viernes, 30 de diciembre de 2011




No sé por qué la gente le da tanta importancia al dinero. Honestamente. No voy a ser amada pagando con dinero. Y, lo que es más importante aún, tampoco lo necesito para amar.


Ni todos los billetes violetas del mundo van a hacer desaparecer mi Miedo.

Sí, claro, podéis decirme que el dinero son las ruedas que nos permiten alcanzar velocidades vertiginosas.

Pero yo sigo teniendo mis piernas.

jueves, 29 de diciembre de 2011




¿Alguien nota lo extraño en este videoclip? Yo no me he dado cuenta hasta que lo he leído en los comentarios... Y anda que no lo había visto ya veces hasta entonces. Está claro que uno ve lo que quiere (o espera) ver...

miércoles, 28 de diciembre de 2011




Estoy acostumbrada a ver películas desagradables. Los que hayas leído las reseñas que he ido haciendo en este blog, os habréis dado cuenta de que, por ahora, todas las que he comentado son a su manera impactantes. Y desde luego ninguna recomndable para mentes sensibles...





En la gran pantalla he visto atrocidades indescriptibles, escenas tan impactantes que sentía ahogarse la respiración o los ojos se me lleban de lágrimas. Pero, por lo general, ninguna pelicula logra traspasarme de una manera tan poderosa (y angustiosa) como la que voy a comentar ahora.


La mayoría de las películas que se dicen desagradables son aquellas en las que aparece la carnicería pura (como, por ejemplo, Saw). En estos casos simplemente aparto la mirada porque, la verdad, me parece repugnante. Hay largometrajes que van más allá (A Serbian Film, si pensáis que Saw es fuerte, esta ya no tiene nombre). Pero por lo general, es tan exajerado, que, necesiaramente, lo veo como la ficción que es. Y puede que lo pase mal en el momento, sí, y ya está.



No es el caso de esta película. Aquí ni váis a ver sangre, ni torturas, ni violencia explícita, ni escenas apabullantes.



Y sin embargo es su magnifico realismo lo que más me dio miedo. Su falta de pretensiones me llevó, sin que yo pudiera darme cuenta, al mismo plano en el que actuaban los personajes, Y tuve que afrontar con ellos una realidad muy cruda.



Fui al cine sin saber de que iba esta película. Lars Von Trier, su director, es de lo más polémico. La gente lo odia o lo ama, y tiene prohibida la entrada al festival de Cannes por haber dicho una vez a la prensa que comprendía a Hitler. (Afirmación que, por otra parte, puede estar sujeta a muchas interpretaciones). En cualquier caso, el arte es una cosa, y el artista que lo crea como persona otra muy diferente que no me gusta mezclar. Como venía diciendo, de Lars Von Trier solo he visto dos pelílcuas, El jefe de todo esto (no está mal, la vi hace tanto tiempo que, para ser sinceros, casi no recuerdo su argumento) y Dogville, extraña, provocativa, larguísima y genial.



En Melancolía, cabe destacar las actuaciones sencillamente ma-ra-vi-llo-sas de todo el elenco de actores. Tenemos a Kirsten Dust (la novia de Spiderman en las últimas adaptaciones que se hicieron del cómic). El papel protagonista que ella interpreta estaba pensando originalmente para Penélope Cruz. La verdad que las dos actrices no pueden ser más diferentes, pero yo creo que Kirsten hace un papel increible. Su personaje, qye navega entre la inteligencia y la depresión, se ganó mi empatía desde el primer momento. Por otro lado, también aparece Alexander Skarsgard (el atractivo vampiro Erik Northman, en True Blood) y la actriz francesa Charlotte Gainsbourg (también actúa genial, ella y el personaje de Kirsten son, a mi parecer, las dos caras de la misma moneda).



 La película comienza con unas escenas de lo más surrealistas, que parecen cuadros. Yo en ese momento reconzco que pensé que nuesrtro amigo Lars Von Trier se había emocionado (ya sabéis, los directores de culto a veces son tan crípticos que no se entienden ni ellos mismos) pero qué va, no os dejéis engañar, todo cobra sentido al final. Vaya si lo hace... A este principio le siguen dos partes muy diferenciadas. La primera es una boda (y reconozco que, según la veía se me quitaron todas las ganas que nunca tuve de casarme) y la segunda... bueno, no voy a contárosla. De verdad que es mejor que veáis esta película sin tener ni idea del argumento. Simplemente, dejáos llevar.



Y hasta aquí llega mi comentario. Es una obra maestra, al menos yo la percibo así, pero no voy a volver a verla jamás en la vida. El sentimiento de desolación que dejó en mí y que aún de tanto en tanto regresa cuando rememoro alguno de los fotogramas, es algo que no disfruto precisamente...

martes, 27 de diciembre de 2011




God is in the details. And there's so much more behind the eyes, I would dare to say.

Today, it is Spring, because seasons are not outside but in our own soul.





I love Haru...

jueves, 22 de diciembre de 2011



I don't know if i can take it
I'm not easy on my knees
Here's my heart, you can break it

I need some release, release, release...

http://www.youtube.com/watch?v=lTwRieyjcpY

domingo, 18 de diciembre de 2011

miércoles, 14 de diciembre de 2011




Imaginad una clase de niños de trece años en Japón. Último día del semestre. Todos están alborotados. La profesora, menuda y de apariencia tímida, intenta hablar por encima del jaleo. Se va a marchar de esa escuela, así que quiere despedirse. Empieza a relatar sus experiencias de docente en ese centro. Posteriormente, cuenta su vida. Es madre soltera. Tiene una niña de cuatro años. Hasta aquí todo bien, aunque sorprende un poco la confianza con la que la mujer relata su propia historia. Pero de repente dice que su hija está muerta. Que se ahogó en la piscina de esa misma escuela. Silencio. Más calmada que nunca, la mujer prosigue. Aunque la policía calificó el suceso como accidente, ella sabe que fue asesinato. Y no solo eso. También sabe que los dos culpables están delante. Son miembros de esa misma clase.



Cuando una película empieza así, con semejante conflicto, no puedes sino quedarte a verla. Está narrada con un estilo muy visual, a veces casi poético, que recuerda mucho a los animes. La estructura del largometraje es en sí bastante interesante: son las confesiones de todos aquellos involucrados en el crimen central, de manera que poco a poco vamos deduciendo e interpretando los diferentes hechos hasta formar un mosaico que, contrariamente con los que suele ocurrir con historias presentadas de esta manera, no decepciona. Se plantea un conflicto que ya nos suena: ¿cómo actuará una madre, ante al asesinato de su hija, teniendo delante a los culpables? Sobre todo teniendo en cuenta de que en Japón (como ocurre en muchos países) la edad legal para hacer a un niño responsable de un crimen es de catorce años. Con lo cual estos tiernos infantes con tendencias oscuras van a irse, literalmente hablando, de rositas, con quizá un par de años en el correccional y ni eso. ¿Puede un niño de trece años ser consciente de lo que hace o debemos creer ciegamente en la inocencia de los infantes? ¿Debe tomarse, en este caso la madre, la justicia por su mano? ¿Cuales son las consecuencias de la venganza?



