martes, 24 de julio de 2012



Mañana me voy, de nuevo, hacia esa isla perdida en los confines del mundo. Mi historia con Irlanda, Eire, es especial y viene de largo, como bien saben todos los que me conocen. Y es que un pedazito de mi alma descansa en sus ondulantes colinas, en el color perla de sus lagos, en sus bosques milenarios...Irlanda es un lugar mágico donde la naturaleza (y no la especie humana) marca el compás, un lugar donde hasta un ateo terminará por rezar al cielo para que le conceda un mísero rayo de sol. En sus cruces de piedra que señalan los cuatro puntos cardinales a los viajeros que sepan interpretar según qué mapas, en las altas torres vigilantes de sus lugares sagrados, refugio de la verdad y la luz de la cultura, la única de la que los sabios de aquel tiempo podían disfrutar... todo es un misterio sin resolver, un templo en ruinas a la orilla del río que acogió ritos secretos que ahora duermen en el olvido.

Sin embargo, en este viaje hay algo  que lo distingue de los otros. No voy sola, como siempre, a la aventura, conociendo a decenas en mi camino pero siempre desde mi perspectiva, mi amplia subjetividad. Ahora cierta persona me acompaña, y, creedme, tiene que ser especial si es que me he atrevido a lanzarme a esta, que era mi aventura, con otra alma. Estoy nerviosa, inquieta, porque lo que no se puede explicar con palabras solo se desdifra a través de los sentimientos, y deseo, sinceramente, que esa otra persona disfrute del viaje tanto como yo sé que lo voy a hacer, pues amo lo nuevo, la aventura de lo inesperado, nadar en un río que me lleva siempre abajo, abajo, sin que pueda evitarlo. ¿Hay más dicha que la de soltarse y vivir?

A pesar de que siempre me pongo ligeramente nerviosa antes de un viaje, hoy ya empiezo a sentir esa agradable sensación de excitación, de alegría que caldea poco a poco unos ciertos engranajes, porque la perspectiva de salir de Madrid, una ciudad ardiente en verano y casi insoportable, es maravillosa, y sobrevolar los páramos amarillentos de España y atravesar los cielos hacia el verdor húmedo y misterioso de un país que no me cansa, y del que siempre tengo cosas por descubrir...

Así pues, me marcho. Mi viaje, (¿o debería decir nuestro viaje y romper de una vez con todas con la barrera del individualismo?) nos llevará por la isla y sus paisajes, y espero que sea grato, una ola que podamos remontar con el viento silvando en las orejas y una sonrisa en el rostro.

Parece que era ayer cuando escribía en el blog una despedida a una persona muy querida para mí, animándola en su viaje, y a ahora resulta que soy yo la que parte...

¡Hasta pronto!

1 comentario:

Annell dijo...

¡Pues que se diviertan y saca muchas fotos!