martes, 31 de enero de 2012



Ayer estaba tan nerviosa que tuve que salir a caminar al parque. Al principio era difícil incluso andar. Luego, poco a poco, el aire fresco fue entrando en mis pulmones.

Mientras caminaba por aquel paisaje desolado, me asaltaban los recuerdos de una niñez quiero suponer no tan lejana. Caminatas con aquellos con los que comparto lazos de sangre, juegos... En aquellos dulces tiempos (casi más bien irreales, llenos de brumas y sueños) en los que el menor de mis problemas era... No puedo si quiera recordarlo.

Caminé. Árboles, en su mayoría pinos jóvenes. Pero seguía viviendo aquel olivo escondido. El suelo arenoso estaba sucio, como de costumbre, lleno de cristales y excrementos de perro. Recuerdo que cuando era más pequeña sabía que no debía caerme... No había nadie. Solo yo, y el cielo de un azul rabioso. Y el frío. A los lados, las adustas siluetas de chalets, casas elegantes, otro mundo diferente a aquel por el que me muevo. Las observé, de adulta, pero sin envidia. Cuando era niña jugaba a elegir en cuál de ellos me gustaría vivir, había tantos... Recuerdo la casa roja, aquella otra amarilla con una pequeña azotea arriba del todo, la otra, enorme, como una mansión sueca; la de más allá, con ventanas acristaladas (¿no había sido una vez un tanatorio?). Pero mi favorita era una casa que hacía esquina, grande pero no de manera excesiva. Tenía el tejado rojo, y una enorme ventana (yo imaginaba que era la de mi cuarto) y las paredes estaban pintadas de blanco. Creo que se oía ladrar a un perro dentro, un pastor alemán.

Y los arbolillos del fondo, una congregación de pinos en medio de los cuales trataba de chupar algo de luz un raquítico abeto, me parecía un bosque...

Pero volvamos a ayer. Ayer me acerqué hasta la zona de juegos infantil, justo en el centro de esta colina. Me pregunté por qué habría una. Nunca he visto jugar a niños ahí. ¿Por qué la habrán hecho? Solo hay adolescentes (y no tan adolescentes) en este parquecillo, que salen cuando se apaga el sol y se juntan para beber, y en medio del delirio destrozar árboles o quemarlos.

Aunque bueno, quizá también se divierten con el balancín. Aunque pintarrajeado, ha sobrevivido a su violencia... será por algo.

Miré los columpios. Me entraron ganas de columpiarme. No me subía a un columpio desde marzo o abril, lo tengo calculado. Así que, muy educadamente, entré en la zona infantil delimitada por una de esas simpáticas vallas de colorines. Empecé a balancearme. El principio de mareo en la boca del estómago pronto fue sustituído por la excitación y la alegría de hacer algo que me encantaba cuando era pequeña y podía alargar horas. Entonces, cuando ya había alcanzado cierta altura, pensé en dejarme caer, saltar hacia delante. ¡Como si volara! Pero me daba miedo. Iba a una cierta velocidad. ¿Y qué si me tropezaba y acababa rodando por aquella tierra dura, llena de (recordemos) trozos de cristal y excrementos de perro? Estuve dudando unos minutos. ¡Ahora..! Bueno, no... ¡Ahorá, sí...! No... Miré hacia mi derecha. Y vi, en uno de los bancos, a unos trescientos metros, la silueta de un  hombre entre treinta o cuarenta años.

Un parque abandonado, casas en silencio, vacías, y un hombre. No era una perspectiva muy halagueña para vuestra joven y dulce narradora, que también tiene que mirar por su seguridad y sabe perfectamente que los hombres solitarios en parques abandonados a media mañana no son gente a la que, por diversas razones, ansíe especialmente conocer.

Así que tenía que saltar rápido. Y lo hice. ¿Y sabéis qué? No estaba tan alto, no era tan peligroso. De hecho, resultó tan inofensivo que me dio la risa. Las distancias, antes abismales, habían mermado considerablemente con respecto a los recuerdos.

Porque yo había crecido.

sábado, 28 de enero de 2012



A veces, cuando llegas al fondo y descubres que no podías con todo, es más, que no podías ni siquiera con aquello que se supone que no debiera suponer dificultad alguna, te entran ganas de desaparecer, de fundirte. O de reinventar la historia. Porque desde luego, en esta, el protagonista no está a la altura de las circunstancias.

jueves, 26 de enero de 2012



"We are the middle children of history, raised by television to believe that someday we'll be millionaries and movie stars and rock stars, but we won't. And we're just learning this fact", Tyler said. "So don't fuck with us".

Fight Club - Chuck Palahniuk.



Lo confieso: siento eso más cercano que lo que la sociedad en general intenta transmitirme.

lunes, 23 de enero de 2012




Recientemente, se ha hablado de la ley SOPA. Aunque si no sabéis nada de eso, de lo que probablemente sí os habéis enterado es del cierre de Megaupload. Esa página que yo, como otros muchos, usaba para ver películas, series, compartir archivos, música... y un largo etcétera.

No voy a hablar de que si estoy a favor o en contra o de lo que debería o no hacerse. No me he informado del tema tanto como debería, ni soy una experta en leyes. Sin embargo, mi entendimiento alcanza a comprender una verdad: la cultura siempre se ha compartido. Ya sean libros que te presta un amigo, películas, un CD grabado con música... Simplemente, desde mi punto de vista, el internet multiplica este hecho hasta hacerlo global. Los nuevos tiempos traen nuevas realidades. Así como religiosos acusaron a la imprenta de ser un invento demoniaco. ¿Y demandan prohibiciones los avances? Los libros escritos a mano, incunables, aunque valiosos, no puedieron resistir el impacto de esa nueva herramienta mecánica que por primera vez hizo posible que una mayoría tuviera acceso a la cultura.

Desde mi humilde punto de vista, internet es algo parecido.

Y no voy a hablar de su enorme impacto publicitario (el de la red) de como ha hecho que se extendieran como la pólvora productos de la industria cultural y otras muchas cosas, innumerables ventajas de las que, desde luego, los mismos que claman leyes y prohibiciones también se benefician. Lo que está claro es que internet es un arma (de doble filo, como todas) y ya se ha hecho un hueco en nuestra realidad. Veamos cuánto tarda en camnbiarnos, más de lo que ya ha hecho.

En cuanto a la ley SOPA, SINDE y todas aquellas que se hacen según se dice para evitar lo que se denomina piratería informática (así como se surfea en la red también se pueden saquear carabelas) yo, como autora y creativa que utiliza entre otros internet como un medio, tengo algo que decir.

Publicar libros. Sé de lo que hablo porque ya lo he hecho, naturalmente. Actualmente, si esto se hace en papel, supone que la editorial paga una cantidad fija, como vienen a ser, por ejemplo, tresmil euros, y luego, de las ventas del susodicho libro el autor se lleva un diez por ciento.

Claro que el papel, distribución, marketing, beneficios y demás cuestan un dinero. Sin embargo, paraos a pensar una cosa. Un libro no es algo que, al menos en mi caso, surja de la noche a la mañana. Un libro es una idea que va cobrando forma, un proceso delicioso que te hace sangrar, pues para conmover y llegar al lector hay que hacer un sacrificio (humano, claramente). Una tarea larga, de años, aunque no por ello tediosa. Hilvanar sensaciones, eventos y palabras de una manera en que no todas las personas son capaces. Por eso las editoriales pagan.

Ahora bien, hablando en términos de capital, ¿quién vende una idea que ha costado elaborar años por tresmil euros y un mísero diez por ciento de beneficios? Porque claro, una vez que ellos la tienen, los editores, la idea ya no es tuya, y pueden hacer con ella lo que quieran. Censurarla, mezclarla... es como ceder a tu hijo en una adopción sin pacto alguno. Ya no es tuyo.

¿Pero, de quién es la idea en realidad?

Algunos dirían que del autor, otros que de aquel que la posea a efectos legales, incluso podría pensarse que la dichosa idea no es de nadie, sino que siempre estuvo en el mundo, antes que todos nosotros, con lo que pertenece a la existencia.

Yo no tengo la respuesta a semejante cuestión metafísica.

