jueves, 21 de junio de 2012




A veces pienso que sería maravilloso poder arrastrar a otros a dónde estamos nosotros, pero la gran pregunta es, ¿realmente las fantasías tienen significado fuera de nuestra propia mente?

Me gusta pensar que sí. Al fin y al cabo, creo que todos los artistas -si no, al menos la mayoría- intentamos expresar algo con el fin de que otros lo entienden. Pinturas, letras, fotografías incluso los píxeles de un videojuego son, a mi modo de ver, envoltorios que esconden lo mismo: un sentimiento, una impresión, una sensación. Algo que agarra nuestros sentidos y nos captura, ya sea de manera intelectual, sentimental o visceral.

Sin embargo siempre existe la duda -yo la tengo- de si el mensaje llegará al receptor de la misma manera en que el emisor lo percibe. Probablemente no. Cuando yo leo Jane Eyre me emociono, pero quizá no de la misma manera en que Charlotte Brönte lo hizo al escribir... ¿o tal vez sí? En cualquier caso, nunca lo sabremos. Nuestra querida Charlotte está muerta -lamentablemente- y yo nunca podré ir a visitarla para tomar una taza de té en el norte de Inglaterra mientras le digo lo mucho que me gustó su novela.

Pero volviendo al tema que nos ocupa: la escritura, en mi caso, es expresar en cierto modo un mundo, algo que bulle dentro. Es una actividad solitaria, no requiere de compañía o de otros. Claro que es fantástico cuando alguien lee lo que has escrito y le gusta -o en su defecto lo escucha- pero realmente esa segunda persona no es tan necesaria (para el ego sí, por supuesto, pero eso es harina de otro costal). Escribir es una manera de denominarlo, pero lo que realmente me gusta hacer es inventar historias. Y para eso, no necesito nada más que yo misma. Claro que escribo a ordenador, pero de no tenerlo, lo haría a mano. Y de no tener papel, o bolígrafo, lo diría en voz alta. Y de no tener voz lo imaginaría... Es agradable pensar que es algo inherente a mi persona, tan íntimo y privado como un sueño.

Para nutrirme artísticamente hablando necesito salir, ver cosas, inspeccionar, investigar. Un museo, un jardín botánico, una casa abandonada, un rincón apartado del mundo o sencillamente un lugar donde no haya estado antes son ejemplos de este particular abono. También los libros, o las películas, pueden ser a veces como ventanas que le permiten a una asomarse a otros universos y ver cosas que antes ni siquiera tenían un significado.

Aunque todas estas son actividades que pueden hacerse en solitario, casi de una manera obligada, ya que una posible compañía puede quebrar el proceso -y en ocasiones especiales también enriquecerlo, claro está, por eso conviene saber diferenciar-.

En cualquier caso, no sé si sentirme triste o alegre. Uno está solo en el mundo -adoro a la gente, en la mayoría de las ocasiones, pero sé perfectamente que todo terminará cuando cierre los ojos, si entendéis loque quiero decir- y quizá las palabras en mi caso son como botellas con mensaje que lanzó desde una isla en medio del Pacifico... No, no. No lo creo realmente así.

¿Por qué no hacemos una fiesta?

No hay comentarios: