martes, 19 de febrero de 2013





En los días de sol, los secretos de Londres permanecen ciegos y entonces la metrópolis, capital del Imperio, se presenta brillante y lustrosa. Engalanada con un río Tamésis reluciente y el edificio enorme del Parlamento -en contraste con el pequeño y casi modesto Buckinham Palace y sus soldados de juguete- la ciudad te enreda entre sus calles. Primero se baja hasta Hyde Park. Luego por St James Street se llega hasta Trafalgar Square y desde alli hasta el exotismo de China Town y la lujuria del Soho. La nariz y las mejillas coloradas por el frío. Pero en el corazón permanecen grabadas las palabras de Wordsworth. Earth hath not anything to show more fair...

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