Pero, por el momento, os diré una cosa. Lo que escribo es arte. Y aunque para otros sea el sueldo del mes, para mí es algo que tiene mucho que ver con la Vida. No es medible en dinero ni en muchas otras cosas con las que a la gente le gusta hacer cuentas. Así que, hoy por hoy, no miraré hacia la ley SINDE, ni hacia la ley SOPA ni hacia la piratería informática ni nada de eso. Registro mis textos porque para mí es como darle el apellido a mis hijos (aunque reconozco que todos merecen una vida independiente) pero pienso distribuírlos gratis, entregarlos a cambio de nada. Como las películas que antes me bajaba, o la música que solía escuchar on-line.

¿Por qué?

Porque así lo quiero, punto. 

viernes, 20 de enero de 2012




Hoy vamos a hablar de metas.

Soy una experta poniéndome metas. De verdad. No es falsa modestia. No necesito de falsa modestia en un sitio así, como tampoco necesito estar vestida para deciros esto, o presentable, o lo que sea. Porque no me véis, existe cierta barrera que nos separa, lo cual me permite ir, por ejemplo, en pijama, y ponerme a contar cosas y que me toméis en serio. Las dos cosas a la vez, como ahora.

Puedo conseguirme cualquier cosa que me proponga. Hasta las más bizarras. Qué le vamos a hacer. A algunos los dioses les dieron belleza, a otros dinero... a mí me dieron un buen intelecto que permite que entienda las cosas tres veces más rápido que la mayoría.

Aunque en muchas ocasiones no me de la gana usarlo, pero eso es otra historia.

Por eso, cuano se trata de plantear retos, mi cerebro puede resolverlos. No soy de las que se desalienta fácilmente. Toco el piano desde los tres años. Y ahora diréis, perfecto, ¿y qué más nos da? Ah, no os riáis tan pronto...  Un instrumento, y más tan sacrificado como lo es esa enorme caja negra que a veces parece un ataúd, exige disciplina. Para que lo entendáis; un día tocas el piano, te sabes la lección, perfecto. Al día siguiente no tocas. Al día siguiente del siguiente vuelves a tocar. Te sabes la lección a medias. Al día siguiente del siguiente del siguiente no tocas. Ya no te sabes la leccíón. Esto es la disciplina. Saber que tienes que hacerlo todos los días, no importa si llueve, si nieva, si hace sol o un vendaval. Cada instante cuenta, te guste o no. Y si de verdad quieres tocar un nocturno de Chopen o una fuga de Bach, tienes que sacrificarte, sangrar. Y si no, tus padres seguirán pensando que eres Mozart, pero no pasarás del Cumpleaños Feliz y Brilla Brilla Pequeña Estrellita. Es triste, sí, pero no hay otra. Así de fácil.

Así que, como os iba contando, yo aprendí muy joven eso de la disciplina. Lo de sufrir para lograr cosas, sacrificarse. No me molesta. Es más, me parece justo. Lo bueno no viene de la nada, como tampoco lo malo. Simplemente es cuestió de prioridades.

Por otro lado, también aprendí un día lo que era... llamémoslo la compostura. Yo, cuando era un infante que no pasaba un palmo del suelo, era puro caos. Dicen que hasta las tres primaveras o así no empecé a ser consciente del mundo. Pero es que para mí todo era un juego. Hasta que me enseñaron a comportarme. No voy a explicaros aquí la historia entera ni el momento en concreto (que conste que lo recuerdo) porque sería aburrido. Pero fue necesaria violencia, paciencia y amenazas para que yo comprendiera el significado de esa palabra, compostura. No encuentro otra mejor.

Disciplina y compostura. Dos conceptos que, unidos, pueden llevarme a alcanzar cualquier meta que me proponga, o también a ahogar mi propio yo caótico y peligroso. Todo depende de cómo se mire.

Por eso yo puedo llegar a cualquier sitio. Aunque mis manos sangren, aunque esté destrozada o sufra, mi voluntad es más fuerte. No me rindo. Y cuando lo consigo, lo hago más difícil. Manipulo el tiempo y el espacio, estrechando la jaula. Buscando siempre la perfección. Porque, ¿sabéis? Si no es perfecto, no es nada. Siempre me ha gustado jugarme todo a una carta, soy una persona de extremos. O catorce wishkies o ninguno. La vida es más divertida en blanco y negro.

