? Perfecto. Están muy orgullosos de tener a alguien de renombre en su pequeño pueblo, aunque muchos de ellos ni me conocían. Y están ansiosos de que les demuestre mi talento.
            Así que toco un par de piezas durante la misa. ¡Y todos me aplauden encantados! No puedo evitar sonreír. Los halagos de esta gente sencilla me agradan más que los del pedante público que acude al estreno de mis obras en los grandes teatros. Cuando el cura ha acabado, ellos aún quieren más. Bien. Echo un vistazo a Anna y los niños, que me miran expectantes desde la tercera fila. Yo también estoy feliz. Así que decido improvisar en el órgano. Al principio no son más que tres notas vacilantes, un simple inicio, que ni siquiera sé por dónde me va a llevar. Pero poco a poco, todo va cobrando un sentido. Respiro con fuerza, mientras mis manos no dejan de moverse, inundándome de ideas nuevas. La pequeña y modesta iglesia, con el frescor de sus muros de piedra. El respetuoso silencio. Por las ventanas entra la luz del sol, pura como no la he visto nunca antes. Carente de mácula, como algo sagrado. Me imagino las montañas que hay detrás, altas e inmensas, como las que he visto esta mañana al despertar. Toda la naturaleza indómita y salvaje que nos rodea parece darme fuerzas para hacer crecer la melodía. Representa a Dios en su esencia más pura, el verdor. Me siento tan pequeño de improviso, rodeado de tanta grandeza… casi puedo sentir Su presencia en medio de esta sublime armonía.
            Alguien abre la puerta de la iglesia de golpe, un ruido sordo que me desconcentra. Mis manos, que parecían dotadas de vida propia, se detienen de repente. El hechizo parece haberse roto.
            Hay un niño pequeño y rubio, que corre hacia una mujer sollozando. Se arma un gran bullicio. Parece que ocurre algo, y todos quieren saberlo. Un hombre se levanta apresuradamente, tras escuchar a su hijo. Otros lo siguen con rapidez. Las mujeres también se levantan, parecen asustadas.
            -¿Qué ocurre? –un poco contrariado, abandono el órgano y me dirijo a la muchedumbre.
            -Indios –me contesta el cura con el ceño fruncido-, parece ser que están atacando a los niños.
            -¿Qué? –no entiendo muy bien.
            -¡Antonín! –Anna consigue acercarse a mí y me agarra del brazo. En el improvisado jaleo casi no podemos escucharnos-. ¿Qué ocurre…? ¡Toník! ¡Vuelve aquí ahora mismo! –llama a nuestro hijo pequeño, que también pretende salir de la iglesia para saber qué ocurre.
            -Dicen que son los indios, papá. –Otilka parece asustada.
            -Tranquilos, no creo que sea nada grave. –decido salir a mirar, sólo por curiosidad. ¿Indios? Los pocos que quedan están en reservas o fueron masacrados. Ya no es como antes.
            Salgo fuera. Con Otilka agarrada a su brazo, Anna no deja escapar a Toník.
            Es justo detrás de la iglesia. Se ha formado un corrillo de hombres y no puedo ver bien. Me sitúo entre las mujeres. Una de ellas grita furiosa, mientras otra sostiene a un niño de unos doce o trece años, tal vez un poco mayor, que no para de sollozar abrazado al pecho de su madre. Me fijo bien. Sólo tiene el labio partido, y algo de polvo en el pelo y la ropa. Ninguna herida realmente grave. Oigo entonces un grito de verdadero dolor. Sorprendido, alzo la cabeza. Por fin puedo distinguir que los hombres han atrapado a un indio. Es el primero que veo desde que llegué a Spilville. Por eso me llama la atención su indumentaria. Pantalones de tela, con bordados de colores a los lados. Cascabeles en los tobillos y en la cintura. No lleva camisa, tal vez debido al calor. El pelo negro y brillante recogido en una trenza que le baja por la espalda. Lleva una cinta de cuero en la frente y en la nuca un par de plumas hacia abajo. Ahora gime otra vez. Porque es sólo un niño. De la edad de mi hija, unos catorce años. Tiene raspones en los brazos y el torso, y empiezan a salirle algunos moratones en el lado izquierdo de la cara. Nada que ver con el cobarde chico que se esconde entre los brazos de su madre. Este grita por algo de verdad. Puedo darme cuenta de que es una injusticia.
            Pero el hombre blanco que le sujeta parece muy enfadado, y sigue ensañándose con él:
            -¿¡Qué le has hecho a mi hijo, asqueroso salvaje!? ¡¿Para qué has venido aquí?! ¿¡Querías robarnos!? ¡¡Querías, eh…!! –y le vuelve a golpear.
No me gustan sus maneras violentas. Al fin y al cabo, por muy salvaje que sea, sigue siendo un niño. Me siento obligado a intervenir.
            -¡Antonín, no deberías…! –me reprocha Anna, pero yo me suelto de ella.
            -Espere un momento, amigo. –me dirijo a él amablemente, y le pongo la mano en el hombro para llamar su atención.
            -¡¿Qué?! –se vuelve a mirarme, agresivo, me recuerda a un furioso jabalí, con sus ojos pequeños y la nariz aplastada.
            -Creo que ya es suficiente. –trato de explicarle-. ¿No se da cuenta?, es un niño.
            -¡¿Un niño?! ¡No es más que un maldito salvaje que quería matar a mi Honza! –vuelve a zarandearle sin reparos.
            -Eh, tranquilo –me gustaría que le quitara las manos de encima de una vez-. Creo que todo esto es un gran malentendido.
Desde el suelo, el niño indio me mira desesperado con unos grandes ojos negros y brillantes. Sin duda ya ha tenido suficiente.
            -¿¡Malentendido!? ¡Apártese! ¡Esto no es asunto suyo! –el hombretón pega un manotazo en el aire. No es un jabalí. Definitivamente es un pobre burro furioso.
-No pienso permitir… -digo, notando como yo también empiezo a enfadarme.
La violencia me repugna. Nunca he dado palizas a mis hijos, ni pienso hacerlo jamás. Tampoco permitir que se ensañen con un niño en mi presencia, abusando de su debilidad.
            -Eh, Frantisek, creo que Antonín tiene razón. –ahora un segundo hombre, el maestro del pueblo, interviene. Se llama Lukás, y nos invitó a cenar en su casa el otro día. Es un buen hombre, que además entiende bastante de música-. Deja al chico en paz. Por cierto -Lukás se me adelanta, mientras se coloca bien sus anteojos-… ¿No es éste el hijo de Tierra y Agua?
            -¿Eh…? ¡Bah! –por fin el burro de Frantisek se da por vencido, y suelta al indio. El muchacho, agotado, cae de rodillas sin poder evitarlo.
            -¡Apartaos! –Lukás parece haber tomado el control de la situación, y los demás hombres, que le tienen respeto, obedecen. Se vuelven con sus mujeres, aunque les oigo mascullar maldiciones.- Eh, chico. –Lukás se agacha al lado del niño, que aún no parece tener fuerzas para ponerse en pie- Sí -se vuelve para mirarme-, éste es el hijo de Tierra y Agua,  me acuerdo de él perfectamente. Creo que entiende algo de nuestro idioma –se dirige a él, hablando despacio y claro-. Tranquilo. Tierra y Agua. Eres el hijo de Tierra y Agua, ¿verdad?