Conviene recordar, no obstante, que aunque nuestra concepción de la venganza suele ser "ojo por ojo diente por diente" (la ley del Talión que nos legaron los judíos) en Japón, que no ha tenido esta influencia pero sí la del budismo y el sintoísmo, es algo ligeramente diferente. La visión del film nos dará una idea más cercana a como afrontan en esta cultura el conflicto. Y el final, a mi parecer, no decepciona.




Así que si os apetece una película truculenta (porque no, no es un paseo de rosas y margaritas esta cinta) que os haga pensar y que tenga ese toque exótico (para nosotros) de los japoneses, Confessions es una buena elección. Es verdad que la trama tiene puntualmente algunos giros surrealistas, pero, insisto, está muy bien construída y en su conjunto es creíble. Además, los niños que actúan son tan adorables... (por fuera, naturalmente).



Conviene recalcar otro concepto que también se maneja en la historia, el de la audencia colectiva (la clase) pasiva ante el horror del crimen pero a la vez violenta, como una masa irracional y peligrosa.



Definitivamente, merece la pena echarle aunque sea un vistazo. La primera escena atrapa. Y los créditos finales son sencillamente hermosos. Garantizado.

martes, 13 de diciembre de 2011



-Acabamos de colocarnos con cristal -dijo el chico, que no tendría más de catorce años-. ¿Podemos usar tu desván?

Naturalmente, no me hacía maldita gracia ni la situación, ni el muchacho de cabeza rapada ni sus amigos malvestidos. Aún así, me hice a un lado. Y no fue por las estacas de madera que llevaban en las manos o por el brillo de locura en sus ojos.

Es que así es como hacemos las cosas en Toronto.

domingo, 11 de diciembre de 2011




A veces es dificil definir las palabras. Porque las palabras son como envases vacíos, cadáveres a los que nosotros mismos insuflamos vida. Pero ellas solas, ajenas a nuestras realidades, son simples cáscaras, barcos a la deriva.

Suena el teléfono. Suena, y yo me levanto para cogerlo. Los teléfonos sonando son una llamada poderosa, un grito que dificilmente puede ser ignorado. Cuando escuchamos un teléfono sonar sentimos el poderoso impulso de cogerlo. Se puede ignorar su demanda, claro. De la misma manera que uno elige si beber o no aun estando sediento...

El teléfono sonó y yo lo cogí. Y me abrazó. Una sucesión simple de eventos, que quizá poco o nada tengan que ver entre sí.

Pero es que yo, cuando cogí el teléfono, no pensaba en nada. En nada más que descolgarlo, que acercar el plástico a mi oreja. Un gesto mecánico, repetido mil veces, que ni siquiera necesita preparación. Cuando coges el teléfono no estás pensando en ser nada, no estás pensando en poner buena cara, en sonreír, en estar de esa manera u otra. Cuando haces algo tan simple te olvidas del mundo y no pretendes ni buscas nada.

Y aún así me abrazó.

Pienso que eso es valioso.

miércoles, 7 de diciembre de 2011




Me duele el cuello. Es un dolor punzante, justo donde empieza el hombro derecho. La clase de sensación que trae al fondo de mis ojos un color amarillo intenso, como un relámpago fugaz y desagradable.

Estoy algo cansada. El espejo me devuelve imágenes que prefiero no saludar.  Seguro que es porque no llevo nada rojo. ¿O es mi rostro hinchado por el sueño?

Silencio. Me encuentri en la biblioteca. La chica del trigo rebusca palabras que yo ya sé en un diccionario. Está muy seria. Descubrir nuevos significados es como ir abriendo cerraduras, aunque creo que jamás se llega a la salida de ese interminable laberinto.

Hace calor. Parece como si las neuronas tuvieran que estar hirviendo antes de escupir algo productivo. Por ahora las mías a penas han pasado de templado, o ya habría dejado de divagar hace tiempo.

Pero yo solo quiero la frialdad de Diciembre en mis mejillas, buscar algún cobijo para mis dedos helados.

Eso es vida.

viernes, 2 de diciembre de 2011




Tres gatos. Tres trenes. Tres semanas que pasarán.



En realidad, está todo conectado.








Me gusta diciembre.

lunes, 28 de noviembre de 2011

domingo, 27 de noviembre de 2011




Aún no sabría decir si esta película me ha gustado o si es un bodrio tremendo sin pies ni cabeza. Sin embargo, creo que ha conseguido lo que toda obra de arte ha de tener: mantener captada mi atención durante la hora y treinta y tres minutos que dura.

Fue su primera frase, enunciada por la voz de un chico en off, lo que realmente me hizo verla. Empezaba más o menos así: "Y en ese momento, mientras me estaba merendando un tomate, comprendí que mamá no estaba muerta". Semejante declaración captó mi atención (¿qué clase de persona se come de merienda un tomate?) aunque la verdad es que luego poco tenía que ver con la película en sí.




Savage Grace narra la historia familiar real de tres individuos: un padre que es el nieto del inventor del plástico (y como resultado está forrado, lo que le permite a él y a los suyos vivir en una especie de vacaciones pijas eternas), el hijo (que de pequeño era una monada pero luego crece y... bueno, digamos que me costó adaptarme a la particular belleza del actor que lo interpreta de adulto) y la madre, actuación por cierto magistral de Julianne Moore.




Y ahora es cuando yo reconozco que realmente no empecé a ver la película por la dichosa frase del princpio (que sí, era interesante pero...) sino por esta actriz. Me gusta muchísimo, no sabría decir por qué, pero es la única que logra mantenerme realmente encandilada con sus películas. No es que sea hermosa al uso (en realidad sus rasgos no son armónicos en el sentido pleno de la palabra) pero he de reconocer que sus ojos casi transparantes, su pelo rojo, la piel blanquísima, las pecas de los brazos y la espalda... Honestamente y para que me entendáis, es la única actriz con la que yo tendría una hipotética cita.




Volviendo al argumento (que es lo que realmente importa) este trata de explicar las causas de la muerte de Barbara Daly Baekeland a manos de su propio hijo en su apartamento de Londres, cuando ella tenía solo cinquenta años y él veinticinco. No creo que la historia pueda explicar muy bien algo tan crudo, pero desde luego puedo deciros que a lo largo de la misma el personaje que más pena me ha dado ha sido el del asesino, el hijo. Cuando los valores se distorsionan e incluso se invierten, las consecuencias son desastrosas, al menos vistas desde la moral exterior. Por otro lado, todos nacemos ansiando el amor de quien nos ha dado la vida. Sufrir indiferencia y rechazo en su lugar trae la locura. ¿Si no podemos tener esa clase de amor somos, a caso, merecedores de algún otro?




No obstante, después de ver la película, yo aún no acababa de comprender que había llevado a Anthony Baekeland a asesinar a su progenitora. Ahora, sin embargo, creo que se debe (al menos desde la perspectiva de la historia) a que no pudo afrontar ciertos hechos que acababan de suceder entre ambos. Ah, y que no trabajar no es bueno. Porque creo que parte de la locura de esta familia venía del hecho de que, realmente, no tenían nada que hacer para vivir. ¿Os imagináis? Otra suerte hubiera cantado si ese pequeño hubiera tenido que, por ejemplo, empezar a repatir periódicos a los doce años para ganarse un dinero.




Y otra escena maravillosa es cuando los padres descubren que en su ausencia el niño (que no tendrá más de doce o trece años) ha traído un amigo. Increíble la mirada que echa al padre al niño que está, (muy feliz por cierto) en la bañera. Muchas cosas podían deducirse de esa sonrisa casi infantil y del gesto paterno. A veces, no son las palabras las que nos revelan la verdad...




En cualquier caso, si a alguien le apetece ver algo extraño, aquí dejo el trailer. 




La escena del baño que he mencionado arriba:



jueves, 17 de noviembre de 2011




En estos momentos, si me preguntaran qué desearía ser, respondería sin dudar que un もぐら, tranquilamente agazapado en su agujero bajo la tierra...

domingo, 13 de noviembre de 2011




Primer día patinando por el hielo más de dos segundos seguidos. Intentando ser libre. Tropezar, gritar, acabar agarrándome a lugares de lo más inadecuado para luego sentirme de lo más abochornada.

Pero os prometo que es momentos en los que todo fluye y de verdad sientes en el equilbrio, son maravillosos. Los trae el soltar, el ser consciente del dolor de la caída y aún así pensar que es un precio más que barato a pagar por unos segundos volando.

Como la vida misma.





Definitivamente, he de convertirme en una buena patinadora.

jueves, 10 de noviembre de 2011




Por su parte, él se levantó. Controlando a duras penas el miedo que sentía, se acercó, tembloroso. De alguna manera me había reconocido. Le permití avanzar, el rostro desencajado, pintado de un sentimiento que no alcanzaba a reconocer. Sus manos se alzaron y aún así permanecí sin moverme, el cuello agachado para sentir la cercanía de la tierra. Y entonces él me abrazó. Se agarró a mi cuello con toda la fuerza de la que fue capaz, como el náufrago se agarra a la última tabla que flota a la deriva. Se entregó a mí esgrimiendo como única arma su vulnerabilidad, dándome su propia carne en pago. Qué quería demostrarme con aquel gesto, jamás lo sabré. Podría haber seguido corriendo, podría haber rogado o incluso peleado. Aferrarse a la propia vida con uñas y dientes no es algo que pueda criticarse, no en vano es la llama la razón de nuestra existencia. Pero tras todos aquellos años luchando por sobrevivir y ser el más fuerte, aplastando a otros sin ningún tipo de empatía pues esta batalla ha de ser cruel, Adrian Dogger decidió que había llegado un momento en que había algo a lo que realmente quería ofrecer su propia vida, la llama, en toda su inmensidad y esplendor.
            Y me lo entregó a mí.




martes, 8 de noviembre de 2011



Entonces me di cuenta de aquello que diferencia al líder del perdedor: una simple actitud. Que todos la admiraban era evidente, pero no se debía a su larga melena rubia teñida planchada con mimo, sus ropas de marca o sus ojos verdes, sino por la entereza descarada (y he de reconocer que atractiva) con la que llevaba aquel enorme y horrendo par de gafas de pasta negra...

domingo, 6 de noviembre de 2011



Mi cabeza dice: No, no, jamás, como puedes, eso nunca, ¿pero lo has visto? Sería horrible, indecoroso... problemas, es ridículo, eres tan joven, ¿qué sabes tú de eso? Y solo te traerá quebraderos de cabeza, porque dos más dos son cuatro, ¿entiendes? Y las reglas no pueden cambiarse, este mundo está entre andamios. No, no, de ninguna manera. No.

Mi estómago se revuelve, como una tempestad. Todo tiembla, fragor, terremoto, relámpagos. Muerte. Caos. Ruinas que se despedazan eternamente en una agonía de sentidos. En la destrucción continua no parece haber sitio para el silencio.

Y entre este tumulto ensordecedor, ya nadie puede escuchar a mi corazón, que susurra suavemente, con la tranquilidad del que no necesita ser escuchado:

Sí, si, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí...

martes, 1 de noviembre de 2011



LATERALUS - Tool.

Black then white are all I see in my infancy.
Red and yellow then came to be,
reaching out to me, lets me see.
As below so above and beyond I imagine,
drawn beyond the lines of reason.
Push the envelope. Watch it bend.

Negro, luego blanco, es todo lo que veo en mi infancia.
Rojo y amarillo aparecen después,
al tenderme la mano, me permiten ver.
Tanto abajo como arriba y más allá de lo que imagino,
dibujado más allá de las líneas de la razón.
Empuja el sobre. Míralo doblarse.


Over thinking, over analyzing,
separates the body from the mind.
Withering my intuition, missing opportunities and I must
feed my will to feel my moment drawing way outside the lines.

Al pensar y analizar constantemente,
Mi cuerpo y mi mente se separan
Atrofiando mi intuición, haciéndome perder oportunidados y debo
alimentar mi voluntad para sentir mi momento y dibujar un camino más allá de las líneas.



Black then white are all I see in my infancy.
Red and yellow then came to be,
reaching out to me, lets me see.
There is so much more and it beckons me to look though to these,
infinite possibilities.
As below so above and beyond I imagine,
drawn outside the lines of reason.
Push the envelope. Watch it bend.

Negro, luego blanco, es todo lo que veo en mi infancia.
Rojo y amarillo aparecen después,
al tenderme la mano, me permiten ver.
Hay muchísimo más y siento la necesidad de verlas,
todas estas infinitas posibilidades.
Tanto abajo como arriba y más allá de lo que imagino,
dibujado más allá de las líneas de la razón.
Empuja el sobre. Míralo doblarse.



Over thinking, over analyzing,
separates the body from the mind.
Withering my intuition, leaving opportunities behind.

Al pensar y analizar constantemente,
Mi cuerpo y mi mente se separan
Atrofiando mi intuición, dejando las oportunidades atrás.


Feed my will to feel this moment, urging me to cross the line.
Reaching out to embrace the random.
Reaching out to embrace whatever may come.

Alimento mi voluntad para sentir este momento, siento la urgencia de cruzar la línea.
Estirando la mano para abrazar el azar.
Estirando la mano para abrazar aquello que esté por llegar.


