La clave de la novela Carol no es pensar en el argumento o los personajes -que también- si no en el año en que fue publicada: 1952. Quizá también ayude pensar en su autora, Claire Morgan, quien más tarde se reveló - incluyendo un prólogo nuevo en la novela para explicarlo- como Patricia Highsimth, famosa escritora de suspense conocida por su novela Extraños en un tren (que daría lugar a la película del mismo nombre dirigida por Alfred Hitchcock en 1951) o El talento de Mr. Ripley, de la que hay una versión bastante reciente protagonizada por Matt Damon, Gwyneth Paltrow y Jude Law.
El talento de Mr. Ripley, una película bastante interesante. |
La historia de Carol es sencilla. Una protagonista, la joven Therese, de 19 años, tiene como trabajo temporal dependienta en la sección de juguetería de unos grandes almacenes, precisamente en las peores fechas del año: las navidades. Su existencia en Nueva York es gris: aborrece su trabajo como vendedora y parece que nunca va a conseguir un puesto de lo que de verdad le gustaria (ser escenógrafa de teatro) su novio, Richard, es una persona amable y afectuosa pero a la que ella no acaba de sentirse conectada, no tiene ningún amigo, solo el recuerdo de la Hermana Alicia, monja en el internado para huérfanos donde se crió tras ser practicamente abandonada por su madre, ahora casada con otro hombre y que se encarga del hijo que ambos han tenido...
Sin embargo, un buen día aparece una hermosa mujer vestida elegantemente que viene a comprar una muñeca que enviar a su hija. Inmediatamente, Therese se siente atraída hacia ella (¿adivináis como se llama?) y da rienda suelta a su pasión sin importarle las consecuencias.
Tenemos aquí una novela sobre mujeres. Los personajes quizá puedan parecer demasiado misteriosos y abstractos, pero desde luego merece la pena intentar ahondar en ellos.
St. Margaret School, a donde acudió Therese. |
Therese es demasiado apática algunas veces, tímida, silenciosa. No manifiesta sus sentimientos abiertamente y no es afectuosa con nadie. Diríase que la gente misma le molesta: ella solo desea estar a solas en su casa realizando maquetas de escenarios imposibles, soñando con poder trabajar en un teatro algún día. Su relación con Richard no la llena, pero al menos él es el único hombre de todos con los que ha estado que la respeta. Además, él tiene una familia, cosa que Therese añora, con lo cual no puede evitar aceptar su relación aunque solo sea por sentirse un poco arropada. No hay que olvidar que de niña esta chica fue abandonada a la tierna edad de ocho años por su madre después de que su padre -un pintor de poco talento- muriera y ella se casara con otro hombre, prefiriendo cuidar del hijo que tiene con este y enviando a Therese a un internado católico para niños huérfanos. Sin embargo, esta vulnerabilidad también esconde una fortaleza increíble: Therese se enamora de Carol desde la primera vez que la ve, y no se plantea si ese sentimiento está bien o mal, si cumple las normas, si va a ser marginada por ello de la sociedad... simplemente se entrega a él, con toda su alma, con una confianza y un arrojo del que pocas personas son capaces. Aquí un estracto de la novela donde Therese decide enviarle una tarjeta a la misteriosa mujer a la que acaba de atender, una acción espontánea que luego da pie a su relación.
A media tarde bajó a la primera planta y compró una tarjeta de Navidad en la sección de tarjetas de felicitación. No era muy especial, pero al menos era sencilla, en sobrio azul y dorado. Se quedó con la pluma pegada a la tarjeta pensando qué escribir: "Usted es magnífica" o incluso "La quiero", y por fin escribió muy deprisa algo dolorosamente torpe e impersonal: "Con un recuerdo muy especial de Frankenberg", y en lugar de firma puso su número, 645-A. Después bajó a la oficina de correos, que estaba en el sótano, y dudó ante el buzón. Cuando tenía la carta aún sujeta pero ya dentro de la ranura, se puso nerviosa. ¿Qué pasaría? De todas maneras, iba a dejar los almacenes dentro de unos días. ¿Qué le importaría a la señora H. F. Aird? Sus cejas rubias se enarcarían quizá ligeramente, miraría la tarjeta un momento y luego la olvidaría. Therese la dejó caer dentro del buzón.
