jueves, 7 de marzo de 2013




El tema de la semana hoy es Aum. Yo no sabía lo que era. Solo recuerdo haber leído de pasada algo sobre un accidente en el metro de Tokyo en un libro de una de mis autoras favoritas. El libro se llama Grotesco (altamente recomendable, aunque el título no está puesto por casualidad) y la autora en cuestión es Natsuo Kirino (Tiene otra obra genial e igualmente adictiva, OUT). También algún compañero japonés me hizo referencia de pasada al incidente comparándolo con el tristemente conocido 11M de Madrid. 

Basicamente, mi conocimiento de Aum se reducía pues a tres conceptos: accidente de metro en Tokyo, gas venenoso y secta religiosa. Pero, ¿qué es Aum realmente? ¿Qué se esconde detrás de estas tres letras y estos tres conceptos como ser capaces de crear una tragedia que hizo temblar Japón con la misma fuerza que uno de sus terremotos?

Para empezar, la palabra AUM es una traducción fonética del famoso 'Om' budista. Aum, aun siendo una secta, se enmarca en el budismo. Por cierto, que el budismo -al menos el que se practica en Japón, que es sobre el que más o menos entiendo- no se reduce solo a la figura meditando del buda que alcanza la iluminación con esa sonrisa de Mona Lisa. El budismo japonés es una religión machista -me llama la atención eso de que una mujer no puede alcanzar la iluminación por mucho que se esfuerce; en todo caso, ha de probar suerte en su siguiente reencarnación masculina-. También tiene un inmenso contexto mitológico con cabida para cielos e infiernos varios, espíritus, demonios y fantasmas... Vaya, que yo, que he leído la historia de Sidharta pensaba que el budismo se reducía al sencillo -pero complejo- mensaje del engaño de la mente y la supresión del deseo. Pero, -como en todo- hay mucho más.

Aum, de hecho, empezó como un grupo de yoga y acabó teniendo sedes en Europa y Estados Unidos. Esencialmente, la religión se basa en la premisa del karma y la división de la realidad. Me explico. La realidad que conocemos -el mundo real, en el que nos movemos todos los días- no es más que uno de los muchos niveles de la realidad en su totalidad. Solo que nosotros estamos ciegos, atrapados en el dolor y los deseos, y no nos damos cuenta, pero los otros niveles están ahí. Algo así como la película de Matrix. Los nieveles (o dimensiones) por debajo de la nuestra son los infiernos, habitados por fantasmas, demonios y animales-espíritu... Los de arriba son cielos, y en ellos viven los dioses. Ahora bien, ¿es posible pasar de una dimensión a otra? Sí, y ahí es donde entra en juego el karma. Desde que nacemos, una cantidad de datos son introducidos en nuestra mente, en su mayoría negativos, y esto hace que casi sin querer acabemos acumulando una enorme cantidad de mal karma. Los datos negativos según Aum vienen del consumismo, el sistema educativo japonés, tan restrictivo, y la publicidad y mensajes de los medios de comunicación. Para limpiar este karma negativo se necesita una vida de asceta, que consiste en eliminar el deseo. El deseo de poder, el deseo de dinero, el deseo de comer, el sexo... y hasta del sueño. Esto tampoco es nuevo. Ya lo contaba Santa Teresa en sus experiencias místicas, o San Juan de la cruz. Separando la mente del cuerpo convirtiendo al segundo en una mera carcasa, se pueden acceder a otras realidades (que estas estén dentro o fuera de nuestra mente es otra historia).

A través de estos ejercicios, (nada de sexo, nada de comer más que arroz y verduras, nada de dinero o poder y las mínimas horas de sueño) los seguidores de Amu esperaban conseguir desarrollar super poderes, como leer el pensamiento, y finalmente ser capaz de acceder a las realidades superiores. Superar la barrera de la muerte misma. He de reconocer que, a través del tiempo y del espacio, no son los únicos que han perseguido tal empresa...

La figura del lider, Asahara Soho, es la de un hombre voluminoso de cabello y barba largos que recuerda vagamente a un Jesucristo cristiano. Curioso el factor físico para alguien que -supuestamente- casi no debería comer. Naturalmente se sabe que tenía amantes, hasta seis hijos reconocidos, un mercedes y un helicóptero privado... Nada que entratra en conflicto con la eliminación de los deseos que acabo de mencionar, vamos.

