jueves, 13 de septiembre de 2012

Otra cosa no tendrán, pero hierba...

Hay hierba bajo los adoquines de la calle, entre las piedras de los edificios, bajo las farolas y los postes que limitan el acceso a vehículos, entre los recovecos de las estatuas, dentro de las papeleras, sobre los tejados, bajo los alfeízares de las ventanas, donde termina la acera y empieza la calzada, bajo los semáforos, en los callejones...

Y no os creáis que es una hierba cualquiera, no. Esta es especial, esponjosa, de un verde rabioso que contrasta con el aburrido gris plomizo del cielo, similar a un grito de desagrado ante el mal tiempo. Hierba perfecta, de esa por la que en España desecan hasta los ríos con  el fin de que pueda adornar los campos de golf que entretendrán a los que pueden permitírselo. Hierba de anuncio, hierba del jardín-de-la-casa-perfecta, la divina Leaves of Grass a la que cantó el visionario Whitman comparándola con el misterio de la vida.



Y aún así, qué triste pecado es la avaricia.


No hay comentarios: