miércoles, 19 de septiembre de 2012



Como no podía ser de otra forma, mi progenitor y yo, dos entusiastas teinómanos, no podríamos acabar sino en una Tea Room. Esto es -lo digo para los que no hayan sido iniciados en los misterios del té- un local de encanto adornado con cintitas, lazos y sillas tapizadas de florecitas que sirve el delicioso brebaje además de generosas raciones de plumcake, apple pie y galletas con mantequilla.

Resulta que eran las casi las cinco de la tarde, y ya llevábamos recorrida la Royal Mail unas cuantas veces -nuestros doloridos pies gritaban por un descanso- cuando mi padre sugirió ir a la Tea Room que habíamos visto cerca del Holyrood Palace. En un principio no me apetecía mucho, -estaba cansada, mojada por los chaparrones ocasionales y hambrienta- pero él insistió. Para que luego digan, mi progenitor está mucho más interesado en las tacitas con lilas y los mantelitos bordados que yo. Pero claro, ¿quién puede rechazar una vigorizante taza de té?



Y así fue como llegamos a Clarinda's Tea Room. (Nota curiosa, el nombre viene de una culta señorita del siglo XVIII que fue mecenas e inspiración de Robert Burns, el famoso poeta escocés). La verdad es que el local era pequeño pero muy acogedor, y más o menos responde a la idea que ya os habréis formado de lo que es una Tea Room. Alacenas con tacitas y figuritas de porcelana de angelitos y niñas regordetas, cuadros de conejitos, un retrato de la Reina (los británicos siempre andan arriba y abajo con parafernalia de su majestad) y lamparas que imitaban diseños de flores. Las mesas eran todas redondas, con los correspondientes mantelitos blancos y ramillete de flores en un jarroncito (flores naturales, of course). Y, por su puesto, la famosa mesa de las tartas. Oh, dioses, qué pinta tenían. Trozos enormes de plumcake de chocolate cubierta de más chocolate, tarta de manzana, de limón, galletas de mantequilla con almendras... Aunque eso sí, un cartelito escrito a mano junto a estos deliciosos manjares anunciaba a los clientes que no podían servirse ellos mismos (vaya lástima) sino que tendrían que esperar a que una de las camareras les concediera el bendito permiso.



La cocina, una habitación anexa, no tenía puerta, con lo que se podía ver en todo momento a la madre y sus dos hijas (pues este local está en manos de una familia) hirviendo agua o sacando galletas del horno. La verdad es que estos detalles me dan confianza (eso de que puedas ver como trabajan, que todo está limpio, que lo hacen de manera natural...) porque no quiero asustar a nadie, pero todos los amigos que tengo que han trabajado en cafeterías (desde la típica hamburguesería hasta locales famosillos en Madri centro) me cuentan cosas que, os lo digo de verdad, no queréis saber... (Que, ¿aún con curiosidad? Vale, solo pronunciaré una palabra: cucarachas).

Enseguida la madre salió a servirnos. Era una mujer de unos cincuenta años, cabello rubio con corte discreto, ojos azules y manos de aristócrata. De esas damas que, aunque lleven una blusa lisa y un delantal -como era el caso- siguen pareciendo elegantísimas. Pedimos té de jazmín para dos, lo que significa -en estos lares- un verdadero tanque de agua hervida en la que flotan las hierbas. (Para colarlo te dan un cucharón especial y un platito de metal para colocar debajo y así no gotee). Tuve la tentación (grandísima) de pedir tarta (la chica alemana que había entrado después de nosotros ya estaba dando buena cuenta de un gran trozo de tarta de manzana con nata por encima) pero me resistí, porque tenía que cenar justo después. (Y además, os confieso, aunque las tartas tenían una pinta inmejorable, parecían un poco empalagosas).

Total que ahí estaba yo, sentada tranquilamente, disfrutando de mi té e imaginándome ya de vuelta en ese agradable local que invitaba a quedarse al menos horas -por ejemplo, escribiendo alguna historia, o leyendo un buen libro- cuando de repente reparé en una simpática nota que había adjunta en la carta.



Para los que estén un poco ciegos, cito textualmente: "Perhaps you'll give us a mention,/ When you write your postcard here,/ But when we are really busy, / Please give up your chair!". (Traducción: "Quizá nos menciones, / Cuando escribas aquí tu postal, / Pero cuando el local esté muy lleno, / ¡Por favor, deja libre tu sitio!").

Como iba diciendo, simpático, ¿verdad? (Y además en inglés rima y todo). Desde luego que la dueña se lo tomaba en serio, porque pasado un ratillo, ya te iba trayendo la cuenta sin que se la pidieras (o lo que es lo mismo, que te decía sin decirte, -como les gusta a los ingleses-, ¡paga y vete!). Claro que el local era bastante pequeño (unas seis mesas de dos o cuatro personas como mucho) y si los mismos clientes se quedaran ahí toda la tarde a solo una libra con noventa peniques el té, el negocio quebraría. Pero aún así, eso de ponerlo por escrito... pues me pareció un poco chocante (a parte que destrozó mis planes de crear allí famosas novelas).

Antes de marcharme fui al baño, y ahí me aguardaba la segunda sorpresa. ¿Os estáis imaginando un antro sucio y maloliente de suelos pegajosos y moscas pululando alrededor del inodoro? Nada más lejos de la realidad. Mirad en sitio más cuco se puede poner una a hacer sus necesidades.



Y atentos al detalle de la escobilla. Eso fue demasiado. Sabemos que la función de tan utilísimo objeto es un poco triste, ya que se tira toda la vida rascando algo que no diré, pero, ¿por qué debe transmitirnos esa melancolía? Convertida en una coqueta pata que parece recién salida de un cuento de Beatrix Potter, ya nadie piensa en cosas sucias, sino en alegres animalillos correteando por la campiña inglesa...



En el lavabo jaboncitos, una barritas de buen olor (frambuesa silvestre, para ser más exactos) junto con unos cuadros de hermosas mujeres pre-rafaelistas. Por si no quieres mirarte en el espejo, te puedes sentir aún así rodeada de belleza.






Finalmente, no podía faltar algo tan útil en Edimburgo como... ¡un calienta-toallas! Porque puede parecer una pijada, pero lo que se moja, mojado queda (si es que hay cosas secas aquí, porque ese punto es discutible) pero si tienes la suerte de contar con uno de estos, no solo puedes secarte de verdad las manos sino que, dependiendo del día, tus ateridos dedos pueden encontrar un consuelo...






So now, Would you like a cup of tea?






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