Así que pedidme lo que queráis, retadme. Nada está demasiado lejos de esta cabeza. Puedo tardar tiempo, vidas enteras si queréis, pero al final lo habré imaginado todo.

Sin embargo, os voy a contar un pequeño secreto. No tiene que ver con la sensación de angustia inexpresable que me invade a veces, como agujeros negros en una brillante constelación, ni siquiera sobre cómo voy desapariencido poco a poco sin darme si quiera cuenta.

 El caso es que he alcanzado la perfección. No una, sino varias veces. La he tenido entre mis manos, como una piedra preciosa hallada en las entrañas de la tierra. ¿Y sabéis que he sentido en el preciso instante en que mis manos sujetaban aquello que mi cuerpo ha abonado con sangre y sudor de mi esfuerzo propio?














Que no lo quiero para nada.


http://www.youtube.com/watch?v=hI5ZeC7vecM&feature=related

lunes, 16 de enero de 2012


Decidimos huír. Huír de aquí, de la burbuja de cristal, no es nada fácil. Para hacerlo debes estar dispuesto a dejarlo todo: tu casa, tu familia, tus posesiones, tus amigos, tus aspiraciones, tus sueños, tus esperanzas... tu vida. Todas las posesiones materiales y logros acumulados con el esfuerzo de años. Abandonarlo como si fuera basura. ¿Entendéis lo que quiero deciros? Llegar a un  punto tal en el que solo se es el cuerpo, mente y un moneda que echar al aire: cara o cruz. Muerte... o no.

Pero lo hicimos. Muchos dirán que estábamos locas, y tal vez tengan razón. No queríamos nada de este mundo sino la pureza, la primera luz del alba. ¿Me entendéis? Una vida en el que cada segundo es único y se saborea como si fuera el último. Yo siempre creí que merecía la pena morir por un momento así. De verdad.

Así que salimos corriendo. A pie. En los páramos no hay nada: solo el sol ardiente y polvo. Corríamos. No sabíamos si huíamos de nuestros posibles perseguidores o de  aquellos peligros ocultos bajo las piedras y entre las grietas de aquella tierra estéril.

El final de nuestro viaje: la escalera. Y tuve miedo. El vértigo es mi única fobia, pero me paraliza como el veneno de una araña. Y aquella escalerilla de metal y cuerda pendía de una manera muy poco fiable sobre el abismo. Allá abajo estaba el Nuevo Mundo, la Ciudad de las Maravillas, nuestro Edén particular, el orígen y destino del viaje. Pero yo no podía, os lo juro, ver aquella débil estructura temblando en el aire era como contemplar la sombra de la muerte.

Los que, como nosotras, huían, no perdieron el tiempo en tonterías y descendieron de todas formas. Si llegaban a su destino o no, eso no podíamos saberlo: la escalera era larguísimas, kilómetros y kilómetros (o eso me parecía) que se perdían en brumas que tragaban hasta el sonido. Y yo seguía paralizada, observando aquel vacío sin nombre ni forma. Todo me daba vueltas en la cabeza. Ni el calor, ni la sed... nada había podido hasta entonces conmigo. Pero, ¿y esto...?

-Venga, vamos -me animó ella, colgada ya de los primeros travesaños- ¡no te detengas! Espera a que yo baje un trecho, y luego empiezas a descender tú también, ¿de acuerdo?

-Tengo miedo -musité, temblando como una hoja en otoño- no sé si podré hacerlo...

-¡Claro que sí, puedes hacerlo! ¡No lo pienses si quiera! ¡Simplemente muévete! -me instó, mientras descendía, y su voz se perdía para siempre en el silencio...

¿Queréis saber si lo hice? ¿Si logre vencer el peor de mis miedos y me colgué de aquella frágil escalera de metal y cuerdas deshilachadas que temblaba al viento suspendida sobre un abismo del que desconocía la profundidad...?

Pues sí. No sé cómo ni por qué, pero de repente me encontré a mí misma agarrada a los travesaños con tanta fuerza que mis nudillos estaban blancos. Bajé un pie y ahí estaba el primer escalón. Luego otro. Y otro.

