martes, 5 de julio de 2011
Cierta persona que lee este blog por cierto (pero no voy a señalar, ya desde que era pequeña me enseñaron que era de mala educación) insinuó una vez que la realidad no podía superar a la ficción. Ja. Que sepas que aún tenemos discusión para rato con este tema. Pero este post va por otra persona, y aunque yo no suela dedicar posts de manera personal (los dioses me libren, prefiero dirigirme abiertamente a mi posible público a andar con estúpidos favoritismos) he de reconocer que se da una situación especial.
Era una cría cuando recibí aquella postal. Suelo mandar un montón de postales en verano, da la casualidad de que siempre acabo en rincones interesantes. Nadie me solía responder nunca, no me lo tomaba de manera personal, pero era un hecho tan innegable como que el agua hierve a cien grados.
Hasta que, un buen día, yo estaba sentada en el comedor, allá por el Norte, y me dijeron por teléfono que X me había enviado una postal. Ni recuerdo ahora mismo de donde era. ¿X? Yo por aquel entonces conocía como siete personas con ese mismo nombre, no exagero, y la verdad, pensé en todas ellas menos en la que al final resultó ser. Cosas de la vida.
Sí, recuerdo en mi hogar aquella postal, aquel pedazo de papel entre mis manos. Una invitación. Una puerta abierta. Una llave. Era todo eso en mis manos y yo, que soy más curiosa que los gatos, quise dar ese paso.
Tenía catorce años.
Ahora, mucho tiempo después, solo puedo decir una cosa: algún día te haré inmortal.
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2 comentarios:
Cuando descubras el secreto de la inmortalidad, compártelo conmigo, porfi.
Mira, para mi amigo el informador del piso creo que he pasado a ser una paria social o algo ._. Porque no me responde. De todas formas, le preguntaré a otros dos, a ver si saben algo xD Y si no, yo soy un retaco de niña e_e seguro que apretujadas en la cama de mi residencia, cabemos! XD
Me pregunto qué habrá pasado. Espero que algún día te pases para que podamos charlarlo. No voy a comerte, dulzura ;)
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