lunes, 31 de enero de 2011





Estaba lloviendo, y nos refugiamos en un portal. Entonces R. me robó un beso.

Fue repentino pero a la vez esperado. Ya empezaba a preguntarme cuándo llegaría el momento, y si iba a necesitar ponerse hasta las trancas para hacerlo. Pero no. Aunque estábamos en esa hora de la noche en la que ya nadie quiere mirar el reloj, puedo afirmar que la sobriedad nos acompañaba.

Lo cual hacía, sin duda, la historia mucho más interesante.

Nos besamos. R. temblaba entre mis brazos. Yo enredé mis manos en su pelo, ese pelo rubio de aspecto artificial, seco, pajizo. Y su piel. Estaba oscuro y no podía verla, pero recordaba ese tono opaco, esa capa de maquillaje, o de lo que al menos a mí siempre me había parecido algún tipo de cosmético, porque su piel, su acné, se veían artificiosas, como si hubiera querido cubrirlas, pulirlas, en un intento de dotarlas de una perfección que recordaba al plástico.

En realidad, todo en R. era ciertamente artificial.

El color de su pelo. El vello rasurado que aún así rompía la piel. Su ropa armoniosamente descombinada.

Y ese olor a sudor, totalmente desacorde con su apariencia desnaturalizada.

Ese intenso olor me recordaba que R. aún era un ser humano no ajeno a ciertas cosas básicas que esto conlleva.

Me separé un poco. La adecuada imagen de adolescente rebelde, en contra de la sociedad y del mundo. Me pregunté si se había dado cuenta de que, de tanto querer contrariar, había caído sin remedio en lo más bajo del estereotipo, y era parte de los miles de jóvenes que afirman que se saltan las reglas. Más preocupados de arreglarse que de salir al mundo, y todos los fines de semana borrachera y colocón, por favor. ¿No se sabe que eso ayuda a tener las ideas bien claras y a mantener la integridad...?

No pude evitar sonreír, mientras notaba las manos pequeñas y cálidas de R. por dentro de mi abrigo.

La cosa se estaba poniendo muy interesante.

Sin embargo...


La curiosidad mató al gato, pensé. Deja vivir al minino.

miércoles, 26 de enero de 2011




 Estereotipos femeninos

_ Inestabilidad emocional. _ Intuición.
_ Falta de control. _ Aspecto afectivo muy marcado.
_ Pasividad. _ Irracionalidad.
_ Frivolidad. _ Ternura.
_ Sumisión. _ Miedo.
_ Dependencia. _ Debilidad.
_ Subjetividad. _ Incoherencia.
_ Aptitud para las letras. _ Poco desarrollo intelectual.
_ Aptitudes manuales.


Estereotipos masculinos:

_ Estabilidad emocional _ Mecanismos de autocontrol.
_ Dinamismo. _ Agresividad.
_ Tendencia al dominio. _ Afirmación del yo.
_ Objetividad. _ Racionalidad.
_ Aspecto afectivo poco definido. _ Valentía.
_ Cualidades y aptitudes intelectuales. _ Franqueza.
_ Aptitud para las ciencias. _ Eficacia.
_ Amor al riesgo. _ Mayor capacidad física.


No sé si habéis notado la ligera connotación negativa en las supuestas cualidades femeninas comparadas con las masculinas en las que, honestamente, yo a penas veo nada censurable o patético.

Podéis decir, eh, son simples estereotipos. Y yo os digo: precisamente por eso no hay que subestimarlos. Queramos o no, son mucho más poderosos de lo que nosotros, los librepensadores creemos. Y por eso hay que luchar contra ellos y hacerlos trizas. Porque no sé en el caso de los hombres, pero yo, desde luego, NO soy lo que pone ahí, y como tal, me siento como mínimo molesta.

Y una gran amargura.

Porque se habla de racismo, pero esto...

esto, hermanos y hermanas, nos atañe a todos, sin barreras culturales que valgan.

martes, 25 de enero de 2011



El terror de observar aquellas cosas flotando en el cielo, tan diminutas que no eran más grandes que una almendra. Pesadas libélulas que hacían girar sus hélices con violencia, pero el único ruido que llegaba era tan suave como un silbido...

Alzó la cabeza hacia los helicópteros en aquel cielo rojo sangre, y vio como de ellos colgaban unas finas cuerdas de las que pendían unos objetos terribles, unos objetos que encerraban dentro de sus cápsulas metálicas el fin del mundo.