            -Tierra… Agua… -repite el chico con voz ahogada, apartándose algunos mechones de la cara.- Hijo -dice desesperado, parece que conoce a Lukás-… Hijo Tierra y Agua. ¡Hijo Tierra y Agua! –repite sin cesar, como si de pronto hubiera comprendido.
            -Eso es -Lukás mira a la gente que se agolpa a su alrededor-, ¿Veis que…?
            -¡Han traído una niña endemoniada! ¡Sacadla de aquí! ¡Sacadla de aquí, o nos traerá mala suerte! –grita una mujer entre la multitud.
Todas las miradas se centran ahora en un bulto en el que antes nadie había reparado. Una niña pequeña que, encogida en un rincón, solloza lastimeramente abrazada a sus rodillas.
            -¡No! ¡No! –el chico indio se levanta de un salto, y se pone delante de ella para protegerla.
Grita algo en su idioma. La gente cada vez se pone más nerviosa. Me fijo en la niña. Lleva un viejo y desgastado vestido indio de telas de colores. El pelo sucio y enredado le cae suelto por la cara. Es bajita y enclenque, y su piel, en vez de ser morena como la del chico, es de un color más pálido. Pero lo que más me llama la atención son sus ojos. Grandes pupilas completamente blancas… Por un momento me estremezco, antes de darme cuenta de que la niña es ciega. Tal vez sea eso lo que asusta a la gente.
            -¡Dejadlos marchar! –ordena Lukás entonces, alzando los brazos para tranquilizar a la muchedumbre-. No han hecho nada malo, y de todas formas ya han recibido un buen castigo. ¡Vete! –le dice entonces al chico indio, que parece entenderle, porque coge de la mano a la pequeña, y corre, arrastrándola hacia el bosque. Pronto sólo queda el sonido de sus cascabeles.
Y luego nada más.
            -¡Eso, eso, que se vaya, pero como vuelva se va a enterar, que saco la escopeta y…! ¡Y pienso hablarle de esto a Mr. Goodman, por supuesto que sí, ya lo creo, él seguro que no se anda con chiquitas con estos malditos salvajes! –oigo rezongar al burro Frantisek, mientras su mujer trata de calmarle, y su hijo, el cobarde Honza, se le agarra a un brazo.
            Los ánimos se acaban calmando. Y poco a poco todos retornan silenciosos a sus casas. Sin embargo, se ve cómo cada dos pasos miran hacia atrás con desconfianza, como si una verdadera tribu de indios guerreros hubiera pretendido arrasar Spilville.
            -¿Has visto las piedras del suelo? ¿Y las heridas de la niña y del chico indio? –le digo a Lukás, cuando sólo quedamos nosotros dos, su familia, Anna y los niños.
            -No –responde tranquilamente.
            -Claro que sí –insisto-. Los niños a los que supuestamente atacó aquel chico indio se habían escapado de misa y eran bastantes. Apuesto a que les tiraron piedras, e intentaron hacerles daño. El indio sólo se estaba defendiendo.
            -Puede ser -responde Lukás vagamente-… Antonín, ¿por qué le das tanta importancia ahora que ya ha pasado?  Además se trata de un hecho puntual, es la primera vez que en Spilville…
            -¿Suelen venir muchos indios por aquí? –interrumpe Otakar Sourek, mi biógrafo, que se ha empeñado en acompañarme incluso estando yo de vacaciones.
            -No. Iba a decir que es la primera vez que ocurre algo así en Spilville, al menos desde que yo vivo aquí. Y de eso hace ya bastante –Lukás se calla un momento-. Bueno, hay una colonia de indios Kickapúes por aquí cerca –confiesa-. Están desde mucho antes de que llegáramos nosotros, al otro lado del bosque.
            -¿Y… son peligrosos? –mi pobre Otakar no parece tenerlas todas consigo.
-Qué va –procura tranquilizarle Lukás-. Cada año que pasa son menos. Ahora no serán más de veinte a causa de las enfermedades y la falta de medios. A veces viene a Spilville  uno que se llama Tierra y Agua, que también habla algo de checo. Vende hierbas medicinales y esas cosas. Muchas veces ese chico de antes, su hijo, le acompaña para ayudarle. Tierra y Agua es buena gente –confirma-. Están pasando mucha hambre últimamente, porque ya han perdido casi todos sus territorios por aquí. Pero nunca nos han atacado, y podría apostar mi cabeza a que jamás lo harán. Pobres indios. ¿No ha leído usted a Rosseau y su teoría del buen salvaje…? –sonríe al ver que Otakar sigue algo asustado.
            -Por supuesto, pero… -las buenas ideas del filósofo francés no parecen tranquilizarle lo más mínimo.
            -Papá… ¿querían matarnos esos indios? –pregunta entonces Otilka, que aún sigue agarrada a mí.
            -Claro que no, ¿no ves que…?
            -¡Si ellos nos atacan yo haré pum, pum, pum! –Toník finge manejar una escopeta imaginaria, y apunta hacia el bosque.
            -No van a atacarnos –repito-. Sólo eran un par de mocosos, como vosotros. –Y como no quiero que estén asustados, decido cambiar de tema-. Si os portáis bien, y prometéis ser buenos, papá os hará un regalo.
            -¿Ah sí? –Toník ha dejado de ser un soldado del oeste, y ahora me mira expectante-. ¿Cuál?
            -Os compondré una pequeña sonatina para piano -miro a mi hija mayor-
 …y para tu pequeño violín, Toník. Así podréis tocarla juntos cuando regresemos de nuevo a Europa. Ahora sed buenos e id con mamá, ayudadla a poner la mesa para que podamos comer.
            -¡Sí! –por fin Otilka ha sonreído. Coge de la mano a su hermano, y los dos echan a correr. En un instante ya han podido olvidar todas sus preocupaciones.
            Pero yo no hago más que pensar qué hacía esa extraña pareja de indios aquí. Un adolescente, y esa niña… de siete u ocho años a lo sumo. ¿Su hermana? Tal vez. ¿Estarían buscando algo de comida? Lukás ha dicho que pasaban hambre. ¿Entonces por qué acercarse tanto a la iglesia, en vez de aprovecharse de que la gente no estaba en sus casas para entrar a robar? No. Esos niños no son ladrones ni mucho menos, de eso estoy seguro. Y la pelea ha sido cosa de los chiquillos, por supuesto. La gente sólo se ha asustado porque se trataba de un indio. ¿Pero qué hacían ellos allí…?  
Vuelvo a mirar el bosque, como si entre sus frondosos árboles pudiera encontrar alguna respuesta. Aún recuerdo el sonido de los cascabeles perdiéndose en su misteriosa espesura, como el canto de un pájaro más. Pese a ser algo de origen humano, no desentonaba en absoluto con la salvaje naturaleza.
Ahora me parece el sonido más hermoso que he escuchado nunca.