Fue terriblemente sencillo. Como si yo hubiera nacido para ello.

Cuando llegué al final, estaba en un lugar completamente diferente. Lejos quedaba el páramo y sus leyendas oscuras, y mucho más allá la burbuja de cristal de la que venía. Estaba en la ciudad. Podía olerla, incluso desde ahí, un simple descampado a las afueras. El cielo era de color violáceo (anochecía) y en el horizonte se recortaban la suave forma de unas colinas y los postes de electricidad, árboles extraterrestres. Y más allá las primeras casas, los edificios de formas incomprensibles, el vibrar de sus calles, el color de sus mil esencias fundidas y moldeadas en piedra.

La Ciudad. Me habían hablado de ella como de un sueño, pero al fin podía contemplarla con mis propios ojos y os lo juro: era real.

Temblando como un recién nacido que siente por primera vez el aliento del mundo en su piel, eché a andar en dirección a los edificios. Sin ser consciente aún de lo que había perdido.

 No la volví a ver jamás. A ella. Seguramente cayó en algún momento del descenso y su cuerpo se perdió en las brumas. O fue devorada por los espíritus que dicen habitan en el páramo o en los agujeros O quizá aún anda por ahí, perdida, prisionera de esos monstruos.

Pero yo voy a ir a buscarla. Ahora que la ciudad no tiene secretos para mí, ahora que finalmente soy libre y renazco en cada amanecer, sé que volveré a arriesgarlo todo por una persona. Porque, ¿sabéis una cosa, hermanas, hermanos? Mi verdadero hogar estaba en ella. Y ahora que lo sé, voy a volver. 

viernes, 13 de enero de 2012





One minute was enough, Tyler said, a person had to work hard for it, but a minute of perfection was worth the effort. A moment was the most you could ever expect for perfection.


Fight Club - Chuck Palahniuk.

martes, 10 de enero de 2012




Íbamos caminando por las calles de la ciudad, calles silenciosas de domingo, todos en alegre algabaría. Mis padres estaban tras de mí, a unos pasos, pero eso no impidió que buscara su contacto y sus besos, que saltara a su brazos y dejara que hiciera más fácil para la mí la ascensión en aquellas calles en cuesta.

No había nadie a parte de nosotros: mis padres, sus padres.

-Una de las propuestas que deberían hacerse en política este año -dijo la madre, con esa voz que oculataba la prepotencia con argumentos lógicos y bien formados- es que los animales pudieran votar.

Mi mirada cayó, inevitablemente, en su perro, chucho que recordaba bastante a un labrador pero que era mucho más desgarbado, con el pelo largo y rizado. La madre tiraba de la correa roja con vehemencia mientras hablaba, y la cabezota del animal se enredaba entre sus piernas.

-Me refiero a los animales de compañía, naturalmente -prosiguió- aquellos que han vivido bajo el raciocinio humano toda su vida. Son un elemento más de la estructura familiar, como los hermanos o los hijos... entonces, ¿por qué negarles un derecho tan básico como el del voto? Estoy segura además de que cumplirían bien su papel y podemos confiar en ellos, como ya hacemos en otros aspectos de la vida diaria. Es probable que se vean influenciados por las ideas políticas de la familia a la que pertenecen, pero eso no es motivo para dudar de su inteligencia a la hora de apostar por el candidato adecuado, aquel que defienda sus intereses, por ejemplo. Sí, eso es -se dijo así misma satisfecha, siempre por delante de nosotros y el animal lamiéndole las pantorrilas desnudas, liberadas en unos pantalones cortos de verano.

No me sorprendió mucho su comentario.

Ya había oído que necesitaban hacer reformas en el partido.

lunes, 9 de enero de 2012



Me gusta este vídeo y me gusta la letra. Tan irónica y a la vez interesante... En fin, Lilly Allen, con su delicioso acento británico muy facilmente comprensible nos hace llegar un mensaje que debe interpretarse en los dos sentidos. ¿Qué os sugiere la letra? ¿Os sentís identificados con el estado mental que ella sugiere, y del modo en que enfoca la idea de "el miedo"?

Dejo aquí la mencionada letra en inglés, que creo que es como mejor se entiende:

I want to be rich and I want lots of money
I don’t care about clever I don’t care about funny
I want loads of clothes and fuck loads of diamonds
I heard people die while they are trying to find them

And I’ll take my clothes off and it will be shameless
Cause everyone knows that’s how you get famous
I’ll look at the sun and I’ll look in the mirror
I’m on the right track yeah I’m on to a winner

[Chorus]
I don’t know what’s right and what’s real anymore
I don’t know how I’m meant to feel anymore
When do you think it will all become clear?
‘Cause I’m being taken over by the fear

Life’s about film stars and less about mothers
It’s all about fast cars and cussing each other
But it doesn’t matter cause I’m packing plastic
and that’s what makes my life so fucking fantastic

And I am a weapon of massive consumption
And its not my fault it’s how I’m programmed to function
I’ll look at the sun and I’ll look in the mirror
I’m on the right track yeah we're on to a winner

[Chorus]
I don’t know what’s right and what’s real anymore
I don’t know how I’m meant to feel anymore
When do you think it will all become clear?
‘Cause I’m being taken over by the fear

[Bridge]
Forget about guns and forget ammunition
Cause I’m killing them all on my own little mission
Now I’m not a saint but I’m not a sinner
Now everything's cool as long as I’m gettin thinner

[Chorus]
I don’t know what’s right and what’s real anymore
I don’t know how I’m meant to feel anymore
When do you think it will all become clear?
‘Cause I’m being taken over by the fear

viernes, 6 de enero de 2012



Por lo general, no suelo dirigir mis entradas de una manera demasiado evidente hacia los posibles lectores, pero esta ha de ser así, dejad que os explique por qué.

No sé hasta que punto me conocéis, leéis lo que escribo (textos puramente subjetivos la mayoría) o lo que os empuja a pasaros por aquí. Pero, igualmente, me veo en la necesidad de confesaros un secreto: me gusta escribir. Ya sé que nunca os lo hubiérais imaginado (es lo que tiene esto del internet... por mucho que creáis que conocéis aunque sea una parte de mí ,desengañáos, todo son máscaras). Sé que decir que te gusta escribir es a veces bastante obvio o no muy original. A diferencia de las otras artes, (pintura, cine, escultura...) en nuestra sociedad actual todos sabemos poner una letra detrás de otra para enlazar palabras. Aunque no todo el mundo, naturalmente, logra imprimir en dichos caracteres la fuerza que impulsa el tallo de al crecer y mueve el alma... pero esto es otra historia. Yo estoy hablando de mis gustos, no de sus posibles efectos.

Escribir. Cuando escribo todo es perfecto. Cuando escribo, me siento realizada, en comunión con todo el universo. ¿Os suena muy New Age? Pues vale. No tengo otra manera de expresar lo inexpresable, así que os tendréis que conformar. Escribir no es realizar mis sueños, o emular aquello que deseo. Escribir es ser el canal de una fuente que se derrama con fuerza, es navegar por mundos que hace momentos no sabía ni que existían. Navegar a la deriva pero sintiéndome dichosa, pues hay una luz interna que siempre encuentra caminos, yo misma soy el faro. Escribo sin saber por qué; personajes y situaciones se manifiestan sin que yo se lo haya pedido. Puede que le dedique trabajo a las tramas o busque documentación, pero os aseguro que lo verdaderamente maravilloso del proceso es aquellos retazos misteriosos que proceden del mundo de lo invisible...

Hay muchos placeres en la vida, tantos como sufrimientos. Sin embargo, escribir es algo inherente a mi persona, una cualidad que esta siempre presente. Puede haber sequías (tan temidas, sí) pero al final es un caudal que siempre fluye. Para escribir no necesito nada ni nadie (bueno, sí, un ordenador o papel y lápiz) y por eso, aun cuando las cosas van mal, esta fuerza creativa me mantiene siempre a flote. Porque es para lo que he nacido. Porque es mi función en esta vida, aunque muchos de vosotros empecéis a reíros nerviosamente al escucharme hablar así, en plan épico. Porque si no escribo, si no me expreso de una manera artística (y en este caso las palabras son mi método predilecto) me voy para el otro lado. Al de la locura. Porque tanta energía concentrada es inogovernable.

