domingo, 22 de julio de 2012




Hoy he visto un águila en la ciudad, hecho insólito y por ahora aislado, al menos en mi experiencia. Su silueta era inconfundible: las alas, enormes, que parecían abrazar el aire. La cabeza afilada. La manera de planear, como el barco que navega en un mar embravecido.

La ví ir de acá para allá, como una sombra amenazante en el cielo crepuscular. Estuve esperando, todo ese tiempo, que se lanzara en picado sobre una paloma distraída, una de tantas que vuela a tumbos cerca del adoquinado de la calle, esperando poder picotear algunas migajas, pero eso no ocurrió.

Tras mostrar su majestuosa silueta y ejecutar ciertos giros en el aire, cual trapecista experta, el águila se marchó, hacia el oeste, y se perdió en la oscuridad incipiente de la noche.

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