Sostuvo la respiración, temblando; el caos de la estación era tremendo, trenes descarrilados, en llamas, con chispas revoloteando al rededor como luciérnagas. Pero nadie miraba, todos tenían la mirada puesta en el cielo, donde acababan de eclosionar aquellos terribles huevos danzantes, que, desprendiéndose de los helicópteros, lanzaron un rugido e iluminaron el cielo con un resplandor que era como un grito de agonía.

El terror de observar aquellas cosas cayendo, de observar el hecho antinatural de aquel cielo nocturno iluminado, de los trenes cuyas llamas lamían el aire mientras recibían nuevas explosiones...

lunes, 24 de enero de 2011




Me hace gracia la gente pudiente. Se piensan que con esgrimir un talonario pueden conseguirlo todo.









De verdad, hacen que sienta orgullo de mi modesta situación.



Y apropósito, fuck you. Te crees que una casa enorme llena de objetos valiosos puede suplantar un cerebro lleno de neuronas.

domingo, 23 de enero de 2011






¿Soledad?

Soledad son esos momentos en los que,

charlando,

mientras espero el tren a la salida de la facultad

todos tenemos algo que contar, y entonces

yo hablo, divago, explico, relato

y hay un silencio, y todos me miran, y en sus ojos abiertos como platos

se refleja una estación de tren vacía y llena de hastío, una estación que

desconoce trenes.

Y entonces, mientras trato de recomponerme carraspeo:

-¿Pero nadie ha pensado alguna vez

en eso?

Y las miradas se intercambian, y yo soy el centro del círculo

-Cielo, eres la única que piensa en esas cosas

dice alguien al fin, con voz despreocupada.

Y todos suspiran aliviados,

y regresan las risas de nuevo

(en mi silencio)







y sigo esperando el tren.

sábado, 22 de enero de 2011




Today, I want to talk about a situation that's becoming me crazy.

All began when I decided to install a stupid box in my blog which shows where are the people who are visiting my site. Yeah, as I said, it's such a stupid thing, but funny too... (I'm a onlooker person, so...)

But a few days ago, my blog began to recieve visits from a person of... Birminghan. And no one visit, no, a lot of them. And I wonder: why? Almost all of my texts are in spanish and, be realistic, maybe I can talk about interesting things here but... all these visits... is too even for me, the proud author.

I think that is a little strange, maybe spam or something like that. Or someone who wants to steal my wonderful ideas, oh my...! And because of the fact that he/she/it lives in Birminghan he/she/it thinks that I wont't work out that.

Will the mistery of the Birmingham's invisible visitor solve?

Well, we'll know in the next chapter...

jueves, 20 de enero de 2011






Bueno, afróntalo.


Puede que, después de todo, realmente no necesites tener cabeza.

lunes, 17 de enero de 2011







DIENTES

Cap. I


¿Alguien les ha contado alguna vez que no hay dolor peor que un dolor de muelas?

Esa fue la razón por la que tuve que regresar a mi dentista.

Caminé por las calles de la ciudad. Los edificios eran tan altos que hacían el cielo inalcanzable. Se respiraba cierta humedad en el ambiente, los adoquines brillaban, y había en el aire algo festivo: un redoble de tambores lejano, música de organillo, risas de niños... Sin embargo no había ni un alma por aquella zona.

Lejos quedaba ya aquel tugurio, esos callejones profundos y oscuros con olor a orina en una de las avenidas menos recomendables de la ciudad, donde mi dentista tenía su consulta. Lejos, evidentemente, puesto que ahora me encontraba ante una alta mansión de cuatro pisos, contraventanas verdes, flores en los balcones y etéreas cortinas que flotaban en el aire como alas de ángel.

Vaya. Parecía que había pasado de curar malas infecciones a colocar dientes de oro.

Como de costumbre llamé. Pero esta vez no vino la enfermera malhumorada que yo recordaba, aquella mujer alta y hermosa pero de rostro siempre contraído en una mueca de desagrado y gafas de pasta blanca. Podría tener treinta años, pero las arrugas de su entrecejo la arrastraban irremediablemente hacia los cincuenta.

En lugar de aquella mujer que llevaba la bata blanca como quien lleva el traje rayado de los presos, me encontraba ante un hombre joven y vestido con un elegante frac negro. Pase, por favor, me dijo con una sonrisa perfecta, que probablemente fuera la mejor propaganda que mi dentista pudiera hacerse. Atravesamos largos pasillos y escaleras de caracol que parecían conformar una espiral infinita. Cuando tuve la sensación de haber perdido todo sentido de la orientación, nos detuvimos en una enorme sala circular.

Había ventanas en todo su perímetro, de tal manera que podíamos contemplar una vista privilegiada de los tejados pardos de la ciudad y el reflejo dorado y rojizo que producía en ellos un atardecer del color de las naranjas. Una balconada de mármol fuera invitaba a realizar costosas y elegantes fiestas en una noche de verano. Aquella estatua griega de brillante mármol que representaba a un joven tocando la lira en una esquina, y en el techo el dibujo de las constelaciones. Jarrones llenos de flores, libros, espejos. Frescura en el aire y erudición. No podría definirlo de otra manera.

-Disculpe. -le dije al hombre que me acompañaba. Y casi al instante me avergoncé de mi voz débil y perpleja, que a todas luces desentonaba con el equilibrio casi imperativo de la estancia.- Yo realmente he venido a ver a mi dentista, pero este lugar me hace pensar que quizá ha habido algún tipo de confusi...

-Esta usted en el lugar adecuado, señorita. -el joven, de cabello engominado hacia atrás, tenía los ojos pequeños y amables brillantes, como dos brasas de carbón ardiendo. Detrás de sus orejas discretas y bien formadas se adivinaban unos rizos rebeldes-. Pero él ya no es un dentista. -me explicó- ahora es un maestro, un genio capaz de cincelar la belleza que es imperecedera. Porque unos ojos hermosos, una piel tersa, una cabellera brillante se consumen con el paso del tiempo... pero la dentadura... -y sonrío, mostrándome una vez más su excelsa obra de arte-. pervive milenios, es el recuerdo de la perfección, el tributo más exquisito que nosotros, meros seres mortales, podemos dejar al tiempo.

-Pero... -confundida por sus palabras e inquieta por la misteriosa tranquilidad de aquella casa enorme en la que no se escuchaba ningún sonido, quise contestar.- Yo sólo he venido a ver a mi dentista...

-Maestro de la belleza imperecedera, cincelador de la eternidad, señorita. -me corrigió mi acompañante. Y entonces sacó de su bolsillo una especie de busca, probablemente el objeto más moderno de toda aquella mansión, y, apretando un enorme botón verde, se lo acercó a la boca, pronunciando suavemente estas palabras:

-¿Maestro? Su nueva musa ya está aquí.

miércoles, 12 de enero de 2011





Ya sé que todos somos muy lógicos, muy listos e inteligentes. Que nada en el mundo se escapa a este conocimiento epistemológico , que ya no hay secretos. El corazón no es ya más un cofre aromático que esconde nuestros sentimientos más profundos; ahora es una bola de músculo ensangrentada. Y el alma no existe definitivamente, ya que, como los dioses, no puede ser probada dicha existencia por criterios puramente lógicos.

Pero dejad todo eso de lado. E imaginad.

Imaginad a un grupo de hombres, hombres inteligentes, hombres poderosos. De esos que diseñan nuestras guerras, hacen nuestros anuncios, crean nuestros gustos y nuestras necesidades. Sí, de esos que, incluso antes de que nazcamos, están predestinando nuestra vida. Y eso que nunca les veremos el rostro.

Estos hombres saben que hay cosas más allá de todo eso. Saben de cosas que nosotros, sencillamente, en la situación en la que estamos, no podríamos creer. Quizá sea que existen infinitos mundos separados por planos del grosor de las hojas de un libro. Quizá que todos tenemos dobles, doppelgangers perdidos que interfieren en nuestra vida sin que lo sepamos. Quizá la línea que separe los vivos de los muertos no sea tan delgada. Quizá...

Pero claro, a ellos no les interesa que sepamos esas cosas. ¿Por qué? Pues porque una persona que no cree en nada es una persona aburrida. Y una persona aburrida es una persona que no se mueve, que no innova, que no busca. Y una persona que no se mueve, que no innova y que no busca es una persona predecible. Y una persona predecible es, sin duda, bastante fácil de manejar.

Todo forma parte de un cuidadoso programa.

Primero, de niños, nos dejan creer en dragones, en realidades fantásticas, en cosas que jamás han sido imaginadas... para luego ir destrozando esas creencias una a una. Como la tormenta implacable que derriba uno los mástiles de un barco, ellos no se detienen. Y nosotros, antes de que queramos darnos cuenta, no somos más que navíos desgarrados a la deriva. En un mar infinito.

Hemos aprendido a no creer. Vivimos en una época de constante nihilismo. Como los supervivientes de un bombardeo, caminamos silenciosos entre los edificios quebrados y vacíos, las polvorientas y destrozadas calles de nuestros ideales perdidos.

