lunes, 23 de enero de 2012




Recientemente, se ha hablado de la ley SOPA. Aunque si no sabéis nada de eso, de lo que probablemente sí os habéis enterado es del cierre de Megaupload. Esa página que yo, como otros muchos, usaba para ver películas, series, compartir archivos, música... y un largo etcétera.

No voy a hablar de que si estoy a favor o en contra o de lo que debería o no hacerse. No me he informado del tema tanto como debería, ni soy una experta en leyes. Sin embargo, mi entendimiento alcanza a comprender una verdad: la cultura siempre se ha compartido. Ya sean libros que te presta un amigo, películas, un CD grabado con música... Simplemente, desde mi punto de vista, el internet multiplica este hecho hasta hacerlo global. Los nuevos tiempos traen nuevas realidades. Así como religiosos acusaron a la imprenta de ser un invento demoniaco. ¿Y demandan prohibiciones los avances? Los libros escritos a mano, incunables, aunque valiosos, no puedieron resistir el impacto de esa nueva herramienta mecánica que por primera vez hizo posible que una mayoría tuviera acceso a la cultura.

Desde mi humilde punto de vista, internet es algo parecido.

Y no voy a hablar de su enorme impacto publicitario (el de la red) de como ha hecho que se extendieran como la pólvora productos de la industria cultural y otras muchas cosas, innumerables ventajas de las que, desde luego, los mismos que claman leyes y prohibiciones también se benefician. Lo que está claro es que internet es un arma (de doble filo, como todas) y ya se ha hecho un hueco en nuestra realidad. Veamos cuánto tarda en camnbiarnos, más de lo que ya ha hecho.

En cuanto a la ley SOPA, SINDE y todas aquellas que se hacen según se dice para evitar lo que se denomina piratería informática (así como se surfea en la red también se pueden saquear carabelas) yo, como autora y creativa que utiliza entre otros internet como un medio, tengo algo que decir.

Publicar libros. Sé de lo que hablo porque ya lo he hecho, naturalmente. Actualmente, si esto se hace en papel, supone que la editorial paga una cantidad fija, como vienen a ser, por ejemplo, tresmil euros, y luego, de las ventas del susodicho libro el autor se lleva un diez por ciento.

Claro que el papel, distribución, marketing, beneficios y demás cuestan un dinero. Sin embargo, paraos a pensar una cosa. Un libro no es algo que, al menos en mi caso, surja de la noche a la mañana. Un libro es una idea que va cobrando forma, un proceso delicioso que te hace sangrar, pues para conmover y llegar al lector hay que hacer un sacrificio (humano, claramente). Una tarea larga, de años, aunque no por ello tediosa. Hilvanar sensaciones, eventos y palabras de una manera en que no todas las personas son capaces. Por eso las editoriales pagan.

Ahora bien, hablando en términos de capital, ¿quién vende una idea que ha costado elaborar años por tresmil euros y un mísero diez por ciento de beneficios? Porque claro, una vez que ellos la tienen, los editores, la idea ya no es tuya, y pueden hacer con ella lo que quieran. Censurarla, mezclarla... es como ceder a tu hijo en una adopción sin pacto alguno. Ya no es tuyo.

¿Pero, de quién es la idea en realidad?

Algunos dirían que del autor, otros que de aquel que la posea a efectos legales, incluso podría pensarse que la dichosa idea no es de nadie, sino que siempre estuvo en el mundo, antes que todos nosotros, con lo que pertenece a la existencia.

Yo no tengo la respuesta a semejante cuestión metafísica.

Pero, por el momento, os diré una cosa. Lo que escribo es arte. Y aunque para otros sea el sueldo del mes, para mí es algo que tiene mucho que ver con la Vida. No es medible en dinero ni en muchas otras cosas con las que a la gente le gusta hacer cuentas. Así que, hoy por hoy, no miraré hacia la ley SINDE, ni hacia la ley SOPA ni hacia la piratería informática ni nada de eso. Registro mis textos porque para mí es como darle el apellido a mis hijos (aunque reconozco que todos merecen una vida independiente) pero pienso distribuírlos gratis, entregarlos a cambio de nada. Como las películas que antes me bajaba, o la música que solía escuchar on-line.

¿Por qué?

Porque así lo quiero, punto. 

1 comentario:

Amphititre dijo...

Hoy he estado en el que es, probablemente, uno de los mejores conciertos de mi vida. Si no llega a ser por la "malvada piratería cibernética" probablemente jamás hubiese ido, ni hubiese escuchado tan siquiera al grupo en cuestión.

Lo queramos o no, la piratería en el fondo lo único malo que ha hecho es enriquecer nuestra vida con experiencias nuevas que probablemente no conoceríamos de otra forma, ya sea un libro, una obra cinematográfica, un grupo de música...

Aprovecho para recordarte que tenemos un cita pendiente. All is violent, all is bright :)