miércoles, 27 de febrero de 2013
A veces es bueno recordar que las cosas que no se pueden controlar no deberían preocuparnos. Digo que no deberían preocuparnos porque no hay nada que se pueda hacer si no controlamos algo. Es como cuando te gusta alguien pero esa otra persona no te corresponde. Si noy chispa, como quien dice, no hay nada que hacer. No puedes forzar al otro para gustarle. Está fuera de tu alcance. Entonces, ¿para qué preocuparse? O como cuando sale un día gris en Edimburgo. A veces desearía tener un ancla que flotara y fuera agarrando las nubes para apartarlas del sol... Pero las nubes están demasiado lejanas para mis manos (y para todas las anclas que pueda imaginar). Así que, ¿qué sentido tiene lamentarse si no es ni siquiera mi culpa?
Claro que, de decirlo a hacerlo hay no un trecho, pero un océano que se me hace, de tanto en tanto insalvable. Recuerdo ahora que no sé en qué sitio leí sobre la 'higiene mental'. El autor de esta articulo resaltaba una paradoja interesante. Hoy en día la higiene física es algo bastante extendido. A todos nos han enseñado a ducharnos practicamente cada día para no oler a sudor, a lavarnos el pelo, llevar la ropa sin mancha... etc. Las personas que se olvidan de estas pequeñas reglas por lo general sufren un rechazo general... como el que pueden inspirar, por ejemplo, los mendigos que piden, con sus barbas largas y ropas siempre grises, marrones o verdosas.
Sin embargo, lo de la 'higiene mental', nadie nos lo enseña. ¿Qué es la 'higiene mental'? Pues precisamente igual que la física pero en el plano psíquico. Algo así como tener una cabeza limpia. Un mente bien ordenada. En la que los pensamientos últiles relucen como recién lavados, y los que ensucían tan impoluto espacio son desechados sin más. Pero claro, cuando éramos pequeños, aunque nos repetían una y mil veces lo de lavarnos los dientes tres veces al día, no nos explicaban nada sobre el optimismo. Las pèrsonas optimistas tienen un porcentaje de éxito más alto que las pesimistas (en general todos los índices psicológicos son más positivos). Basicamente porque cuando crees que algo te va a salir te esfuerzas y pones todo de tu parte para que se haga realidad. Mientras que, si ya vas pensando que no va a salir bien, tus esfuerzos se reducen (aunque sea a un nivel inconsciente) porque total, quién quiere apostar por el caballo perdedor...
O la molesta vocecita que siempre nos está susurrando. Cuando nos miramos al espejo, cuando alguien nos critica, cuando comemos un pastel estando de dieta. Esa vocecita que resalta (o exagera) nuestros defectos, que nos recuerda lo lejanos que estamos a ese prototipo de perfección que se tiene siempre como modelo a seguir. (Y eso que alguien ya dijo que la perfección no existía...) La 'higiene mental' también consiste en acallar a ese molesto moscardón, entre otras cosas.
Pero por lo general, esto no se enseña en los colegios. Al menos en ninguno de los que yo he ido. Solo puedes acceder a través de los típicos libros de autoayuda, quizá (y entre estos hay que escarvar mucho para encontrar algo decente). O puedes pagarte un curso carísimo con algún profesional de estos que, como una especie de gurúes, han venido a sustituír al viejo cura confesor de los pueblos que antaño se dedicaba a escuchar y aconsejar ante los problemas de sus conciudadanos.
No obstante, pienso que sería interesante que aprendiéramos y practicáramos esa 'higiene mental'. Al ponernos el desodorante por las mañanas, por ejemplo, ¿por qué no limpiar al mismo tiempo la cabeza de pensamientos molestos? Porque a cualquier que me diga que los pensamientos no son importantes... lo siento, me reiré en su cara, y eso que soy una chica bien educada. Los pensamientos son el orígen de la acción. Tanto los conscientes como los inconscientes. Ahí se origina todo. Quién pudiera controlarlos... o leerlos.
Así que voy a dejar de preocuparme por cosas que realmente no corren de mi cuenta. En lugar de eso, me centraré en mi momento alegre de hoy. Eran casi las seis de la tarde y el sol seguía brillando... ¿Puedo explicaros la felicidad que invadió mi espíritu al darme cuenta de algo así? Para quien ha estado viendo ocasos cada vez más precipitados, días muriendo más y más jóvenes desde hace casi seis meses (hasta alcanzar la oscuridad más completa a las tres y media de la tarde, y se dice pronto, pero hay que vivirlo) el hecho de que ahora oscurezca a las seis es casi un milagro. Si hasta los riscos de Arthur Seat han adquirido ahora un tono dorado-rojizo que les siente fenomenal... Les hace lucir... no sé, más amables. Será por las horas de luz y calor. Si es que la alegría del sol ablanda hasta a las piedras...
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