lunes, 25 de octubre de 2010




Hoy se me ha ocurrido que quiero escribir un relato erótico.

¿No sería una mala idea, verdad?

(Y aviso que a partir de ahora voy a llamar a las cosas por su nombre, así que si sois de mente recatada, inocente, pura, o simplemente pasáis de estos temas, cambiad la pantalla).

El caso es que, obviamente, no es tan fácil como parece hacer que la gente se excite sólo con las palabras. Y sin embargo, creo que es uno de los métodos más efectivos (a parte del sexo físico puro y duro). Mentiría si dijera que nunca he visto una peli porno, y la verdad es que, algunas no están mal, pero creo que me atraen más por la idea de estar viendo algo "prohibido y aparentemente mal considerado" que por las escenas en sí, que suelen ser bastante parecidas. Como las de las pelis, vamos, sólo que en las pelis porno salen pollas y coños en primer plano y las escenas de sexo duran 20 minutos. (Ah, sí, y no hay argumento, y el diálogo es universal).

Pero, personalmente, la penetración sexual (ya sea con una polla real, un plátano o un consolador sofisticado) no me parece especialmente erótica. A parte, es un tema más que manido y (yo lo considero) sobre valorado. Así que voy a tratar de ser original y mencionarlo si eso de pasada en mi historia.

Y ahora es cuando entramos en el origen real de este post, que es plantear unas inofensivas preguntitas.

¿Qué es lo que más te excita que te hagan en el sexo?

¿Qué es lo que consideras más sexy en los chicos/chicas?

¿Qué cosas te gusta hacer a ti?

¿Algún tema musical... recurrente para estas ocasiones?

¿Y algún lugar?


Y como me gustaría que alguien aportara ideas, pero no voy a jugar sucio, respondo yo primero:

-Lo que más me excita... mmm el sexo oral (que me lo hagan, of course) aunque hay que tener cuidado a quién se lo pides... Y que me muerdan el lóbulo de la oreja.

-El cuello, el olor. El olor es una de las primeras cosas que me excita en una persona... no me refiero al olor corporal puro y duro, sino a ese olor propio que todos tenemos. Y que me abracen fuerte. Me encanta sentir la piel del otro en la mía.

-Lo que más me gusta en morder el cuello (sí, tengo arranque vampíricos, jajaja), los huesos de la cadera cuando se transparentan, al igual que la clavícula, me encanta besarlos/acariciarlos. Y la nuca... me encanta besar la nuca.

-Tema musical... http://www.youtube.com/watch?v=cXLkWfGu3Ow

-Lugar... mmm... cualquiera, qué se yo... menos un coche. Hacerlo en el coche no sería nada excitante para mí. Pero sí al aire libre, en el campo... no sé, es agradable la soledad extrema en esos momentos, ya sabéis... sin molestia ni decoro.




(Agradecería ideas, ya que así puedo contrastar diferentes puntos de vista... A cambio, además de haberos desvelado mis intimidades, colgaré el relato en el blog para que podáis criticarlo, desmenuzarlo... y una larga lista de "arlos".)


Arigatou gozaimasu.

domingo, 24 de octubre de 2010




Bueno, bueno. No suelo hacer estas cosas, pero la ocasión lo merece.

¡Bienvenida/Welcome/ Yookoso/ Anell! *palmitas*

Para qué vamos a engañarnos, es un placer tener de nuevo entre nosotros (al menos a este lado del océano, me refiero) a esta chica. ¿Que quién es Anell? Pues es una mente retorcida y perversa (but I also know your sweet face, hehe) que escribe un blog a veces irónico, a veces desternillante, a veces devastadoramente sincero o sencillamente simpático.... y todo ello con estilo y sin despeinarse. Vamos, que merece la pena que le hagáis una visita.

Y además, esta chica (que desde luego no pierde el tiempo) es novelista desde 1748! (O al menos eso pone en su blog, jeje). Osea, que es de la buenas, porque ha tenido como... como siglos, para perfeccionarse. Así que si no le echarais un vistazo a la novela que se trae entre manos, Los ojos de los ángeles, puede que os estuvierais perdiendo una muy buena historia... (y ya visto el panorama actual, sabéis que no es precisamente lo que abunda). So... go to read! (Y de paso os engancháis y así me ayudáis a extorsionarla para que escriba más, muajajajá).

Pues eso, Anell Strawberry, tus comentarios son siempre bienvenidos (y esperados) en este rinconcito. Mucha suerte con tus estudios de segundo (nahhh tú te lo sacas sin darte cuenta) y recuerda que tenemos una cita pendiente por Madrid...


Y para seguir una tradición, aquí tengo algo de música para ti. Cañera y gamberra, para afrontar con ganas un lunes, toma ya! Y para celebrar que has vuelto...

http://www.youtube.com/watch?v=TF2setyp_kg

sábado, 23 de octubre de 2010



Estoy un poco cansada. No, en realidad estoy muy cansada. Creo que ni siquiera puedo tenerme en pie.

Me pregunto si seré fuerte. Fuerte para librar todas las batallas pendientes.

¿Ganaran ellos o ganaré yo?

Hay un paquete de tabaco guardado en el cajón. No quise tirarlo. Está ahí. Nuevo. Sin abrir. Es una promesa. Un recuerdo. Dicen que tienen que pasar 28 penosos días para superar una adicción. Ya llevo 16. Y me quiero morir.

Y si sólo fuera eso...

También hay una persona. Una persona que es peligrosa, un depredador. Pero a mí me gusta jugar con juego, simplemente no puedo resistirme. Y eso que sé que acabaré mal, que me ha mordido y lo hará, no parará hasta devorarme... ¿Tendré la voluntad de echar a correr, lejos, muy lejos? ¿O seguiré jugando hasta ver correr la sangre?

Y el dolor. El dolor de la humillación y el desprecio. De maldecirme por ser tan débil, por...






Hay tantas cosas pendientes... tantas... y tanto miedo.




(En momentos como estos, una larga noche de sueño, en quietud y comodidad, parece una bendición.)















Pero qué demonios, la suerte sólo sonríe a los que lo intentan.

Mañana volveré con redobladas fuerzas.


http://www.youtube.com/watch?v=G2xHLAzLZXo




Buenas noches. :)

martes, 19 de octubre de 2010








The nervous laugh.
         The furtive glance.
         Your sweaty hands. 
         A furious beat.

         That distressing nightmare.
         The sweetest dream.
         An unstoppable desire.
         Your iron will.

         A mortal uncertainty.
         Your risky decision.
         That inevitable situation.
         The eternal second.
                                           
Your valuable restlessness.
That terrifying word.
         The headiest illness.
         Another stupid love.






(I'm NOT in love, he, he). 

12 days...  
                

              

domingo, 17 de octubre de 2010



Una entrevista interesante, palabra. Y no perderéis en ella ni 5 min. de vuestra vida.


http://www.youtube.com/watch?v=b-lxRrc8lOs&NR=1










Creo que este vídeo, Tori Amos explica parte de la complejidad que caracteriza a las mujeres. Que tienen la cualidad de poder ser doncella, madre y maestra. Que cambian y se reinventan según la persona que tienen delante o la situación.

