miércoles, 14 de noviembre de 2012



Ya van dos meses. Escribiría en inglés, que es como más me sale ahora, pero como algunos de los que me leen se quejan al respecto, pues vuelvo al español, que en realidad, no me cuesta nada.

Dos meses. Se dice pronto. Las cosas van cambiando. Está claro que ya no son unas vacaiones, porque la excitación de las primeras semanas se ha pasado, como el verano que nunca hubo en Escocia. El tiempo no me molesta tanto como había pensado en un principio. Naturalmente, es un poco triste para mí ver como a las dos de la tarde empieza a anochecer y que a las cuatro ya esté tan oscuro como la boca del lobo, pero mi tristeza no ha vuelto a alcanzar límites suicidas desde aquel día de niebla eterna.

Por otro lado, mi espíritu empieza a buscar mil maneras de asentarse, porque dos meses fuera del hogar es desconcertante e incómodo. Mi habitación en la residencia nunca me ha parecido tan fría, y ahora me doy cuenta de lo importante que es adornar, rellenar los espacios en blanco con esas cosas que para quien no es el propietario pueden parecer tonterías pero que al mismo tiempo están cargadas de significado... No quiero que mi habitación sea como el piso del protagonista de Shame, aunque por ahora nunca saco tiempo para imprimir fotos de mis seres queridos...

Han pasado cosas interesantes en estos dos meses. He viajado por Escocia a uno de los sitios más hermosos que jamás he visto. He ido a mi primer ball (¿alguien ha leído Jane Austen? Pues eso). He descubierto que me encanta la ceilidh (danza escocesa). Mi timidez es casi inexistente, como mi ansiedad. Ya he cogido el ritmo de trabajo en la uni. Es duro, pero gratificante, así que no hay ninguna queja al respecto. Sigo tan enamorada de la ciudad como el primer día... aunque este mes pasado, octubre, haya sido el mes de la nostalgia. Porque me he dado cuenta que toda brújula necesita un norte, y aunque yo tengo el mío bien puesto (gracias a los dioses) a veces una necesita tocar, sentir físicamente a los que quiere. Pero si el destino me mantiene aquí, a un mar de distancia, que así sea.

Sigo aprendiendo mucho. Ya he ido al médico sola. Entiendo el inglés perfectamente. Entiendo a los escoceses hablar inglés, lo que es aún más sorpredente. Ya puedo divagar y ser críptica en una lengua que no es la mía. Mi japonés también está mejorando, aunque más despacio, claro está.

No hay amigos, pero empiezan a descrubrirse ciertos roles. Me doy cuenta de como es cada uno de los que me rodean. Los que parecían amables se revelan como personas con objetivos totalmente opuestos a los míos. Los que eran meras sombras, se acercan tímidamente y me ofrecen su tiempo. Puede que en este mes se hayan plantado las semillas de algo que no sé muy bien qué es, pero en cualquier caso aquí llueve mucho, así que me figuro que no tardarán en germinar y entonces lo podre saber.

Octubre ha sido un mes oscuro lleno de contrastes y dureza, la de quien intenta acostumbrarse a unoz zapatos nuevos. No hay mejor metáfora que pueda describirlo...

Cuando escriba la entrada de los tres meses, en diciembre, la fecha de mi vuelta a España estará próxima, como también la del final de mi cuatrimestre... ¡El tiempo vuela incluso más rápido que los vientos que asolan Edimburgo!

https://www.youtube.com/watch?v=hz5RtnyBEEU

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