jueves, 4 de noviembre de 2010







Esta es una entrada sincera.

Pensaba escribir cualquier tontada graciosa, pero no, definitivamente no me sale ni queriendo.

Pienso, ¿quién soy? ¿Hasta dónde puedo llegar? Es triste, pero siento que mi libertad termina donde empieza mi miedo a los demás, a las terribles consecuencias de mis actos. Miedo a ellos, sí. Y miedo de mí misma. Porque realmente nunca estuve hecha para esto, sin embargo, prefiero atarme, torturarme, imponerme normas estrictas, antes que volver de nuevo al caos.

No quiero volver al caos.




Paradójico, ¿no?

Pero pasar a la acción es jodidamente difícil, porque parece que los rebeldes, si bien son inmortales, tienen un destino terrible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que dure, que dure, sí. Aunque no es tan fácil en realidad, o no por lo menos cuando se trata de relaciones a distancia en la que ves a la persona una vez cada X tiempo... Es algo más complejo.
Y bueno, la verdad, no sé qué decir respecto a lo escrito, es un día raro, no sé qué decir con respecto a nada en realidad...
Por cierto, leí los anteriores relatos, nada más que, geniales... enserio :)

Mew dijo...

¿Y quién teme a ese lobo feroz...?
Los seres humanos no tenemos capacidad real de mando en ningún otro sitio excepto sobre nosotros mismos. ¿Pretendes que me crea que la vida humana es como la ejecución de un programa que aún no ha llegado a la última línea del código? ¿Totalmente escrita y predecible pero no accesible si no posees los conocimientos adecuados? Lo siento, pero los errores de código existen. Y están donde menos te lo esperas. Sé el error que jode el destino, digo programa.

Aunque no me lo digas a mí, aunque no se lo digas a nadie, tú, en el fondo, siempre sabrás quién eres. Y también lo que quieres. Que se joda el mundo si no quieres bailar al son de su música, porque puedes discrepar. Porque puedes luchar, sobresalir, triunfar y destacar sin necesidad de pedir perdón o infravalorar tus méritos.

A veces tenemos que jugar con el límite de nuestras cuerdas, porque, de lo contrario, seremos toda la vida marionetas inertes.