El personaje de Carol, por otro lado, me ha gustado mucho. Aparentemente es todo lo que una mujer desearía ser -al menos en el tiempo en el que se escribió la novela- hermosa, rica, de unos treinta años, casada con un hombre aún más rico y con una hija pequeña... Sin embargo, una vez que ha conseguido todo esto Carol se da cuenta de que no es lo que quiere, porque ella está realmente enamorada de Abby, su amiga de toda la vida, que la hace mucho más caso que su flamante -e insensible- marido. Las dos comienzan un affair que dura dos meses, ya que Abby está demasiado angustiada por su "comportamiento" y Harge, el marido de Carol, empieza a sospechar. Sin embargo, esta situación es la que da pie a que Carol quiera pedirle el divorcio a su marido, acción de la que este nunca se acaba de recuperar. Tal y como le explica Carol a Therese en una conversación, su marido es incapaz de aceptar que ella pueda sentirse atraída por otras mujeres.
-Lo que quiero decir es... seguro que debió ponerse celoso.
Carol puede parecer frívola al principio, pero nada más lejos de la realidad. Aunque ella tiene mucho que perder (posición social y sobre todo, la custodia de su hija, Randy) se niega a ocultar su sexualidad o la evidente atracción que siente hacia la joven Therese, llegando a ser la que lleva la voz cantante en la relación.
Los personajes secundarios, Richard y Abby, están dibujados también con maestría. La amiga de Carol aparece como una mujer algo mayor, aparentemente extrovertida y algo alocada, pero de la que se intuye una especie de tristeza o resignación. Quiere a Carol y cuida de ella durante toda la novela, pero deja bien claro que no va a abandonar su vida -su marido, sus hijos- por un sentimiento que la gente considera repugnante, así que prefiere un lugar discreto junto a Carol, aunque esto signifique renunciar al amor -más allá de la amistad- que siente por ella.
En cuanto a Richard, es un hombre aparentemente amable y considerado de ascendencia rusa. Quiere a Therese, pero confunde su desinterés sexual por recato -parece ser que los hombres prefieren a las guarras para follar y a las santas para casarse con ellas, hablando mal- y se niega a aceptar que Therese ame a una mujer, llegando finalmente a odiarla intensamente por ello. Aquí un estracto de la carta que le escribe para despedirse de ella, y que es un fiel reflejo de lo que muchos hombres de la época sentían:
[...] y ahora la máxima emoción que siento por ti es algo que estaba presente desde el principio: disgusto. El que te hayas atado a esa mujer excluyendo a todo el mundo, en esa relación que ahora se habrá vuelto sórdida y patológica -estoy seguro-, es lo que me disgusta. Sé que no durará, y lo dije desde el principio. Lo lamentable es que más adelante tu misma lo lamentarás, y tu disgusto estará en proporción a la cantidad de tiempo de tu vida que malgaste con ello. Es algo desarraigado e infantil, como alimentarse de flores de loto o de cualquier otro dulce enfermizo en vez de con el pan y la carne de la vida. [...] Pero estoy hablando con sentido común y probablemente tú no puedes entender una sola palabra. Excepto quizá una cosa: no quiero saber nada de ti.
Sin embargo, lo verdaderamente sorpredente de la novela no es la historia que presenta, si no su final, que podría considerarse feliz, y que fue toda una revolucíón en una época en la que estaba prohibido presentar a personajes homosexuales -y si se hacía había que incluír un final con suicidio incluído o un relámpago de razón de y sentido común que les hiciera regresar a la bendita vía de la heterosexualidad-.
Porque Therese no se queda con su novio, y aunque Carol pierde la custodia de su hija, quiere seguir viendo a su amante y comenzar, de hecho, una vida juntas, porque ha entendido que, si bien la sociedad la rechazado con el peor de los castigos (le arrebatan a su propia hija por considerar a su madre una peligrosa influencia) no por ello va a dejar de vivir como siente, lo que la hace, a mi modo de ver, el personaje más fuerte e interesante de la historia. Dice ella:
-Me negué a hacer un montón de promesas que él [su marido] me pedía, y ka familia también se metió de por medio. Me negué a vivir según una lista de estúpidas promesas que ellos habían confeccionado. Parecía una lista de delitos menores. Aunque eso significaba que me iban a apartar de Rindy como si yo fuera un ogro. Y así ha sido.
La autora, Patricia Highsmith. |
Aquí dejo constancia pues de esta novela, que quiá hoy en día parezca demasiado sencilla, comedida, pero que en su tiempo una mujer se atrevió a escribir -aunque fuera con un pseudónimo- para demostrar que algo más que la perfecta familia americana era posible, que la homosexualidad no era una enfermedad que arrastraba a sus víctimas al pecado y que el amor entre dos mujeres puede, en ocasiones, ser más fuerte que otros lazos como la maternidad o el noviazgo, considerados prácticamente como "deberes" del sexo femenino.
Ahí queda.