I embrace my desire to...
I embrace my desire to...
feel the rhythm,
to feel connected enough to step aside and weep like a widow,
to feel inspired,
to fathom the power,
to witness the beauty,
to bathe in the fountain,
to swing on the spiral,
to swing on the spiral,
to swing on the spiral of our divinity and still be a human.

Abrazo el deseo de...
Acepto el deseo de...
Siente el ritmo.
Sientete lo suficientemente conectado como para echarte a un lado y llorar como una viuda,
para sentirte inspirado,
para comprender el poder,
para presenciar la belleza,
para bañarte en la fuente,
para girar en la espiral,
para girar en la espiral,
para girar en la espirarl de nuestra divinidad y aún así seguir siendo humano.


With my feet upon the ground,
I lose myself between the sounds and open wide to suck it in.
I feel it move across my skin.
I'm reaching up and reaching out.
I'm reaching for the random or whatever will bewilder me,
whatever will bewilder me.

Con mis pies sobre la tierra,
me pierdo entre los sonidos y me abro completamente para tragarlo todo.
Lo siento moverse a través de mi piel.
Cerrando y abriendo la mano.
Alcanzando el azar o aquello que sea capaz de captar mi atención,
aquello que consiga mi atención.



And following our will and wind,
we may just go where no one's been.
We'll ride the spiral to the end and may just go where no one's been.
Spiral out. Keep going.
Spiral out. Keep going.
Spiral out. Keep going.
Spiral out. Keep going.

Y al seguir nuestro destino y viento,
iremos allá donde nadie ha estado.
Montaremos la espiral hasta el fin e iremos donde nadie ha estado.
Girando fuera de control. Sigue.
Girando fuera de control. Sigue.
Girando fuera de contro. Sigue.

miércoles, 26 de octubre de 2011



Estaba yo mirando mi correo cuando descubro un mensaje con un título de lo más controvertido... mi primer impulso (incluso antes de abrirlo) fue quemar a la persona que me había mandado el mensaje en cuestión (que casualmente es una buena amiga... una pena) pero cuando me tomé unos segundos para leerlo, reconozco que empecé a deshacerme de risa.

No sé si es porque estoy involucrada en el asunto, tengo un día raro o qué... pero la verdad es que echarse unas risas de vez en cuando no está nada mal, así que aquí os lo dejo, just in case. Hay más verdad en él de lo que pueda parecer... 

Has comido en un par de restaurantes japoneses, visto algún anime, conocido alguien japonés, y tenido una novia japonesa. Y ahora, en una parte de tu pequeño cerebro, piensas que el japonés sería un buen idioma para aprender. Podrías traducir video juegos! o manga! o incluso anime!. Conocer chicas japonesas, impresionar a tus amigos! Quizas vayas a Japón y te transformes en un dibujante de anime! Sii! Suena como una gran idea! 

Asi que vas a la biblioteca, te llevas algunos libros con títulos como “Como aprender japonés estudiando 5 segundos al día mientras manejas tu auto ida y vuelta de la oficina de correos” y “Japonés para completos, totales y absolutos tontos que no deberían procrear“. Hey, ya aprendiste un par de palabras leyendo manga/de tu novia/viendo anime/en una pagina de internet ). Excitado e impresionado con tus nuevos conocimientos, empiezas a pensar: “Quizas, solo quizas, podría hacer esto para vivir! o buscar un título universitario en Japonés! Gran idea, no? 

EQUIVOCADO !!!
 

No importa cuantos animes hayas visto, novias japonesas hayas tenido o libros hayas leído. No sabes japonés. No solo eso, obtener un título universitario en el idioma maligno no es DIVERTIDO o remotamente sensato. Prisioneros de guerra Irakíes son forzados a estudiar japonés. El término “holocausto” viene de las raices latinas “holi” y “causm“, que significa “estudiar japonés“. Se entiende la idea. 

Asi que, viendo tantos corderos yendo entusiasmados al matadero, creé esta Guía con CONSEJOS REALES para estudiar japonés. O, realmente, para NO estudiarlo. 

Razón Uno: Es muy dificil
 

Esto debería ser obvio. A pesar de loque te digan en libros, tutoriales en internet o tus amigos, el japonès NO es simple, fácil o inclusive con sentido (el vocabulario japonés se determina tirando trozos de sushi a un tablero de dardos con las sílabas pegadas). Los japoneses esparcen este rumor para atraer tontos Gaijin a sus garras. 

No solo no es simple, probablemnte sea uno de los idiomas mas dificiles que se te puede ocurrir querer aprender. Con TRES escrituras totalmente diferentes (ninguna tiene sentido), multitud de inútiles y confusos niveles de cortesía, y una estructura gramatical completamente demente, el japonés ha destruido el alma de patéticos Gaijin desde su concepción. Veamos algunos de estos elementos mencionados antes asi tienes una idea de lo que me refiero. 

El sistema de escritura japonés:
 

El sistema de escritura japonés esta dividido en tres partes diferentes y complentamente dementes: hiragana (”las letras grabateados” , katakana (”la letras cuadradas” , kanji (”cerca de 4 millones de personificaciones de tus peores pesadillas” . 

El hiragana se usa para escribir palabras japonesas usando silabas. Esta formado por muchos caracteres que son diferentes y no se parecen entre si de ninguna manera. El hiragana se desarrolló juntando un grupos de japoneses ciegos, sordos y tontos para que dibuje cosas en pedazos de papel sin tener idea de porque lo hacían. Los dibujos resultantes se llamaron “hiragana”. El príncipe que inventó estos caracteres, Yorimushi (mono-arbusto-asno hediondo) fue inmediatamente asesinado a masasos. Pero no te preocupes, porque no usaras hiragana casi nunca en “la vida real”. 

El katakana es usado solo para escribir palabras extranjeras en un fuerte y mutilante acento japonés, asi no tienes idea de lo que estas diciendo aunque esté en inglés. Sin embargo, si recuerdas una regla simple para el katakana encontraras que puedes leer japones muy facilmente. Cuando encuentres algo escrito en katakana, es una palabra en inglés! (nota: se usa katakana para palabras extranjeras que no vengan del ingles. Y efectos de sonido, y palabras japonesas). Todos los caracteres katakana parecen iguales y es imposible, inclusive para los japoneses, notar la diferencia. No te preocupes porque no usaras katakana casi nunca en “la vida real”. 

Los kanji son letras que fueron robadas a los chinos. Cada vez que los japoneses invadían China (que era bastante seguido) tomaban algunas letras, asi que ahora tienen como sofocientos millones. Cada kanji esta compueso por trazos, que deben ser escritos en un orden específico, y tienen un significado específico, como “caballo” o “niña”. No solo eso, sino que se pueden combinar para formar nuevas palabras. Por ejemplo, si combinas los kanji para “pequeño” y “mujer” obtienes la palabra “carburador“. Los kanji también tienen diferente pronunciación dependiendo de la posición en la palabra, su antigüedad y que día sea. Cuando los colonizadores europeos llegaron a Japón por primera vez, los intelectuales japoneses sugirieron que Europa adopte el japonés escrito como idioma “universal” para que se comuniquen los involucrados. Esta fue la causa de la Segunda Guerra Mundial años mas tarde. No te preocupes, porque no usaras kanji casi nunca en “la vida real”, ya que la mayoría de los japoneses no leen desde hace mucho tiempo y en la actualidad pasan la mayoría del tiempo jugando Pokemon. 
Niveles de cortesía:
 

Los niveles de cortesía tienen su origen en la antigua tradicion japonesa de obediencia absoluta y conformidad, un sistema social de castas, y completo respeto por autoridad jerárquica arbitraria, que muchas empresas estadounidenses creen sera muy beneficioso cuando sea aplicado como técnica administrativa. Tienen razón, por supuesto, pero nadie esta feliz al respecto. 

Dependiendo de a quien le hables tu nivel de cortesía sera muy diferente. La cortesía depende de muchas cosas, como la edad del interlocutor, edad de la persona a la que se habla, hora del día, signo del zodiaco, grupo sanguineo, sexo, si son Pokemon de tierra o de piedra, color de los pantalones, etc. para un ejemplo de niveles de cortesía en acción, ve el siguiente ejemplo. 

Profesor de japonés: Buenos días, Juan. 
Juan: Buen día. 
Compañeros de clase: (expresiones de horror y sorpresa) 

A fin de cuentas comprender los niveles de cortesía esta completamente fuera de tu alcance, asi que ni trates. Solo resignate a hablar como un niña por el resto de tu vida y reza a Dios que nadie te de una paliza. 

Estructura gramatical:
 

El japonés tiene lo que se puede llamar un estructura gramatical “interesante”, pero tambien se podría llamar “confusa”, “aleatoria”, “falsa” o “maligna”. Para entender esto realmente examinemos las diferencias entre la gramatica española y la gramatica japonesa 

Oracion en español: 
Juana fue a la escuela 

Oracion en japonés: 
Escuela la Juana a fue Mono Manzana Carburador. 

La gramática japonesa no es para gente de corazón débil o de mente lenta. Es mas, los japoneses no tienen palabras para “a mi”, “a ellos”, “a el”, “a ella” que cualquiera pueda usar sin ser terriblemente insultante (por ejemplo la palabra japonesa para “tu”, escrita en kanji, se puede traducir como “espero que un mono te arranque la cara” . Por esto la oración “El acaba de matarla!” y “Yo acabo de matarla!” suenan exactamente igual, o sea que la mayoría de la gente en Japón no tienen idea de lo que pasa a su alrededor en ningun momento. Se supone que debes deducir esto del “contexto”, que es una palabra alemana que significa “estas jodido”. 

Razón dos: Los japoneses
 

Cuando la mayoría de los extranjeros piensa en los japoneses, piensan en una persona: petisa, respetuosa, complaciente. (seguramente tambien piense: Chino). De todos modos es importante aprender donde empieza la verdad y donde terminan nuestros esterotipos occidentales . 

Seria irresponsable de mi parte hacer generalizaciones de un grupo tan grande de personas, pero TODOS los japonese tienen tres características: “hablan” inglés, se visten muy bonito y son bajitos. 

El sistema escolar japonés esta controlado por el gobierno japonés que, por supuesto, es imparcial (titulo de un libro de historia japonés: “Demonios blancos intentan arrebatar nuestra tierra sagrada, pero el poderoso padre-emperador los rechaza con vientos de Dios: La historia de la Segunda Guerra Mundial). Por eso todo los japoneses han tenido el mismo curso de inglés, que consiste en leer “Los cuentos de Canterbury”, mirar algunos episodios de M*A*S*H, y leer el diccionario de inglés de principio a fin. Munidos de este extenso conocimiento del inglés, los niños japoneses emerjen de la escuela preparados para participar en negocios y asuntos internacionales, exclamando oraciones notables y memorables como “You have no chance to survive make your time” (lit. “no tienes chances de sobrevivir gana tu tiempo” , y agregando a sus propios productos eslogans en inglés como “Just give this a Paul. It may be the Paul of your life” (lit. “Solo dale a esto un Pablo, puede ser el Pablo de tu vida” , en el costado de una maquina de monedas. 

En segundo lugar, todos los japoneses se visten extremadamente bien. Esto coincide con la idea general del orden y aseo japonés. Todo tiene que estar en el lugar correcto para los japoneses o una pequeña seccion del lobulo derecho de su cerebro empieza a tener ataques y empiezan a exhibir comportamiento violento y errático hasta que el desorden es erradicado. Inclusive DOBLAN SU ROPA SUCIA. Estar desaliñado no es tolerado en la sociedad japonesa, y alguien con una pequeña arruga en su camisa, que penso podia esconder usando un buzo con capucha encima (que posiblemente tiene escrita una frase pegadiza en inglés como “Spread Beaver, Violence Jack-Off” NdeT:”Concha abierta, paja violenta” , seran golpeados hasta morir con pequeños telefonos celulares, 

Blitzkrieg. Por último, los japoneses son todos bajitos. Realmente bajitos. Es como gracioso. Como no van a dejar ser altos a los europeos o africanos, los japoneses sin ayuda de nadie han puesto de moda zapatos con suelas gigantes, asi pueden parecer de altura humana real, cuando en realidad su altura sugiere que estan relacionados con los enanos o hobbits. 

La cultura japonesa también es muy “interesante”, lo cual significa “confusa” y en muchos casos “peligrosa”. Su cultura esta basada en el concepto de “dentro de grupo/fuera de grupo”, en el que todos los japoneses estan “dentro” de un gran grupo, y TU estas “fuera” de ese grupo. Ademas de este sentido de alienación, Japon produce caricaturas, y una amplia variedad de productos consumibles con los cuales te saturan 24 horas del dia, siete dias a la semana. A los japoneses tambien les gustan monstruos luchadores que viven en tus pantalones, bañarse con ancianos y suicidarse. 

La comida japonesa es lo que alguna gente llama “exótica”, pero la mayoría de la gente la llama “repugnante” o quizas, en algunas areas, “basura”. La comida evolucionó en la antigüedad cuando el único ingrediente era el arroz. La gente se hartó tanto del arroz, que empezaron a comer cualquier cosa que encontraban desde algas marinas hasta otra gente. Esto derivó en la creación de maravillosas comidas como el “natto”, que es una clase de poroto pero tiene gusto a ácido de batería, y el “pocky”, que es un palito con diferentes tipos de cobertura, entre sus sabores están aserrín y fresa. 