Por lo demás, las prácticas de Aum incluían la iniciación de sus miembros con drogas tales como el LSD (y sus consecuentes accidentes ocasionales) y los duros castigos físicos que se aplicaban a los que de alguna manera u otra cometían algunos errores. Como, por ejemplo, colgarlos cabeza abajo durante horas. A los que intentaban marcharse de los perseguían para obligarles a volver y en algunos casos hasta los asesinaban. Si una se pone a investigar, me temo que salen datos tan e incluso más escabrosos que estos. Pero bueno, todos los cultos tienen su lado oscuro. La figura del papa cristiano es una bastante alejada de los votos de probeza y la vida sencilla que Cristo proponía en la Biblia, sin ir más lejos.

En cualquier caso, hoy hemos visto un documental de dos horas y media sobre Aum. Está filmado por una persona anónima que logró introducirse en una de las comunas poco después del incidente del metro de Tokyo, cuando el lider Asahara fue detenido y la secta empezaba a desintegrarse, teniendo que sobrevivir sus miembros todo el odio que la sociedad japonesa descargó sobre ellos.

Este documental es muy sencillo: uno asiste, como espectador, a diferentes escenas de la vida en la comuna. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido la suciedad. Las habitaciones en las que se ve vivir a los miembros están sucias, desordenadas y en muchas ocasiones no tienen ni ventanas... La basura se acumula en las esuinas. Hay cucarachas y hasta ratas. Debe de ser porque la mayoría aspiran a vivir en una dimensión superior y desprecian esta como un cárcel de deseos insatisfechos y lágrimas. De los miembros -en su mayoría hombres- se puede ver su actividad rutinaria. Hacen los ejercicios de yoga, meditan, rezan ante el altar de su líder, se alimentan de la manera más escuetamente posible, leen -los libros sobre la secta, claro- y navegan por internet en unos pesados portátiles japoneses que en el tiempo aquel debían de ser de última generación. Curioso detalle, pero los ordenadores salían en casi todas las escenas. Hablando de consumismo...

Me ha llamado la atención una de la escenas en las que uno de los muchachos pone un trozo de dulce en un cuenco de cristal y espera a que las cucarachas vengan y acaben todas metidas en dentro. Después de ello, coge el bote con infinito cariño, sale a fuera, busca un parque, y finalmente las libera allí, felices y bien alimentadas, entre el verdor. Como es una secta budista, no pueden comer carne ni matar animales -no hay mejor manera de acumular mal karma-. Me parece bien, y lo digo en serio. Yo misma detesto matar insectos, por molestos y hasta peligrosos que puedan ser, y de hecho, soy practicamente incapaz. Sin imbergao, salvar a unas cucarachas y luego no tener reparo alguno en soltar un gas venenoso en un metro en hora punta son dos hechos que me parecen incompatibles. En terminos kármicos, ¿qué diferencia a un ser humano de una cucaracha?

En otra escena, los miembros se anuncia a los miembros de la secta que el líder ha sido juzgado y procesado culpable. Una secta sin líder. Sin embargo, ellos se limitan a cambiar la foto de altar -la del hombre gordito- por la de dos niños -monísimos, por cierto- que son los hijos del susodicho. Y siguen rezando con la misma devoción. Con este gesto, creo que dieron a entender que la figura del lider no era tan importante. Estaban tan convencidos de lo que hacían, que no les importaba quién les dirigiera, simplemente querían seguir en ese camino. Porque está claro que unos niños que a penas llegaban si a acaso a los tres años poco papel de líderes pueden hacer, al menos en un futuro cercano.

Todos los miembros de aquella comuna tenían unos gestos idénticos. Parecían buena gente. Tranquilos, comedidos, amables. No daban la impresión de estar asustados, enfadados o ansiosos. En absoluto. Conozco a ejecutivos, por ejemplo, que dan mucho más miedo. Todo lo aceptaban con una especie de confiado estoicismo. Ante las víctimas del atentado, que demandaban una disculpa cuando se encontraban con ellos, seguían exhibiendo la misma media sonrisa de siempre. Algo así como si alguien muy enfadado me exige que le pida perdón al elefante violeta que tiene al lado. Y yo, porque estoy de buen humor, asiento, mirando el vacío inexistente que solo la paranoia de mi interlocutor puede llenar.

