martes, 14 de febrero de 2012



Se empeñó en que me quedara su perro, una bola blanca y algodonosa, tan diminuto que podías sostenerlo con las palmas de ambas manos abiertas. Le dije que no, soy muy descuidada con los animales y los niños, además, no siento por ninguno de ellos el amor natural que se supone debieran inspirar en mi persona, al menos no de una manera inmediata. Pero ella no me hizo caso, simplemente hablaba de lo importante que es tener a otro ser vivo al cargo y de lo mucho que hace madurar, del amor incodicional que nos transmiten esta clase de experiencias... y también de un viaje muy lejano que debía hacer de manera inmediata.

Así que me quedé con el perro, criatura adorable, sí (hembra, creo), que correteaba entre mis tobillos preguntándose por qué demonios aún no me había agachado para rascarle la barriguita y esas cosas. Pero es que el libro que estaba leyendo era tan interesante.

Todo iba bien, hasta que sucedió.





Ahora, ¿cómo demonios le digo que he perdido a su perro en la RENFE?

1 comentario:

koneko33 dijo...

OOOHHhhh...

So cute!! <3

Quiero un bolita así entre mis manos! haz que se materialice! yo cargaré con las culpa luego, si es necesario xD