miércoles, 22 de agosto de 2012



Las historias de familia están llenas de cosas interesantes. Mal que nos pese, incluso si abandonamos el hogar cuando aún no teníamos la madurez suficiente como para comprender el mundo, los hilos que nos unen a aquellos de los que venimos son poderosos. Y no solo hablo de genética.

Por ello, cuanto más descubro, más me doy cuenta de que, visto desde mi perspectiva, todo no es sino un mosaico perfectamente estructurado, un tablero de ajedrez donde cada pieza desempeñó una función exacta. Y así, con pequeñas cosas, gestos, intuiciones (no hablo de grandes empresas, de terroríficas batallas) todo se fue configurando para dar lugar a un nuevo ser, sujeto a un instante preciso del espacio y tiempo.

Yo.

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