¿Qué ocurre con esta gente? Aum es conocida por ser una secta que atrajo -y puede que siga atrayendo, porque al día de hoy, aunque se haya cambiado de nombre, sigue existiendo- a gente universitaria, en su mayoría científicos-. Personas talentosas a las que nadie consideraría crédulos precisamente porque tratan con aquello que puede medirse. Y aún así ahí estaban todos, pensando que el Apocalipsis iba a llegar en el año 2000. Complicado.

¿Qué puedo decir? Creo que entiendo un poco a esta gente. Los entiendo en el sentido de que la soledad duele y es terrible. La vida es terrible cuando estás solo, en una habitación vacia, y sientes ese frío inexplicable que ahoga el alma. En esos momentos -y en otros más lúcidos- he pensado en lo bonito que sería poder unirme a alguna religión. Solo por el sentimiento de comunidad, o por el hecho de sujetarme a algo cuando la marea negra de la incertidumbre y el hastío quieran devorarme. De verdad que lo he considerado. La infancia es feliz porque no hay preguntas, solo un mundo por descubrir. Pero la adultez es otra historia, ay, y no es fácil andar solo por la cuerda sabiendo que abajo no hay red, nunca la hubo. Además, los deseos siguen ahí, y es mil veces cierto que nos atrapan. Desear es solo un deseo en sí mismo, y la sociedad trata con muñecos a aquellos que se rinden a las pasiones más bajas sin preocuparse por alimentar el espíritu. Los que se unían a Aum encontraban respuestas a estos dos interrogantes: una comunidad, unas creencias y unas estrategias para eliminar el molesto deseo (que puede llegar a cansar, a mí, por lo menos, me agota). Además, si eran inteligentes, ahí no solo los valoraban sino que además les permitían trabajar en lo que les gustaba y a su antojo, lo cual, comparado con el rígido sistema empresarial de trabajo en Japón es todo un lujo... Y además, no nos engañemos. ¿Quién no prefiere dedicarse a algo que le apasiona a estar fichando en una oficina diminuta un día gris tras otro?

Y sin embargo, en los ojos vacíos de el portavoz de la secta, que afirmaba que solo había cogido de la mano a una chica cuando estaba en pre-escolar y que se había separado de su familia porque era la única manera de sobreponerse al dolor que traen los seres queridos (enfermedad, muerte), no vi la luz de las respuestas, sino una suerte de adormecimiento. Una estabilidad antinatural, un páramo baldío. Solo quería gritarle y si acaso abofetearle. Puede que las dudas que nos oprimen el pecho sean o hayan sido parecidas, pero lo que tengo claro es que si la vida fluye yo fluiré con ella. No tiene sentido agarrarme a nada porque ese asidero solo estaría entorpeciendo mi caída libre en el vacío, que realmente es la solución a todos mis problemas, o eso intuyo. En cualquier caso la caída libre es lo que toca; no se sabe manera de huír de ella, y los que ya no viven jamás nos han contado cómo es al otro lado.

Aunque una cosa quiero reconocer. El que haya pensado en introducirme en una religión solo es un deseo vano. Tan pronto como los diferentes cultos se me presentan, los líderes con sus mejores panfletos y sonrisas, no puedeo evitar ver entre bambalinas los oscuros recovecos de sus espectáculos. La mayoría de las religiones -por no decir todas- con las que he tenido contacto son, para empezar, machistas. ¿Y cómo podría pertenecer a una comunidad que me menosprecia por algo tan inherente a mi persona? Queda fuera de toda posibilidad. Y aún así estoy convencida que ese sentimiento, como el de la búsqueda de la verdad en medio del humo de los engaños, viene reforzado por el amor. No siento la necesidad de buscar un amor incondicional -una comunidad que me abrace, que me reciba como a una hija- porque ya tengo familia. He nacido en el amor y he sido criada en él, con lo que desconozco su carencia. Mi alma tiene ese brillo, y quiero pensar que aun cuando los que me aman desaparezcan aún seguirá ahí, al menos en el recuerdo. Porque es como una brújula interna, una manera de ver el mundo a través de otros cristales.

Yo no necesito que me enseñen a rezar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

recuerdo un cuento, los dioses cuando crearon al hombre, para que éste no encontrase la verdad que le haría saber que era hijo de dios,y como tal con toda clase de poderes, deliberaban sobre dónde esconder ese misterio, y uno de ellos dijo que el mejor lugar para esconderlo, donde el hombre nunca buscaría, sería dentro de él mismo.
besos.
en la box hay peli de secta.