Hoy he recibido un buen golpe, que me llega con un mar de distancia, pero aún así duele.
Y la lectura de hoy, Heart of Darkness (El corazón de las tinieblas) no me ha ayudado precísamente a aclarar las ideas. Leer sobre un muchacho que se adentra en una selva llena de dolor, misterio y peligros en busca de un hombre no conoce, una presencia fantasmal que es la meta de su viaje y al mismo tiempo no es más que polvo, no hace que se me cure esta angustia.
¿Seré yo, que también busco, entre libros y novelas, páginas de apuntes y diccionarios, una presencia inexistente? Un yo ajeno que me haga compañía. Otra parte, porque la que tengo dentro aún me da miedo conocerla.
Y sin embargo, hay extrañas tribus de seres que caminan entre las sombras del Imperio. Se escuchan sus tambores al cruzar el río, y no se sabe si los redobles responden a un ataque inminente o un ritual de sacrificio... Y el hambre aprieta, porque el viaje es largo, eterno este río que recorremos sin dejarnos llevar. Los compañeros tienen ese hambre pintada en la mirada y entonces una se siente halagada de resultar apetecible, porque aunque un destino terrible perecer entre dentalladas hay algo de hermoso en saber que la carne es aún lo suficientemente joven y fresca. Todos queremos agradar.
Una semana de silencio.
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