A pesar de la variedad de comidas, los japoneses han tenido éxito en hacer que cada cosa que comen, desde té hasta ciruelas, tenga gusto a carne ahumada. 
Razón tres: Tus compañeros de clase
 

Como si aprender japonés no fuera poco, las clases de japonés en el extranjero tienden a atraer la clase de alumno que te hace desear que un cometa choque contra la tierra. Hay algunas tipos básicos de alumno que siempre te cruzaras en las clases. Entre estos estan el Loco Del Anime, el Sabelotodo y el Ciervo Somprendido En La Carretera. 

El Loco Del Anime es el mas común, y uno de los mas molestos. Generalmente puedes notar un par de señales de alerta que te dejan identificarlo antes de que sea tarde: Usa la misma remera de Evangelion todos los días, tiene mas de un llavero con motivos de anime, usa anteojos, dice frases en japonés que obviamente no entiende (como “Si! Nunca te perdonaré!” , se refiere a ti como “-chan“, hace referencias a puntos oscuros de cultura japonesa en clase, y generalmente no aprueba. Debes ser extremadamente cuidadoso de no dejarlo oler tu miedo o lastima, porque si lo hace se te pegara y consumira tu tiempo y paciencia, dejando una cascara sin vida. Desesperado por compañía humana, te invitará a reuniones, exposiciones de anime, convenciones y un monton de otras cosas que no te interesan. 

El Sabelotodo generalmente tiene una novia o novio japonés, y debido a esta “fuente interna” en la cultura japonesa, se ha convertido en una experto académico en todo lo que sea japonés, sin siquiera haber leido un solo libro en toda su vida. Usualmente puedes detectar buscando estas señales: tener una sonrisa arrogante, contestar mas de su cuota de preguntas, la mayoría de ellas mal, hacer preguntas al profesor sobre varios temas y luego discutir las respuestas (un intercambio tipico: Alumno: Que quiere decir “ohayoo”?, Profesor: Quiere decir “buenos dias”, Alumno: Mi novia dice que….), estar equivocado, hablar mucho de comida japonesa y estar equivocado, dar respuestas largas e innecesariamente detalladas que estan mal y no aprobar. 

El Ciervo Somprendido En La Carretera es un alumno que tomo la clase porque: a.) penso que sería divertido b.) penso que sería facil c.) necesitaba un par de créditos para recibirse. Estos alumnos tiene una máscara de terror y pánico desde el momento que entran en clase hasta que se van, porque todo lo pueden oir en su cabeza es el agudo grito de su futuro yendose al caño. Generalmente no aprueban.

Aunque la mayoría de los estudiantes de japonés son inteligentes, divertidos y trabajadores, ninguno estará en tu clase. 
Conclusión
 

Si puedes superar la dificultad, sociedad y tus compañeros encontraras que el japonés es divertido y gratificante. Nosotros nunca lo sabremos, ya que no hemos llegado tan lejos. Pero estoy seguro que TU eres diferente.

martes, 25 de octubre de 2011




THE PATIENT - TOOL

Groan of tedium escapes me,
startling the fearful.
Is this a test?
It has to be.
Otherwise I can’t go on.
Draining patience, drain vitality.
This paranoid, paralyzed vampire acts a little old.

Un gemido de tedio se escapa de mí
alarmante, terrible.
¿Es esto una prueba?
Tiene que serlo.
De lo contrario, no podría continuar.
Drenando la paciencia, la vitalidad.
Esta paranoia, parálisis, vampiro actúa de manera impredecible.



But I’m still right here,
giving blood and keeping faith.
And I’m still right here.



Pero aún sigo aquí.
Entregando mi sangre y guardando la esperanza.
Aún sigo aquí.

But I’m still right here,
giving blood and keeping faith.
And I’m still right here.

Pero aún sigo aquí.
Entregando mi sangre y guardando la esperanza.
Aún sigo aquí.

Wait it out...
I’m gonna wait it out.
Wait it out.

Esperaré hasta que pase...
Voy a esperar a que pase.
Esperaré hasta que pase.

If there were no rewards to reap,
no embrace to see me through,
this tedious path I’ve chosen here,
I certainly would’ve walked away, by now.


Si no hubiera recopensas por obtener
Ningún abrazo para envolverme,
Fuera de este sendero que yo misma he escogido
caminaría ahora mismo.



Gonna wait it out.

Voy a esperar hasta que pase.

If there were no desire to heal,
The damaged and broken met along
this tedious path I’ve chosen here,
I certainly would’ve walked away, by now.


Si no hubiera deseo alguno que sanar,
Si no se hubieran encontrado el daño y la destrucción
fuera de este tedioso sendero que he escogido
ciertamente huiría ahora mismo.

And I still may...
And I still may...


Y lo haría...
Y lo haría...

Be patient. [x3]


Sé paciente.

I must keep reminding myself of this... [x4]

Debo recordar esto...

If there were no rewards to reap,
No embrace to see me through,
this tedious path I’ve chosen here,
I certainly would’ve walked away by now.
And I still may, and I still may, and I still may, and I may...


Si no hubiera recopensas por obtener
Ningún abrazo para envolverme,
Fuera de este sendero que he escogido
 ciertamente huiría ahora mismo.
Y lo haría... lo haría... lo haría... lo...


Gonna wait it out.
Gonna wait it out.
Wait it out.
Gonna wait it out.


Voy a esperar hasta que pase.
Voy a esperar hasta que pase.
Esperaré hasta que pase...
Voy a esperar a que pase.


