domingo, 17 de marzo de 2013



Hoy me he acordado, con una mezcla de cariño y pena, de que a veces las personas a las que amamos salen malparadas por nuestra culpa, y eso, aunque es bonito, también es triste.

Estaba pensando en K.y yo. La relación que nos une es de lo más estrecha, pero hay veces en las que la pobre ha tenido que aguantar mucho... Me vienen a la cabeza dos anédotas muy concretas.

La primera de ellas es una noche yendo al cine. Recuerdo que, como de costumbre, pasamos por una tienda barata de chucherias antes de la película para acumular provisiones varias. Solo K. llevaba bolso, que estaba a reventar después de que saliéramos de la susodicha tienda (el bolso era pequeño, tampoco os equivoquéis). Recuerdo que sujetaba el monedero aun en la mano (acababa de pagar) e intentaba acomodarlo todo sin conseguirlo. Entonces yo le cogí la cartera y me empeñé en llevarla en uno de los bolsillos de mi abrigo. De hecho, recuerdo que insistí.

Entramos al cine, vimos la película...y a mí me quitaron el monedero, que no era mío, sino de K. No sé cómo, porque no me di cuenta, pero el caso es que luego lo estuvimos buscando (K. se dio cuenta nada más terminar la película) y no estaba por el cine.

Os podéis imaginar el disgutso mayúsculo de K. No solo porque ahí tenía treinta euros, sino todos los documentos: carné de identidad y demás. De hecho, le dio una especie de ataque de ansiedad. Y encima yo supongo que cargué doble culpa kármica, porque el monedero no era mío pero me empeñé en guardarlo en un sitio de donde después me lo quitarían... Menuda historia.

(K. no volvió a ver jamás el monedero, pero unos días después -cuando ya había solicitado la mayoría de las copias para los carnés que había perdido- se encontró con un sobre en el buzón en el que estaba toda la documentación, DNI incluído. Yo le devolví los 30 euros y quise comprarle una cartera nueva, pero creo que para eso segundo se me adelantaron).

La segunda vez también fue con K. (que tiene el mal vicio de apreciarme y estar siempre conmigo...). Estábamos bajando unas escaleras. K. iba delante y yo detrás. Las luces estaban apagadas (definitivamente eso tuvo que ver con los acontecimientos que siguieron). Íbamos charlando pero de repente yo perdio pie... y mientras me caía, en un acto reflejo agarré a K., de manera que al final la arrastré conmigo, con tal mala fortuna me caí encima. Como os podéis imaginar, yo aterricé en mullido, pero ella no. Se dio un golpe de campeonato (tanto que se quedó un poco atontada después, y a mí me dio la angustia pensando que le había pasado algo grave). Después del susto, le salió un buen moratón en la barbilla, hinchado, que le deformaba la cara... La pobrecita se quejaba con voz lastimera de qué iba a ocurrir si su barbilla se quedaba con esa forma para siempre. Yo estaba acongojada.

(Al día de hoy la barbilla de K. es perfectamente simétrica).



Para Wendy F. (y Shibi):


1 comentario:

Mew dijo...

Doy fe, hoy he visto a K. y estaba tan guapa como siempre. Si es que... menuda paciencia tiene K. contigo, pequeña humanista.


PD. Contestame al rol, que me tienes en ascuas!