Verdaderamente somos profundas. 









(Y aquí el vídeo dónde podéis verlas a todas: http://www.youtube.com/watch?v=SZOFa_JYMnM)

10 días!!!!!!!!! 

sábado, 16 de octubre de 2010




Y según como lo analices, las cosas pueden verse de una manera u otra. Esa es una verdad universal.

El velo que llevan las mujeres en los países islámicos. Dirán que es seña cultural, pero yo no veo que los hombres musulmanes se tapen también por la calle. Luego, es algo sólo de las mujeres. Que ocultan su cabello para no excitar a los hombres.

Claro, si lo piensas, tiene lógica. Un pelo bonito, unas piernas largas, las tetas, buffff, les ponen a cien, pobrecitos. Son animalitos libidinosos, no pueden controlarse. Y luego, claro, pasa lo que pasa, violación. ¡Y la culpa es nuestra, por provocarles! Ains, es que somos tan malas... Es que si nos dicen las cosas a golpes no aprendemos.

Por eso, mejor tápate el cabello, las piernas, el pecho. No insinúes nada. El cuerpo bonito es sólo para el disfrute exclusivo de tu marido; además, si te tapas todita, los hombres dejaran de verte como si sólo fueras un par de tetas...

Es evidente que tiene más ventajas que inconvenientes. Y es un rasgo cultural que debe ser respetado. Permite que reafirmes tu identidad, que demuestres que tienes claras tu raíces. Por España, Francia, Inglaterra, por cualquier país ve con tu velo, que quedará claro que eres musulmana. Y desde luego vas a llegar muy lejos así...

Y a cualquiera que diga algo en contra... ¿no van las monjas también tapadas? ¿y los macarrillas al insti con la gorra de lado?

Pues eso.

Y reconsiderarlo si es que no pensáis igual. Una cultura... es una cultura. Aquí las chicas se perforan los labios, la nariz, hasta los pezones, para ponerse aritos. Y en áfrica, pues la mutilación genital.

Rasgos culturales, al fin y al cabo. No es tan diferente.

(Si es que, el que no quiera entenderlo, es porque no es abierto de mente...)

viernes, 15 de octubre de 2010




No fue buena idea follar con alguien a quien yo amaba pero que no me correspondía.

No soy una cría, ¿vale? Sé de que va el rollo. Sé que cuando llega el invierno y hace frío, se juntan los cuerpos para soportarlo.

Tampoco espero que, sólo por haber tenido sexo con alguien, esa persona tenga que quedarse a mi lado por toda la vida, o que tengamos que amarnos profunda y verdaderamente hasta que la muerte nos separe.

El sexo es diversión, desahogo, placer, curiosidad, descubrimiento.

Pero hacerlo con alguien que te gusta de verdad y que no te corresponde... bufff. Acabas jodida, y no sólo en ese sentido. Os lo aseguro.

¿Por qué?

Estábamos en mi casa. Por qué, ni lo recuerdo. Venía a buscar unos apuntes de la universidad, me traía un libro que necesitaba... yo que sé. El caso es que acabamos hablando. En el salón. Sentados en el suelo, frente a las cortinas, con los visillos echados. Hacía sol, el sol de la tarde temprana, que iluminaba el suelo y hacía resplandecer a la madera. El otoño se imponía, pero a esa hora, en ese rincón, aún era verano. Me dijo que era virgen; no es que le importara mucho el hecho, bueno, no demasiado, pero es que tenía ya 18 años...  y bueno, en fin, a veces le avergonzaba reconocerlo. Porque ya era todo un hombre, ¿no? Yo escuchaba, alegre en mi interior, no sé por qué. ¿Novias? No, ninguna, aún no había conocido a la chica adecuada. No, no estaba esperando a tener sexo con esa supuesta chica. En realidad el sexo y encontrar novia eran dos cosas totalmente diferentes para él, y que no tenían por qué ir juntas. Lo de la novia, por ejemplo, no le agobiaba especialmente, de hecho prefería esperar. Pero lo del sexo... la masturbación ayuda, claro, pero llega un momento en que uno se cansa, en que uno quiere cambio, novedad, comunicación.

Entonces sentí que era mi oportunidad; con una alegría amarga me estremecí en mi interior; mirándole luego a los ojos, le dije, bueno, eso puedo solucionarlo yo, quiero decir, puedo echarte la mano con ese asuntillo.

¿Tú?

Clavó sus grandes ojos negros en mí. Brillaban con sorpresa. Por un momento temí que fuera a rechazarme, o a reírse, dejándome en el más absoluto de los ridículos. Me moría de sólo pensarlo. Pero no, nada de eso, permaneció serio.

¿Harías eso por mí?

Sí, dije yo, en voz alta, mientras algo se me clavaba dentro, la tristeza, el dolor, la humillación.

Pero de verdad quería seguir.

Me desabroché la camisa, y me la quité. Luego el sujetador. Le miré. No me quitaba los ojos de encima, escudriñaba con científico interés cada centímetro de mi torso. Evaluando. Y deseo. Podía verlo en sus ojos.

No se decía a moverse. Simplemente me contemplaba, como un niño contempla un dulce tras el cristal de la pastelería.

Me acerqué un poco, cogí su cara entre sus manos, y acerqué la mía. Su olor. Un olor a jabón y al suavizante de la ropa. Y a champú. El cabello que le caía a ambos lados del rostro olía a champú. Apoye mi frente en la suya, aspirando el delicioso aroma; sólo con eso ya me excitaba.

Él me besó por primera vez. Fue un beso torpe, seco, tímido. Entonces le besé yo, buscando su lengua, animándole a seguir, mientras colocaba sus manos en mis pechos, que ansiaban su caricia.

Las dejó ahí un rato, mientras seguía explorando mi boca, pero luego empezó a moverlas un poco, aquí, allá.

Se le puso dura muy rápido. Antes de que quisiera darme cuenta, le tenía encima (el suelo estaba duro) besándome frenéticamente, estrujándome el pecho, golpeando sus caderas contra las mías entre jadeos. Ya no era sólo deseo, me ansiaba, me quería a toda costa, en ese preciso momento era todo en su mundo. Pero no yo, mi persona, sino la mujer, el cuerpo que yo era, el trozo de carne contra el que podía restregarse para aliviar su excitación.

Yo, que como una estúpida había soñado mil veces con ese momento...

Pero seré la primera, pensé, al menos seré la primera. Y no me olvidará. Sí, eso me decía mientras me bajaba las bragas sin quitarme la falda, y hasta me tomaba la molestia de desabrocharle los pantalones. Estaba tan excitado como esperaba, su pene estaba tan duro y caliente que temí que fuera a correrse ahí mismo, entre mis manos, y no termináramos lo que estábamos haciendo. Así que, entre sus gemidos, lo conduje hacia mí, buf, estaba jodidamente húmeda. Se deslizó fácil, y él gritó, me aplastó aún más contra el suelo. Pero supo contenerse.