lunes, 24 de octubre de 2011




Acto octavo:
     Corliss estaba muerta, así como el hijo de ambos que había portado en su vientre. Lord Godwin no volvió a dirigirme la palabra, pese a que su hermana había muerto de causas naturales que ni las mejores parteras de la corte pudieron evitar, su hermano pensaba que nada de eso hubiera ocurrido si yo no hubiera intervenido antes para complicar las cosas dejándola embarazada. Claro que el pobre no se daba cuenta de que con ese silencio me estaba haciendo favor: jamás consideré su conversación digna de interés.
     Pero sí es cierto que esos últimos acontecimientos, incluyendo mi encuentro con aquel redcap, contribuyeron a crearme una reputación más oscura aún si cabe. Abel Coriander Seavers, vástago de una de las familias más controvertidas del Reino Unido, nacido fuera del matrimonio y de padre desconocido, expulsado de la escuela a los once años, casado con una de las ladys más ricas de toda Londres a los dieciocho años y después de dejarla encita, viudo apenas unos meses después además de haber perdido a un hijo nonato… Por no hablar de las manos, que a partir de entonces, aunque he de decir que sanaron y pude volver a utilizarlas, siempre hube de llevar cubiertas por guantes para ahorrar a los demás el macabro espectáculo que las cicatrices de mi encuentro con la redcap me habían dejado.
     Semejante fama me cerró todas las puertas a las salas de visita de las familias sidhe que se consideraban respetables en Londres, y, por supuesto, todas las madres escondieron de mí a sus hijas, con lo que eso quería decir que casarme otra vez iba a ser poco menos que imposible. Perfecto. Pero no todo fueron negativas o susurros tras mi espalda; las mujeres, en especial las jovencitas impresionables que apenas rozaban la veintena, e incluso algún que otro adolescente despistado (y otros que hacía tiempo habían dejado atrás esa época) empezaron a admirarme y a idolatrarme en secreto, con una pasión enfermiza. Allá donde iba despertaba tanto miradas de odio como de pasión: nunca me fue tan fácil conseguir amantes, amantes deseosos de gemir bajo mi cuerpo, besar los párpados que ocultaban mis ojos de bosque en brumas, acariciar esas manos incompletas cubiertas de guantes aún en el mismo acto amoroso o acariciar mi piel que jamás había sido tan pálida. La sociedad podía odiarme todo lo que quisiera: pronto me convertí en invitado indispensable en todas las fiestas de moda, a las que acudía siempre vestido de negro; levita larga, lazo, camisa, sombrero de copa, bastón… y la más loca de mis sonrisas. Ya no necesitaba fingir que me comportaba correctamente sino que podía sentarme tranquilamente a observarlos mientras bebía de mi copa o charlaba con mi hermana Love, hasta esperar a que uno conversador espontáneo se me acercara, entre balbuceos, y si lo que tenía que decirme era lo suficientemente interesante puede que me lo llevara a algún lugar más oscuro… Beber de su admiración nunca fue tan delicioso, y saber que yo para ellos era símbolo de locura y libertinaje me parecía tan divertido…
     Mamá no estaba contenta con aquella reputación:
     -¡Estás destrozando el buen nombre de los Seavers…! –se lamentaba, como si alguna vez hubiéramos sido considerados una familia de bien. Pero a mí no me importaba. Últimamente, de hecho, todo lo que mi madre tenía que opinar sobre mí me era directamente irrelevante. Desde la muerte de Corliss, y sin que considere que el hecho en cuestión tenga una relación directa con la consecuencia, nos habíamos alejado definitivamente, y ella pasó definitivamente a un segundo plano. De repente yo había aprendido lo que era divertirse de verdad, fundirse con la propia esencia y hacerla estallar como el perfume de una flor se abre en primavera. Bailar con Love en alguna sórdida fiesta mientras ambos buscábamos presas, correr por el bosque para cazar animales con mis propias manos (pues ya no había vuelto a intentar atrapar redcaps desde mi encuentro con esa mujer, no sabía exactamente por qué pero sentía que jamás volvería a ser capaz de hacerlo) leer los libros prohibidos que encontraba en las librerías antiguas de Withechapel… todo ocupaba por aquel entonces mi vida. Veinte años cumplidos y nunca había disfrutado tanto. Incluso Everly Utteridge, inventora real, escuchó mi historia y quiso conocerme. Después de nuestra particular entrevista, en la que ambos conectamos (que bocanada de aire fresco fue tratar con alguien ajeno a la corte sidhe y que, para variar, tenía algo más en mente que el qué ponerse en la fiesta de esa noche) ella me mostró lo que había diseñado para mí: un par de dedos mecánicos labrados en plata, que no solo se iban a adaptar perfectamente a mi mano izquierda, sino que además se iban a unir con mis tendones para que así pudiera moverlos con tanta agilidad como si fueran reales. Después de esa maravillosa sorpresa, pude retomar mis estudios con el piano, y aunque he de reconocer que no volví a alcanzar la maestría y el dominio que tenía antes del instrumento, si que pude volver a hacerme un hueco como concertista y alcanzar resultados que, sin la desinteresada ayuda de Miss Utteridge, me habrían sido completamente imposibles.
     Sin embargo, había aún algo que hacía más largas mis noches, que me obligaba a levantarme en la madrugada, algún cuerpo a mi lado, temblando, quien sabe si de miedo o excitación. Ese par de ojos azules que prometían la muerte y aún así me dejaron vivir, la sangre fluyendo y la certeza de saber que éramos idénticos… Tenía que encontrar a esa mujer, no importaba el precio. Pues aquella tarde las preguntas habían sido formuladas, pero su luz no era suficiente: yo demandaba ahora las respuestas.
     Así pues, una mañana que más bien fue atardecer en la que me levanté con una resaca especialmente molesta, decidí que ya me había divertido suficiente. Completamente desnudo sobre mi escritorio, rebusqué un trozo de papel limpio y, con una pluma que no estaba quebrada, empecé a escribir los sitios donde, se me ocurría, una mujer como esa podría haberse escondido. Pues si de algo estaba seguro es de que se hallaba en Londres (la urbe es el único sitio en el que los redcaps pueden considerarse a salvo, los sidhes aún no han sido lo suficientemente honestos como para darles caza también ahí). Había oído que comunidades redcaps se escondían en los sitoos más insalubres de la ciudad, especialmente en las callejuelas de Withechapel, aquellas donde nadie con un poco de sentido común se atrevía a adentrarse.
     No esperé más. A la mañana siguiente me vestí como acostumbraba, pues no me interesaba pasar desapercibido, y cogí aquel bastón cuya funda podía sacarse y convertirlo en una larga y afilada espada. Pues no estaba demás salir prevenido ante los posibles reveses: ahora más que nunca respetaba a los redcaps.
     Mi búsqueda, en los dos primeros meses, no tuvo mucho éxito. Mi presencia en aquellos lugares era siempre sentida con suspicacia: aunque alguna vez estuve a punto de sufrir ataques, en el último momento siempre parecían pensárselo mejor y preferían desaparecer. No sé si era porque sabían, por mis ropas, que era un sidhe y si sufría algún accidente los míos tendrían la excusa perfecta para limpiar las calles acompañados con todo el ejército real detrás o quizá era simplemente el brillo en mi mirada que les avisaba de que yo era un oponente nada despreciable. Pero por otro lado eso también significaba que no me hablaban, ni siquiera cuando les ofrecía dinero a cambio, así que no podía sonsacarles nada sobre aquella mujer.
