domingo, 19 de diciembre de 2010



La saludé, hacía tanto tiempo que no la veía, tanto. Al abrazarla, sentí su perfume: seco, áspero, pero con una nota de dulzura si sabías esperar un poco más; su cabello lacio y brillante, la línea de un verde profundo en sus ojos. Y fue al abrazarla, sí, cuando noté aquello, una pequeña presión que nos separaba, que me impedía acercarme a ella tanto como habría querido.

Me separé, agachó la cabeza; el vestido de terciopelo rojo claro que llevaba estaba ceñido al pecho y disimulaba el bulto en su vientre.

Pero cosas como esas se sienten, siempre se sienten.

Sonrío. Y de repente me di cuenta que el paso del tiempo no había podido mermar esos ojos altivos, esa silueta pequeña pero deliciosa. Los años no sólo habían sido benévolos si no que, a estas alturas, la había convertido en un nuevo campo reverdecido, un inmenso campo de caléndulas cerradas que esperaban su momento para entregar todo su embriagador perfume al sol.

2 comentarios:

Mew dijo...

El arte llama al arte con su hipnósis irresistible, tira de su víctima como la resaca de una ola y la arrastra hasta las profundidades de la creación. Y ahora, ahora que he bebido de tu soplo de inspiración, siento la acuciante necesidad de escribir las últimas líneas que dotarán de vida a mi pequeño pero ambicioso proyecto de programación.

Escribir y programar, qué más se puede pedir en esta vida...

Annell dijo...

Yo no tengo comentarios tan profundos. No escribo cosas tan bonitas y ya me gustaría a mí saber programar, pero me ha gustado mucho ^^

Venga, un chiste ;_; Ahora mismo lo que necesito es un chiste. O un abrazo! Un abrazo sí que me vendría bien xD