Con los ojos cerrados, buscando sus labios, empecé a mover las caderas, marcando el ritmo. Pero pronto él fue quien controló la situación. Con fuertes embestidas me hizo suspirar, e incluso gemir. Follaba jodidamente bien para ser virgen (¿o era que yo estaba demasiado excitada?) el dolorosamente placentero roce del principio, era como una llave que da vueltas y pone en marcha un mecanismo mucho más complejo, que hace que todo tu cuerpo se convulsione, se deshaga, se queme.

Durante un instante hasta logré olvidarme de todo.

Después de que se hubiera corrido, permanecimos abrazados unos instantes, intentando recobrar la respiración. Tenía los ojos cerrados. Aún estaba lejos.

Escuchamos la llave girar en la puerta, y fue como una predicción terrible. Todo se fue, mientras el se separaba de mí con rapidez, desinterés, como si nunca hubiéramos estado juntos, y se subía los pantalones.

Sólo un rubor en sus mejillas. A parte de eso, nadie diría que hubiera podido ocurrir algo interesante en ese salón, ya en penumbra.

Mi madre entró, y nos vio sentados. Yo tenía la falda cubriendo mis piernas, mi muslos húmedos aún de su semen, y sintiendo esa incómoda y a la vez vergonzosa sensación, contesté sin turbarme sus preguntas.

Él no habló en ningún momento. Mi jodido amor de infancia, no tenía ni palabras para mí. Nada. Sólo silencio.

Humillación.


http://www.youtube.com/watch?v=QhJ6bE4z5vs

miércoles, 13 de octubre de 2010



 
At this morning, I was at the station of “Atocha”, and there, I began to look around. All the building it’s a bit dismal, don’t you think so? Its high open ceilings let wind and cold to come in the whole station, and the sky that we can see it’s always grey. The installations are made for inexpressive metal in a very serious design. “Atocha” is always plenty of people, but it isn’t a warm or friendly place, not at all. People are always running after trains that they can’t catch in the end, or waiting for them with an impatient, tired look. They don’t usually look at other people, because they are thinking in what they have to do when they reach home, work, or wherever. All the trains that come into “Atocha” spit out lots of people before new lots of people get in. It’s like an obligatory exchange, a succession that repeats again, and again... When I’m at “Atocha” in the morning, and look around me, I feel a little sad. Because these trains aren’t the fantastic ones of my adventure books which bring you to exotic and amazing places. No. These gloomy, stifling trains bring us (the ordinary people) directly into our obligations, work and monotony. 









5 days (oh, please, kill me!!!). 
   

martes, 12 de octubre de 2010



Nadie debería confiar en lo que digo. Escribo. Con lo cual, hace tiempo que perdí la noción de lo que es real de lo que no. Mezclo cosas. Porque tras haber sido tantas personas, tras haber sufrido y disfrutado tantas cosas, yo siento que...

tengo que protejer lo único que es mío a cualquier precio, ocultarlo para que no se contamine pues

si perdiera mi propia referencia perdería también mi brújula en estos mundos.

Porque las palabras dan vida, crean, y nosotros somos creadores. Puede que no sea real en el sentido extricto de la física, puede que la ciencia aún no haya probado que lo que se cuenta existe (aquí o dónde sea)

pero


os puedo asegurar que, de alguna manera, las palabras tienen poder y


así como aceptamos muchas cosas que no hemos visto ni tocado (la libertad, el miedo, el amor, el pasado que desconocemos, las nuevas leyes de la ciencia que serán desbancadas por otras nuevas dentro de un siglo...)

las letras nos engañan, las letras crean mundos que no (aparentemente) pueden existir.


Así es.




No odiéis a los que hacemos esto, pues al escribir damos vida y la quitamos, a nosotros que nos adentramos al interior de las personas y los sucesos, que navegamos por oscuros ríos sin otra guía que nuestra voluntad.

Si no fuera por el refugio de las palabras, decidme...


(si alguno se atreve)


¿qué sería de todos nosotros?



Y sin embargo, repito, no es buena idea fiarse de una escritora o de un escritor.



Pero no os quejéis luego, queridas, queridos... desde el mismo momento en que empezastéis a leerlos (a leerme) entrásteis en el juego...




4 días.

