viernes, 24 de agosto de 2012
A veces me horrorizan algunas de mis concesiones. Soy una persona de sonrisa fácil. Ya desde niña, siempre quería jugar, con cualquier cosa, con todos, siempre como una esponja: absorbiendo. Hay pocas personas que me desagraden, porque pocas son las que no me aportan aunque sea un retazo, una línea que incluír en alguna de mis novelas. Y, como decía alguien cercano: "Hay que tener amigos hasta en el Infierno".
Es una filosofía de vida.
Pero a veces, después de todo, cuando ya se ha bajado el telón, me siento, agotada y con los pies doloridos, y me digo: "¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Por qué volví a ceder? ¿Hasta qué punto puedo considerar míos unos ideales que en ocasiones ignoro por otros?"
Necesito respirar hondo y centrarme, porque llevo todo el año como una peonza, sin descanso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Piensa que aprendes cosas nuevas. Pero claro, en el momento que pasas a hacer lo que ellos desean..
Saludos! ^^
Publicar un comentario