jueves, 7 de febrero de 2013



He estado charlando con la violinista mientras nos comíamos un muffin enorme de limón en la cafetería de la biblioteca. El tema ha derivado hacia los amigos. Ella me ha dicho que tenía miedo de que al volver a España las cosas hayan cambiado, cosa que ya ha venido notando desde las navidades. Y es que parece una tontería, pero es cierto que ya llevamos seis meses fuera de casa. Y si nosotras cambiamos, lo que hemos dejado atrás también se transforma.

Sin embargo, hasta que ella no lo mencionó no me puse a pensar en ello. No tengo un grupo enorme de amigos esperándome en España, pero es que nunca me han gustado las multitudes. Y con la poca gente con la que quedé pude pasar ratos agradables, pausados, como siempre. No hubo grandes cambios en ese frente.

Aunque si es cierto que a veces me entra una suerte de desolación interna. Desde que el año comenzó, para mal o para bien, mi vida ha dado varios cambios importantes. Estar aquí, en las tierras escocesas, es toda una oportunidad, pero tengo miedo de volver, de no saber encontrarme en Madrid, que de repente se me antoja como algo demasiado pequeño, limitado, comparando con lo que estoy viviendo aquí, en mi primera independencia real.

En cuanto a los amigos, es doloroso ver como se alejan, eso es totalmente cierto. Pero al mismo tiempo, mientras ella hablaba de como 'no se puede tirar de la gente', o 'por lo general la gente pasa' y 'pero claro, a mí me da pena...' pues se me ocurrió que es un error pretender que nuestra felicidad, nuesra paz, sea algo que dependa de otros.



Ya había escuchado esa idea antes ('la felicidad esta en el interior') y cosas semejantes, pero es que creo que hoy, por primera vez, he alcanzado a comprenderla. Aunque haya sido por un fugaz instante.

1 comentario:

Anónima dijo...

La vida es cambio, porque si no ¡vaya aburrimiento!