domingo, 10 de octubre de 2010

Tooka.   10/10/10   


 Sonido I: Aves de pico metálico


Primero sólo existe un sonido.
            Bum. Bum. Bum.
            Suena con tanta fuerza que puedo sentir como mi cuerpo se estremece a cada nuevo golpe.
            Bum. Bum. Bum.
            Es un sonido perfecto, sincronizado, no hay ni un antes ni un después, simplemente…
            Bum. Bum. Bum.
            Es agradable. Y tan poderoso, que podría mover el mundo y a todas sus criaturas, o al menos así lo siento yo.
            Tardo tiempo en darme cuenta de que se trata de mi propio corazón.  
Nuevos sonidos llaman mi atención:
            Un silbido mágico, a ratos graves y a ratos agudo, que de improviso se transforma en múltiples crujidos, como vocecillas que forman un coro. El viento que juguetea entre las hojas.
            Una risa, fresca, que nunca se detiene, pero que se modula constantemente. Un sonido escurridizo e imposible de atrapar. Imperecedero. Es el  río de las piedras amarillas y bulle con los chapoteos de la alegre trucha arco-iris en su interior.
            Entonces siento algo cálido y huesudo que se aferra a mi mano. Tengo un nuevo estremecimiento… enseguida me tranquilizo. Luna de los espíritus pretende llevarme a algún sitio.
            Me dejo conducir sin miedo.
            Un roce seco, vacilante, a veces más fuerte o más débil, el de mis tehuas* al andar. Los suyos apenas puedo escucharlos, un leve soplo entre la hojarasca, como si sólo rozase el suelo. ¿Es así como andan los espíritus…?
            Caminamos un rato más.
            De repente, el río canta su canción de vida más fuerte, acompañado por tantos sonidos, que casi me siento agobiado al tratar de distinguirlos a todos:
            El canto agudo del pájaro de plumas amarillas y de los pequeños pajarillos pardos le responden sin cesar. El aleteo de sus plumas gráciles que pueden llevarlos hasta las nubes. Las crías pían desde sus nidos, pidiendo comida, quieren crecer pronto para poder volar. Los viejos árboles, que respiran cansinamente entre crujidos de madera seca. Unos toques rápidos y asustadizos, tal vez un pequeño zorro gris que regresa apresuradamente a su madriguera, huyendo de la molesta luz del sol. El zumbido constante, signo de trabajo duro y dulce recompensa. Un sonido que recoge la alegría de cientos, en un himno común. El panal de abejas cercano. Un rugido lleno de orgullo, el de un cola corta* que domina en las profundidades del bosque. Le temo, a pesar de que sé que está muy lejos. Pero enseguida le interrumpe un chillido mucho más poderoso: un águila, que puedo sentir planeando sobre nuestras cabezas, trae consigo frío de las montañas del norte. Sonrío. Luna de los espíritus debe haberla llamado para que nos proteja en nuestro improvisado viaje.
            Todo esto se confunde en un único sonido, el latir del corazón del bosque, el zumbido de la vida.
            Aunque poco a poco esta maravillosa melodía se va debilitando. La risa del río suena cada vez más lejana, y ahora es sólo un murmullo. El pájaro de plumas amarillas ha volado lejos, llevándose a sus ruidosos aduladores.
Ahora nuevos sonidos. El de las cigarras, que parecen muy afanadas en producir su canto, sin percibir lo monótono que resulta. Después se escucha el sonido del viento. Pero ya no es un viento indómito que sobrevuela por encima de las altas copas de los árboles, tratando de alcanzar la morada de Kitzihaiata*. Ahora que ha descendido al suelo, se arrastra servilmente por los hierbajos y juguetea entre mis tobillos.
Crujidos de madera. No el agradable respirar de los ancestrales árboles, sino el triste golpe de una madera muerta y seca. Un agua se remueve con el aire, pero es sonido sordo, de agua estancada, prisionera. Discreto lamento. Un bufido y pequeños sonidos metálicos. Sin duda un caballo viejo atado a un poste. Estos sonidos ya no son libres y grandes como los de antes, sino modestos y reprimidos. Incluso los pájaros parecen cantar con reparos, incómodos, apenas unos pocos chillidos sueltos que carecen de armonía.
            ¿Dónde estoy?
            Luna de los Espíritus anda más rápido. Ya puedo escuchar sus pasos con claridad. Ahora que estamos fuera del bosque tiene que caminar por el suelo. Me hace pasar por algo estrecho, y yo empiezo a incomodarme. ¿Dónde estamos…? Voy a hablar, pero de mi garganta sólo sale un débil quejido…
            ¡Acabo de escuchar otro sonido!
            Es muy extraño y horroroso. Chirriante, que se fragmenta con fuerza y luego se recompone, una rarísima melodía ensordecedora que no tiene ninguna lógica y me desagrada. Sobre todo, porque no pertenece a las cosas que conozco, ya que nunca en la vida he escuchado aquello que la produce. Además, un sonido desconocido es sin duda señal de peligro. Y me hace ponerme alerta inmediatamente.
            Abro los ojos, y entonces el hechizo se rompe.
            Al principio no veo nada. El sol, potente en la Luna en que los días se alargan*, me da de lleno, así que he de cerrarlos de nuevo. Me restriego el rostro con fuerza y pruebo otra vez.
            Estoy… estoy encogido junto a la pared de un gigantesco utinekane* ceremonial de hombres blancos, aunque ni siquiera sé si puedo llamarlo así, ya que ellos ni se molestan en encender el fuego sagrado*. Hay muchos utinekanes vivienda  rodeándome, y me dan miedo. Las curiosas aberturas que poseen por doquier me parecen centenares de ojos mirándome. El bosque parece muy lejano, y la tierra que piso es árida. Y ese horrible sonido me está volviendo loco…
            Luna de los espíritus! ¿Qué…? –pregunto en un susurro.
 Aunque nos encontremos bajo el resguardo del muro y escondidos, no dejo de comprender que estoy en medio de una población de hombres blancos, donde probablemente no seamos muy bien recibidos, y menos en medio de una de sus ceremonias sagradas.
            Pero al mirarla se me escapan las palabras. Ella está con las manitas agarrada al muro, y los ojos fijos en la pared, muy quieta, callada, expectante… casi… ¡casi como si le gustara! Por un momento la sorpresa me inmoviliza. Ella vuelve a agarrar mi mano, y noto que la suya está temblorosa. Me la aprieta. Está diciéndome: “Es maravilloso. Es maravilloso… ¿No puedes entenderlo?
            -Lo único que entiendo, es que, como no nos vayamos pronto de aquí, tendremos problemas –musito. Me levanto, y tiro de ella-. Vamos…
            Pero se niega, aferrándose a la pared. ¿Cómo puede gustarle ese sonido tan horrendo? Es como si un millón de pájaros de pico metálico graznaran a la vez, constantemente, sin permitirse si quiera un descanso. ¡Es agotador! ¿Y eso era lo que quería enseñarme? Me siento algo decepcionado. Cuando vino hace un rato, orgullosa de su descubrimiento, yo pensé en algo grande. Un sonido realmente maravilloso. Pero… el nido de pájaros metálicos que tienen los blancos en su utinekane de ceremonia… ¡parece la broma de un manitú*  travieso!
            La arrastro. Por mucho que se resista, su cuerpo es pequeño y débil, apenas unos finos huesecillos cubiertos por una capa de enfermiza piel. La obligo a seguirme. Empieza a gruñir, contrariada.
            -Shhh… silencio… ¿quieres que nos descubran? –intento taparle la boca con la mano. Quiere morderme, se enfada, y empieza a berrear-. ¡Silencio! –estoy tratando de escabullirme del viejo campamento de los hombres blancos. Si nos oyen nos meteremos en un lío. Menos mal que ya he estado otras veces aquí, y sé que la salida está cerca. Tenemos que regresar al bosque cuanto antes…
            De repente oigo unos pasos. Los tehuas de los hombres blancos son duros y muy ruidosos. Pero eso significa también que nos han descubierto. Me vuelvo, contrariado. Tres niños. Más pequeños que yo. El más alto no me llegará ni a la nariz, eso seguro. Han debido de oír a Luna de los espíritus, y ahora que nos han visto, se detienen a una distancia prudencial.
            Nos miramos. Clavan en mí esos ojos tan claros que tienen. Sus pieles son de un blanco enfermizo como la de Luna de los espíritus, pero el fuerte sol de esta Luna* las pone de un color rosado, hasta rojizo. Tienen manchas en la cara, puntitos naranjas, y sus narices son demasiado largas. Su pelo es color tierra del camino, y corto, como si sus padres hubieran muerto, aunque ya sé que no es así. Visten ropas pesadas, sin adornos ni tejidos protectores. Son feos. Y en sus ojos distingo la hostilidad. Pero no pienso apartar la mirada. Porque noto su desafío. Al final uno de ellos, el mayor, el único que me mantenía la mirada, mira hacia otra parte. Suficiente. Me doy la vuelta. Sólo pretendo regresar a casa con Luna de los espíritus, que al darse cuenta de que hay gente se ha quedado totalmente paralizada. Ahora sí que tengo que arrastrarla de verdad.
            Andamos un par de pasos. Oigo a los niños blancos hablar detrás de mi espalda. No puedo distinguir lo que dicen. Ni una palabra. Sólo sus vocecillas agudas, como el chillido de una fea zarigüeya. Entonces Luna de los espíritus gime. Suena algo que acaba de caer al suelo. Inmediatamente me doy la vuelta. El niño mayor aún tiene la mano levantada y sonríe con sorna. Acaba de tirar una piedra a Luna de los Espíritus. Le miro rabioso. Ahora, el pequeño, que hasta entonces había estado agachado como buscando algo en el suelo, le lanza otra piedra a mi amiga. Por supuesto, ella no puede esquivarla, y le da en un brazo. Empiezo a ponerme furioso.
            -¡Eh, dejadnos en paz! –procuro que mi grito suene lo más amenazador posible, puesto que sé que no pueden entenderme.
            Pero se ríen aún más. Y ahora también me tiran piedras a mí. Ya no son tres niños, cuento siete. No estoy seguro de cómo actuar. Sé que debo marcharme de una vez. Estos pequeños diablos blancos pueden volverse peligrosos, además me han pillado en su campamento.
            Uno ha conseguido dar de nuevo a Luna de los espíritus en la cabeza, y parece que la herida sangra. Ella, que ni siquiera sabe de donde le ha venido, está asustada y se echa a llorar. Y ese horrible silbido metálico que no cesa… y las risas crueles de los feos niños blancos…
            No sé como ha ocurrido, pero de repente estoy encima del mayor -que lanzó la primera piedra a Luna de los espíritus- golpeándole con todas mis fuerzas. Al principio se revuelve debajo de mí, pero ni sus puntapiés ni sus débiles puños pueden hacerme daño. Me agarra del pelo y tira de él, yo le meto un buen puñetazo en la cara. Los otros niños me rodean, sólo veo caras, rostros hostiles, que se ríen y me señalan. ¡Los odio! ¡Y no puedo soportarlos! Sigo golpeando, cada vez con más fuerza, como si así pudiera borrar todas aquellas caras sonrientes de una vez. El chico tiene el labio partido, ahora parece más asustado. Disfruto sintiéndome superior. Y no pienso parar ahora. Sólo veo la sangre en la frente de Luna de los espíritus.  Rabia. Otra gente nos rodea,  pero ni me doy cuenta. Sólo cuando siento como me agarran de los brazos a la fuerza, mientras que el chico que hay debajo de mí solloza muerto de miedo, yo… puedo ver su rostro manchado de sangre también. Al fin la horrible música ha cesado, y experimento algo parecido al alivio. Intentó sin éxito deshacerme de los brazos que me aprisionan, me revuelvo. Hay varios hombres blancos fuertes a mi lado, que me gritan y me zarandean. Pronto me doy cuenta de que poco voy a poder hacer contra ellos. Los niños corren hacia las mujeres blancas, que también están allí, pero a cierta distancia. Se refugian en sus faldas. ¡Cobardes! ¡Me han tendido una trampa! Y en las miradas de todos… ese miedo, ese desprecio… la absoluta repugnancia con la que miran a Luna de los Espíritus, que solloza encogida en un rincón. Grito, me revuelvo furioso. El hombre que me sujeta me golpea en la cabeza. Veo borroso, todo vibra. Ahora está diciendo algo. Entiendo la palabra niño, hijo y maldito, porque son las que más repite.
Luna de los espíritus ya no solloza, gime desesperada. Otros hombres se han acercado a ella, pero parece que no se atreven a tocarla.   
            -¡De… dejadla en paz! –sé que no pueden entenderme-. ¡Dejadla en paz o tendréis que véroslas conmigo...!        
 No dejo de revolverme, hasta que un segundo hombre me pega otro golpe, esta vez en el estómago, que me corta la respiración. Siento que las rodillas me fallan. Pero el que me sujeta me tira del pelo con fuerza, para obligarme a levantar. Aúllo de dolor sin poder evitarlo.  Impotencia.




 *tehuas: mocasines.

*cola corta: oso.

*luna en que los días se alargan: verano. 

*utinekane: casa de verano de forma rectangular.

*fuego sagrado: por tradición kickapú el fuego es símbolo de Kitzihaita y debe ser conservado siempre encendido en cada casa. 

*manitú: pequeño espíritu de la naturaleza, no necesariamente malo, en ocasiones bastante bromista. Suele estar ligado a plantas o animales. 

*luna: mes. 



  
 






¿Qué es verdad y qué es mentira?



Hoy me he puesto a pensar en el ser humano. Creo que, de forma innata, todos buscamos la verdad. Es algo que está en nuestros genes, como el color de los ojos.

Eso es lo que hacen las religiones, ¿no? Nos ofrecen la verdad. Dios es la verdad. Si es que lo aceptamos...

¿Y por qué queremos saberla? ¿Por qué tratamos de imponerla cuando creemos que la tenemos? ¿Por qué la verdad es el cristal de color con que cada persona ve el mundo?

Odiamos a los mentirosos, pero muchas veces la verdad no está tan clara, paraos a pensar, de verdad que no es todo tan fácil.



Yo no sé donde está la verdad, ni la he llegado a vislumbrar. Sólo sé que huyo de las convicciones férreas, no me gustan. Creo que la verdad tiene que ser como el agua, capaz de adaptarse a cualquier superficie y, a la vez, irrompible. O quizá sea como el fuego, que consume y purifica...

No sé. De verdad que no lo sé.

Pero de alguna manera, me cuesta creer en las leyes de la lógica, la física, la ciencia. No la desprecio, es interesante, y seguramente cierta en muchos aspectos. Y nos facilita la vida. Pero... no sé, no acabo de verle el sentido a eso de intentar estructurar la realidad, vender la "verdad" en un mundo donde la gente muere, se van y nadie sabe a dónde... quiero decir, en cualquier momento podemos irnos, ¿y qué es lo que nos espera al otro lado?


Tal vez esto sea como un sueño, que no consigues despertar hasta que mueres... tal vez los que nos dejan han despertado.



O todos tenemos nuestra verdad. Única como nuestro genoma.












2 días.





 

viernes, 8 de octubre de 2010




Dejar una droga es duro.




Porque los hábitos... los hábitos nos acompañan toda la vida, como los amantes despechados nos siguen acosando aún después del "no" tajante.



Mierda.




Pero quiero dejarlo. Quiero dejarlo. Quiero ser libre, de verdad que quiero.

Pero es superior a mí, a veces mis manos se mueven solas y mi cabeza desconecta (mala combinación, ¿verdad?)





Aunque si no lo dejo sé... sé que me joderá la vida. Y bastantes problemas ahí para tener que buscarse otros...






Tengo que ser fuerte. Yo empecé con esto, yo le daré fin.


Lo prometería, sino fuera porque no creo en mis promesas, las promesas de alguien que, muy pronto, va a estar con el mono.


En fin.


1 día.

miércoles, 6 de octubre de 2010






Este verano, la vida me enseñó dos lecciones muy duras.


Una de ellas aún no le he acabado de entender, pero, os lo aseguro,


estoy en el proceso.



La otra, sin embargo, caló muy hondo en mí,

(mierda, ya lo creo que sí, os aseguro que fue como un puñal de hierro candente clavándose en mi estómago)

la soledad.




Da miedo, ¿eh? Creo que es lo que más aterroriza, y si no me creéis, si pensáis

bueno, mejor sólo que mal acompañado (lo cual es cierto, pero

como el veneno no es aconsejable en grandes dosis)

reflexionad un momento e imaginad qué demonios haríais con vuestra vida de estar

SOLOS



bueno, yo tengo la respuesta, y es fácil, seres como nosotros que han vivido ya

en eso que llaman civilización probablemente enloquecerían y si no,

acabarían entregados a una dolorosa existencia

(si, ya sé que está Robinson Crusoe allá perdido en su isla, tan tranquilo, pero

recordad que fue creado por Defoe, autor cristiano que no creía en el suicidio...)



Bueno, yo no estoy hablando de soledad absoluta

(no pretendo atribuirme mérito alguno, realmente)

pero sí de una ruptura importante, los únicos lazos que me unían a mis raíces,

a la tierra que me crío, el calor de unos brazos, mis ideales, mi...


mi legado, sí, lo he perdido, ¿entendéis?


la roca a la que aferrarme, aquello que siempre debe prevalecer, lo que me alejaba de mis pesadillas, despareció


desapareció,


desapareció.







Por un momento creí enloquecer y el mundo se derrumbo.



¿Dolor?






Pero después...



















¡Después me di cuenta de que era libre!









Libertad.

(En toda su desgarradora tristeza y bendito alivio...)

martes, 5 de octubre de 2010





Yesterday, I promise to myself something very important: I won’t pay again to see an American comedy in the cinema or wherever. I won’t, I promise. I’m a student, so I don’t have much money, (and if I have some I have to spend it in stuff for the university…ehem). Moreover, I work in order to get money and I don’t want to lose it, definitely not. So, the next time my friends ask me to go with them to see an American comedy, I say: "No thanks, enjoy the film”.  Why am I saying this? Well, yesterday I watched the American comedy “Vampire Sucks” and it was ok the first five minutes. But then… then I wanted to kill myself. And now, I have one question for the director of that film: Why the only funny scenes in the whole film are those which we can watch in the trailer? And I can assure you, it’s the same in all American comedies. They make us think that the film is funny with the trailer, so we go to the cinema, we pay for it and later we discover that the film is absolutely boring, nonsense. So, if I were you, I wouldn’t pay for an American comedy; (unless you were masochist, of course).  If you really want to watch it… download it, in this way, you can stop the film when you can’t stand more foolishness…

lunes, 4 de octubre de 2010





La crueldad.



Ves una mariposa. Es bonita pero fugaz. A no ser, claro, que la atrapes, y con sumo cuidado y delicadeza, le claves un alfiler. Entonces podrás enmarcarla y colgarla de la pared de tu habitación, y disfrutar de su belleza cuando te apetezca. Está muerta, claro, pero, bah, detalles sin importancia, ¿a quién le importa? A ti no, desde luego.



La crueldad. Puede que nazca del deseo de que todo sea siempre igual, del miedo a los cambios y al movimiento. Pero sobre todo, tiene su orígen en la falta de empatía.

domingo, 3 de octubre de 2010








Detesto las etiquetas.

El libro de terror.

La película romántica.

La empollona de la clase de al lado.

La guarra que sale con tu ex-novio/el cabrón que se lo monta con tu ex-novia.

La buena gente.

La chusma.

El profesor chungo.








Me preguntan: ¿qué debo hacer con mi novela romántica?

Yo les digo: ¿por qué no pruebas con esto?

Y me responden: ¡Oh, no eso jamás! ¿No ves que estoy escribiendo una novela de romántica? Eso no puede ser en una novela romántica.




Sinceramente, empezamos bien, poniendo límites a una historia incluso antes de haberla terminado de escribir. Entonces deja de haber libertad, deja de sorprendernos. Y pasa lo mismo con cualquier etiqueta que queramos añadir.

Sí, lo sé, todos tenemos un vicio enorme: colocarle etiquetas a todo lo que se mueve, porque si no, no nos acabamos de sentir cómodos. Lo desconocido, lo incomprensible, asusta, ¿verdad?

Sin embargo, soy de las que piensa que poner etiquetas limita nuestra visión del mundo, y por tanto, nuestra libertad. Nadie es "eso y nada más" porque todos somos todo y nada a la vez. Cada persona es un mundo, un microcosmos perfecto e irrepetible, y si el universo es infinito, bueno... entonces jamás podremos llegar a conocer del todo a alguien... ¡pero es que muchas veces ni nos conocemos a nosotros mismos!



¿Y no es ahí dónde está la gracia?



Por favor, no os limitéis, dejad las etiquetas y aceptad las sorpresas.




Desde aquí reniego de los clichés, de los movimientos, las modas, y todo aquello que pone límites, al menos en cuanto creatividad se refiere. Cambio, totalidad, mezcla, ese es el truco. Y no lo digo sólo yo, leed a Nietzsche (en concreto el Gay saber, Gay hace referencia a Gaia, la tierra, nada de homosexuales, ehh??), y sabréis que etiquetar es momificar la realidad, y es el miedo lo que nos empuja a ello. Seamos valientes, celebremos la vida.












Y si encontráis demasiado complicado el no categorizar las cosas... bueno, entonces os dejo una frase que tal vez pueda ayudaros: acepta el misterio.










Y aquí algo con lo que empezar con ánimo el lunes: Rebellion (lies). 









Arigatou gozaimas you all. ;)

sábado, 2 de octubre de 2010








Sí, soy una mujer. Pensaba llevar el misterio más lejos, peeeeero... ¿os cuento un secreto? Darle la vuelta a las frases todo el rato para evitar adjetivarlas es un coñazo. 

Y más cuando resulta que me enorgullezco de ser lo que soy.

Y cuando resulta que todas mis lectoras son chicas también, y muy agradables, no sé, creo que os lo debo.












Ale. Próximamente más entradas raras e incomprensibles y una novela que pienso colgar un día de estos, porque aunque no se haya notado, soy escritora ;)

viernes, 1 de octubre de 2010



¡Feliz viernes!

Los adoro, los viernes son los mejores días. Aunque tengas que madrugar, no duele ni la mitad que otros días, de hecho, te levantas de buen humor y con ganas, porque quieres que empieze ya el viernes.

Cuando vas en el tren, ya no empiezas a fantasear con que el hombre que se sienta delante pueda ser psicópata (había algo raro en su mirada, juro que lo había...) ni se te sientas abuelos obesos al lado que no dejan de mirarte pecaminosamente, ni se sube al vagón el típico flipado/borracho/yonki que se dedica a gritar a todo el mundo profiriendo los peores insultos. No. A tu lado sólo hay una chica que huele genial (¿cuál será el perfume que lleva?) y hay un montón de gente guapa con la que deleitarte la vista y soñar. Las a fueras de Madrid ya no son tan horrorosas, simplemente tienen un aire de decadencia fascinante. Y, por supuesto, el viaje se te hace muy corto.

Llegas a la universidad, y casualmente ese día sí coincides con toda tu gente en el pasillo y en la librería sí tenían el dichoso libro que encargaste hace un millón de años. Las clases son brever y agradables, sonríes a los profesores, participas, les sigues el hilo... hasta el sentido de humor desquiciante del profesor tal te hace gracia ese día, y la voz de esa otra profesora no es muermazo, es agradablemente relajante.

Acabas pronto, y vas a que te arreglen cierto problemilla de informática, realmenre estabas hasta las *** de los dichosos informáticos/funcionarios/invisibles pero ese día (¡oh, maravilla!) no sólo están sino que son todos muy simpáticos (ay, estos frikis... si al final se les coje cariño) sino que te solucionan en un periquete el problemilla que te llevaba torturando semanas.

Viernes... todo es posible en estos días, son como una gran pizarra limpia en la que puedes dibujar cualquier cosa. Maravillosamente liberadores...






Y ahora me voy a comer, que seguro que hay lasaña y de postre musse de chocolate, no he visto el menú, pero es viernes... así que ni falta que hace.