lunes, 15 de noviembre de 2010

 
               A veces te ves, te miras, y te preguntas por qué esta terrible necesidad de gustar, de ser deseable, bella, hermosa, oh, sí, esa llamada de ven, ¿te gusta lo que ves?, ¿te gusta lo que te hago sentir? Pues entonces ven más cerca, mézclate conmigo y siente, aunque sea por unos segundos, que me tienes, que has atrapado todo este poder, como quien agarra a una mariposa, tocando sin cuidado sus alas, sin saber que, de ese modo, jamás podrá volver a volar…
               Y somos como hermosos objetos de decoración, cuanto más vistosos mejor, cada cual los busca según sus necesidades pero, lo que más importa, es que sean fáciles de manejar. En un mundo masculinizado nuestra perspectiva es quizá divertida, curiosa, pero jamás se toma en cuenta con asuntos reales, serios. Frivolidad es nuestra seña, y nadie quiere ser frívolo a la hora de la verdad. En ese momento se prefiere la violencia, la fuerza, como si de esa manera, sangre y muerte, se pudiera manipular la realidad… crear un terrible caos que les permita empezar desde cero… Y nosotras seguimos siendo un misterio, de nuestra verdadera naturaleza son pocas las que saben. Como mares oscuros y profundos, sobre nosotras circulan leyendas de terribles monstruos y cosas imposibles, y pocos son los que se aventuraron al fondo y regresaron para contar lo que vieron allí.
               Porque deseamos ser alabadas, ensalzadas, palabras hermosas, versos, regalos, creamos vida, y como creadoras necesitamos las lisonjas. Y tan preocupadas estamos de escucharlas, de atraerlas, que hace tiempo que nos olvidamos de quién somos y a quién nos debemos.
                


Y eso que nos dieron el poder.

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