jueves, 7 de abril de 2011






Se tiró desde la ventana cuando discutía con su madre.

Tenía un año más que yo. No le conocí.

¿Por qué?

Es una pregunta vacía que no sé responder.

Esta mañana, mientras caminaba por el subterráneo de la estación para coger mi segundo transbordo, vi un anuncio en la pared. Decía "¿Qué hacer si te detectan cáncer de mama?" Y debajo aparecía un teléfono, con las palabras: "Llama e infórmate" o algo así. Y al ver eso, pensé en mis pechos, tan sanos ellos, y en la remota posibilidad de verme aquejada de esa dolencia. Pero no tenía miedo. Por mucho que trataba de imaginar, la posibilidad me parecía tan remota como la de ser devorada por un tiranosaurious rex en ese preciso instante.

Somos jóvenes, pensé, mientras caminaba por el subterráneo abarrotado de gente adulta que caminaba deprisa, hacia sus respectivos trabajos, somos jóvenes y somos poderosos, no tememos a nada porque somos la vida. Aunque nos ocurran las cosas más terribles, siempre estará ahí esa venda de inocencia, incredulidad y esperanza que es la pantalla que nos protege de las incisiones ajenas. Esa venda que nos van quitando con el paso del tiempo, y es sustituida por la que creemos una clarificadora mirada: la resignación.

Pero hoy me doy cuenta de que tal vez mis palabras hayan errado, como flechas lanzadas al aire sin ninguna diana a la que alcanzar. En este mundo en el que lo tenemos todo, en el que nada falta, y aún así hay jóvenes que deciden acabar.

Porque yo no podría. Una fuerza férrea mantiene mis pies pegados al suelo, quizá sea la gravedad, quizá la intuición de que lo que tengo que hacer a penas ha comenzado.

Yo nunca...

Aunque da igual. La verdad que se oculta en la aparente locura de un acto como ese, jamás nos será desvelada.

Suicidio.

Renegar de todo esto. De la luz del sol, los mañanas, ese abrir los ojos y tener el día recién nacido entre los puños aún cerrados por el sueño. Renegar de los lugares que podrías ver, de la gente que podrías conocer, renegar de las lágrimas amargas y de las risas contagiosas, de la plenitud y el dolor.

Abandonar los colores por un gris claro y uniforme. Al menos estable.

Y dejarnos aquí a los demás, pobres ilusos, tratando de dar un sentido a este rompecabezas que no se sabe muy bien si es un milagro o una maldición.





Ojalá haya al menos paz y serenidad tras todo eso. Ojalá sea entonces cuando despiertes del sueño a una realidad mil veces más tangible...

2 comentarios:

Adsi dijo...

El suicidio.

¿Que desastrosas circunstancias pueden llevar a una persona a terminar con su vida? ¿Como se puede renunciar a todo? Desaparecer.

Sinceramente, creo que alguien tiene que estar realmente mal para llegar a eso. Aunque no sé... es algo de lo que yo no me veo capaz de hablar con seguridad. No puedo. Los motivos de esas personas... no consigo asimilarlo. Yo no podría. Hay demasiadas cosas en mi vida que amo. El dibujar, el leer, el conocimiento, los amigos, la familia... Imposible renunciar a todo eso. Es más, creo que cuando alguien se suicida, no termina solo con su vida. Puede que también acabe con la vida de las personas que lo rodean.

Interesante post, me ha hecho pensar :)

Annell dijo...

Una vez, hace varios años, un amigo tuvo una depresión muy fuerte, pero me dijo que no tenía valor para suicidarse porque "no sabía si lo que había más allá podría ser incluso peor que lo de ahora".

Nunca supe qué responder a eso.