Pero, por supuesto, todo esto no son más que locuras. Locuras de una pobre estudiante de letras, que poco sabe del mundo real. Ese mundo que puede dividirse en átomos, ese mundo que no son más que un conjunto de variables combinadas que lo hacen eterno. Un mundo medible, manejable, predecible.

Todo tiene una verdad inmanente en sí mismo.












(¿O eso es lo que se supone que debemos pensar...?)

martes, 11 de enero de 2011



T. dice:
y qué piensas de casos como este: cuando vas en tren o autobús o lo que sea, y te encuentras con gente que conoces, pero tu lo que quieres es leer, guardas el libro o les dices que te vas a poner aparte y leer?

Shikaru dice:
depende
 y que conste que me ha pasado
 

T. dice:
(sí, el educado silencio lo comparto xD)
 

Shikaru dice:
pues si realmente me apetece estar con la persona (cosa que suele ocurrir poco)
dejo el libro
pero si no, muy educadamente, me marcho a leer
 lo siento mucho, pero la lectura es mi vicio
además, estoy segura de que no me van a echar de menos

lunes, 10 de enero de 2011




Perdonadme, pero

ni Estados Unidos es el País de las Maravillas


ni los judíos las desgraciadas víctimas


ni los nazis los despiadados verdugos.



Wake up!

domingo, 9 de enero de 2011






Es difícil convivir como un huésped eterno.

Casi parece una película de terror. Un buen día, un invitado se presenta, se queda a cenar. Pasa la noche. Y así durante 7 años.

Joder. 7 años... se dice rápido.

Pero nada a cambiado. Sigue habiendo 3 habitaciones, 3 perchas, 3 sillones... y mira por donde que el 3 es mi número favorito...


Se sabe perfectamente lo que hay que hacer. Sin embargo, hay un terror, el miedo del que ve como le cortan el brazo que se ha podrido; la amputación es necesaria pero mil veces temida. También está la envidia, el ¿por qué? y demás sentimientos que hacen de esa una estancia desagradable.

But I don't wanna move again... I'm scared, because it's not easy to build a home, even more without cash in my pockets,

viernes, 7 de enero de 2011





Pequeña lista objetivos muy subjetivos:

I. Decir siempre la verdad. Y en situaciones especialmente comprometidas... guardar un educado silencio. (Por cierto, me refiero a la verdad subjetiva de los escritores, que es, la de los propios sentimientos e ideales; en cuanto a las historias, cuentos y chorradas que me gusta relatar no prometo nada, al fin y al cabo, vivo de eso).

II. Hacer lo que me salga de las narices en cuanto a mi aspecto. Porque me gusta como está, y a quién no le guste que no mire, coño. (Esto quiere decir que paso de quitarme cosas mías y ponerme otras falsas y un largo etcétera de cosas que, quien quiera que las haga, pero yo no, gracias). Y sí, paso de depilarme las cejas.

III. Compartir mi arte, mi tiempo libre... y mi comida en los descansos en la uni. Que a mí nadie va a volver a llamarme rancia. (Ejem).

IV. Reírme, reírme mucho de los egocéntricos, y, por supuesto, en toda su cara (esto incluye reírme de mí misma en mis arranques egocéntrico-creativos, será más doloroso, pero sé que soportable).

V. No volverme esclava de mi inteligencia. Y fiarme más de mí misma. Que joder, manda narices que te esfuerces hasta sangrar en algo mientras te vas repitiendo que no tiene sentido y que la vas a pifiar. (¿Alguien le encuentra sentido a esto último...?)

VI. Creérmelo. Porque si no lo hago yo, ¿cómo puedo esperar que lo hagan otros?

VII. No esperar nada de nadie. Hacerlo yo directamente, y si no, a otra cosa, que no será porque el mundo es grande...

VIII. Sacarme las castañas del fuego (osease, irme de casa).

IX. NO QUEJARME. Vale, sé que esto último es una utopía, pero juro hacer el esfuerzo.

X. Agradecer.


XI. Y finalmente, respirar hondo, sonreír, y luchar. Porque el que no arriesga no gana. Y todos tenemos algo que defender.


Per aspera ad astra! 

domingo, 2 de enero de 2011



Hastío del mundo.

Necesito hacer una locura que rompa con todo YA.

La pena es que casi ni puedo andar, debido a ciertos incidentes que me han dejado fuera de combate más tiempo del que me gustaría.

Pero todo estos días que pase arrastrándome, voy a estar pensando, sí, eso seguro, y cuando por fin pueda moverme con libertad, sabré qué hacer.

Hasta entonces.