martes, 8 de febrero de 2011



Había maldecido su nombre, ignorado su presencia y echado sal a sus heridas.

Todo por rabia, por celos, por querer ser la única e inigualable persona con la que querría caminar. Todo por no querer ver.

Sin embargo, esa tarde, sus ojos, fieles como siempre, tristes, añorando el calor de mi risa, me miraron con una no merecida benevolencia, mientras me ofrecía en generoso (y no reclamado, sea ya dicho) préstamo su cámara Nikon de 600 euros...

Fue entonces cuando lo comprendí.





Eso es amor, hermanas y hermanos, eso es amor...

1 comentario: