martes, 3 de julio de 2012




En la biblioteca, hay colgado un cuadro de lo más inquietante. Está hecho a pinceladas rabiosas, amargas, brochazos de color azul cómo la profundidad del mar, o azul como un rayo que en la tormenta saca mil destellos a la ola amenazadora. Representa un pez, de perfil, con su único ojo saltón que busca al incauto transeunte para clavarse en su alma conmo si de un cuchillo se tratara. Este pez, además, es algo particular. Tiene cuatro o cinco brazos humanos (no los he contado bien) que salen de la largura de su cuerpo y se alzan en miles de dedos crispados, que agarran un anzuelo metálico que sobresale de su boca abierta mientras sus agallas sangran.

Mi duda existencial al contemplar este cuadro es: ¿qué intenta hacer realmente el pez? ¿Se está sacando el anzuelo en un doloroso tormento de sangre y carne arrancada para lograr al fin la libertad deseada como el frescor de las aguas o, por el contrario, intenta hundir de una manera más certera en sus entrañas los extremos afilados de ese maquiavélico instrumento en una desesperada manera de poner fin a una larga agonía?

1 comentario:

Annell dijo...

... Mi pregunta es qué pretendía transmitir el autor... Con semejante cuadro yo sería incapaz de estudiar o leer