Cuando comencé a escribir este blog, hace un par de días, no sabía muy bien a donde me dirigía. Hasta ahora, lo he venido usando para dos cosas: para canalizar pensamientos o ideas o bien para hablar de arte y cultura. Sin embargo, hace también un par de días, tuve una revelación. Podría usar este blog para compartir el fruto de mis placeres. Os seré sincera: para mí la diversión esta en el proceso, una vez terminado, el texto escrito no tiene mucho valor. (Soy una mala madre, lo sé...) Pero ya que yo también leo cosas de otra gente que me hacen estremecerme, imaginar, en definitiva, vivir, ¿por qué no iba yo a ofrecer lo que a veces siento que puede ser también de otros?

Alguien habrá visto que en este blog tengo colgados algunos cuentos e incluso una novela corta que escribí hace poco, todos ellos proyectos rápidos, pero no por ellos menos divertidos. Y ese alguien notará también que, dentro de poco, todos ellos van a desaparecer. No es que de repente se me hayan quitado las ganas de compartirlos, es que deseo hacerlo, por primera vez, conscientemente. Así que voy a editarlos, corregirlos... en fin, arreglar y vestir bien a mis niños para que estén lo más adorables posible antes de que volváis a verlos. Porque yo tengo una educación inglesa, queridas, queridos, y dejar mi arte abocetada y sucia a vuestra vista es simplemente in-ad-mi-si-ble. Como si fueráis a visitarme a mi casa y os recibiera en bragas, vamos.

Y así empezaré a abrirme de una manera en la que antes ni hubiera soñado hacer, con nuevos proyectos, historias y personajes por compartir, por presentar. Este camino es la primera vez que lo recorro: no tengo ni idea de cuánto va a durar, la calidad del terreno o del color de sus cielos nocturnos... pero qué queréis que os diga. Me encanta viajar. Y siempre estoy ansiosa por emprender una nueva odisea.

Per aspera ad astra

http://www.youtube.com/watch?v=GTkzyyv0DuA&feature=endscreen&NR=1

jueves, 5 de enero de 2012



Mi madre esperó a que nos hubiéramos alejado varios metros de la casa. Era una de esas calles semi desiertas, donde solo aparecen aquí y allá las puertas traseras de los locales: cubos de basura, gatos callejeros bebiendo de tetabriks sucios y bolas de polvo.

-Tengo que decírtelo -anunció muy seria. Su voz no auguraba nada bueno. Tras una pausa que no era si no un intensificador del drama que estábamos a punto de vivir, continuó-. Anoche escuché todo lo que hablabas por el skype.

Me detuve. Por un instanté mi cerebro intentó atisbar la conversación que había durado casi tres horas, detalles de comentarios aquí y allá. Pero enseguida me di cuenta de que lo mejor era olvidar lo que allí se había hablado, a altas horas de la madrugada.

Por mi salud cardiaca, y eso.

martes, 3 de enero de 2012



Si los que lloran están solos, yo ahora soy la única habitante del mundo. Y camino, desolada, por parajes invernles. El cielo es de un color pesado y polvoriento, se confunde con la nieve. Los árboles desnudos tiritan a merced de un viento infernal, y sus ramas son como garras apuntando hacia el cielo, por qué, o por qué sentimos como si no fuera a regresar la primavera.

Las semillas duermen por mil años bajo una capa de escarcha tan dura como la desilusión. Y el único sonido posible es el ulular de un vendaval que no tiene nada de armónico. El frío, anestesiante, aniquila cualquier tipo de sensación, y cualquier otro sonido se pierde para siempre entre los copos de nieve.

Se puede caminar, torpemente, por ese paraje desierto, pero no es aconsejable. La ausencia de horizonte, de una izquierda o derecha, hace inútil la orientación y por consiguiente la esperanza de alcanzar un objetivo. Creo que lo mejor es sentarse, aguardar estoicamente la congelación y rezar por que la siguiente vida sea mejor.

domingo, 1 de enero de 2012




Cuando lloras, estás sola. Cuando ríes, toda la existencia celebra contigo.