viernes, 3 de septiembre de 2010

Sólo hay una cosa que diferencia a las personas normales de los psicópatas.


Las primeras dan por sentado que coexisten con otros (su familia, sus amigos, vecinos... etc.) Los segundos no. Para un psicópata sólo su propia persona es real. Todo lo demás son invenciones, vanas ilusiones (creadas quién sabe si por su propia mente). Por eso juega a experimentar con los demás sin remordimientos. Porque no son reales.


¿Cuántas veces has arrugado un papel? ¿O arrojado un objeto al suelo? ¿Te da pena? No. Porque no es como tú. No puede sentir, ni siquiera está vivo.


Pues así es como un psicópata ve al resto del mundo.


Por lo demás, son personas normales, fascinadas ante un mundo que responde de manera tan diversa a sus impulsos. ¿Y qué pasaría si...? es el inicio de cada nuevo juego. Porque no conocen el miedo. ¿Algo irreal puede dañarte? Las pesadillas pueden parecer muy reales, pero siempre desaperecen cuando despiertas, ¿verdad?


Sin embargo, hay una cosa que no pueden hacer. Algo que desconocen, que está fuera de los límites de su juego. Un psicópata no puede amar. ¿Te enamoras tú de las sábanas de tu cama, de la puerta de tu casa, o de esas figuritas de porcelana tan horrendas que tu abuela te regala por navidad?


Por eso son tan temidos. Porque pueden hacer cualquier cosa. Porque no hay peor loco que aquel que se cree cuerdo.


Desdichados. Perdidos en un mundo que ellos han creado, atrapados en un laberinto sin salida. Sin poder amar. Sin existir.


Porque aquel que es incapaz de amar, se encuentra más allá del infierno.





I can see you. Now, do you see me? 

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