     No me rendí, si bien estuve a punto de desfallecer de hastío e impotencia muchas veces. Hasta que una noche, mi esfuerzo se vio recompensado. Me hallaba yo cerca de la estación de Liverpool Street cuando comenzó a llover con rabia; me apresuré a refugiarme dentro, y ahí, caminando entre los transeúntes mundanos, descubrí una presencia semioculta tras un revuelto de mantas sucias y cartones.
     Tenía más mal aspecto que nunca: el cabello revuelto y lleno de porquería, el rostro ennegrecido por la mugre, las ropas echas girones y unas encima de otras para resguardarse del frío inclemente… Pero esos ojos azules seguían siendo los mismos, con esa violencia salvaje que había estado a punto de costarme la vida. La observé, sabedor de que ella ni siquiera había notado mi presencia, deleitándome en mi triunfo. Solo la tenía delante y los colores volvían a refulgir de una manera deliciosa, los sonidos se mezclaban creando armonía y me entraban ganas de abrazar a todo el que se cruzaba conmigo. A pasos lentos me acerqué, y, tras rebuscar en la cartera de cuero que llevaba en el bolsillo interior de mi chaqueta, dejé caer un billete de cincuenta libras en el cubilete que ella había colocado delante y donde apenas había unos peniques. Como era de esperar, sus ojos se quedaron unos instantes mirando el papel descender, y antes de que hubiera rozado el suelo una mano había surgido de entre los cartones y lo había atrapado. Los mismos ojos incrédulos treparon ahora por mis piernas, mi pecho, hasta llegar a mi rostro, el rostro de su inesperado benefactor. Y cuando nuestras miradas se encontraron me reconoció. Explicar el deleite que esto me produjo es imposible.
     Estaba enferma, algo entre neumonía y tuberculosis, afección que arrastraba ya desde que se perdiera en los bosques. Intentó resistirse cuando yo quise sacarla de allí y llevarla a un lugar al menos más cálido, pero entre empujones y protestas ahogadas, cayó desmayada entre mis brazos.
     Su cuerpo menudo ardía, su piel, cetrina y violácea en los párpados, sudaba copiosamente tratando de depurar la enfermedad. Tenía que llevarla a algún sitio, pero por supuesto no podía ser a mi casa: si algún sidhe me descubría estábamos perdidos. No se me ocurrió otra cosa mejor que coger un taxi y pedirle que nos llevara a un hotel del centro. Una vez allí pagué por una suite, en la que al fin pude ocultarla. No sabía muy bien qué hacer, ella había caído en una especie de letargo febril, y aunque sabía que era grave, mis conocimientos médicos eran escasos. La metí bajos las mantas antes de correr en busca de algún médico bogan; y tras asegurarme de que no trabaja en la corte y así el rumor de lo que allí iba a ocurrir no me alcanzaría demasiado pronto (y cuando lo hiciera al fin estaría tan transformado que ya nadie se lo creería realmente) lo llevé a donde ella luchaba ya con una enemiga nada desdeñable: la propia muerte.
     Pero sobrevivió. Miss Almer, la mujer que la cuidaba y a la que yo daba una más que generosa paga para asegurarme de que día y noche vigilaba la salud de mi invitada, hizo verdaderos milagros, y en menos de dos semanas la redcap había recuperado la consciencia y podía dar pequeños paseos por la habitación. Aunque la idea de escaparse se le había quitado un poco de la cabeza (al menos hasta que tuviera fuerzas reales para ello) seguía sin hablarnos, como si negarnos la comunicación fuera la única manera que tenía de demostrarnos que, aunque su cuerpo, débil y enfermo, dependiera de nosotros, no ocurría lo mismo con su alma. En caso de que los redcaps tengan una, claro está.
     Una tarde, no obstante, conseguí conquistar también esa fortaleza. Había cogido la costumbre de ir a verla a esas horas, para permitir así que Miss Almer tuviera un poco de tiempo para descansar y asearse. Para no aburrirme en exceso (aunque contemplar a la enferma y esquivar sus miradas envenenadas era ya de por sí bastante entretenido) solía llevarme libros, que leía cómodamente sentado en un sillón  junto al lecho. Un día cualquiera en el que la lectura me había robado momentáneamente la realidad, su voz interrumpió el hechizo.
     -¿Por qué coño lo has hecho?
     Tardé en darme cuenta de que era su voz. Grave, profunda y llena de matices, como un riachuelo que discurre bajo la tierra: no era para nada como la había imaginado. Pero era ella, sentada en la cama, quien me miraba, y sus labios, delgados y pálidos, los que formaban las palabras.
     -Porque tal ha sido mi deseo –respondí, tras haber comprendido sus palabras.
     Ella, confusa, apretó los puños.
     -¡Pero…! ¡Demonios, eres un sidhe! –dijo, más alto de lo que pretendía.
     -Y tú una redcap –dije, mientras depositaba suavemente el libro en la mesilla- eso ya ha quedado claro.
     Permaneció unos instantes observando mis manos enguantadas.
     -Te jodí pero bien –comentó, con una sonrisa que no tenía nada de alegre. De repente se le iluminaron los ojos- ¿O sea, que esto es una especie de venganza retorcida? ¿Estás curándome para luego dejarme suelta por ahí y cazarme como si fuera un perro? –preguntó.
     Esta vez fue yo quien se permitió sonreír.
     -Otros quizá lo habrían hecho, pero no yo. No tengo ningún interés en hacerte daño, es más, he perdido el interés en la caza desde nuestro último encuentro. Si te he traído aquí es tan simple de explicar cómo que ni yo mismo conozco la razón. No obstante…
     -Deja de hablar raro –me interrumpió ella, mientras apartaba las sábanas y se levantaba de la cama. Iba vestida solo con un camisón blanco, largo hasta los pies y lleno de encajes y bordadillos: muy propio de una sidhe, yo no había podido conseguir otra cosa. Su cabello negro y ahora lustroso, caía por su espalda como una cascada de lava solidificada. Había algunos mechones plateados brillando aquí y allá. Sus ojos eran dos interrogaciones como aquel día habían sido los míos, y el brillo en ellos me resultaba cegador. Era hermosa de una manera tan natural e intensa en la que ninguna sidhe podría jamás serlo. Se acercó a mí, como movida por algún deseo oculto, el mismo que me había traído a mí hacia su presencia.  
     -¿Quién diablos eres? –Preguntó, con voz ronca- ¿el hijo de la Reina o algo así…?
     -No –respondí.- Soy Abel Coriander Seavers –y alcé la mano para, de manera casi involuntaria, acariciarle aquel rostro de rasgos demasiado toscos, como los de una muñeca de madera.
     Instantáneamente se apartó, y creo que me habría mordido de haber estado más recuperada. Como un animal salvaje quiso huir, pero a la vez sentía la misma atracción que yo, podía sentir su energía envolviendo a la mía, reconociéndola. Sus manos, pequeñas y perfectamente formadas, buscaron las mías, y las alzaron, sujetándolas con una firmeza que me sorprendió. Con una curiosidad que tenía mucho de femenino, agarró los guantes por la punta de los dedos, y tiró de ellos con decisión: primero la mano izquierda, luego la derecha. Le dejé hacer algo que jamás antes ningún otro ser había podido. No era por vergüenza sino una especie de intimidad por lo que yo había impedido a mis amantes ese gesto: no obstante, ella era la autora de aquella obra, ¿y no merecía pues contemplar el resultado?
     Los guantes cayeron, como pájaros muertos. Mis manos, el doble de grandes que las suyas, reposaron en sus palmas. Agachó la cabeza para observarlas con detalle, y entonces todo su cabello oscuro cubrió su rostro, como una cortina, y algunos mechones rozaron mi piel…
     Acaricio suavemente los dedos de plata bruñida, en los que podía verse reflejado su rostro. La carne por siempre enrojecida, las marcas de los puntos, allí y allá, como caminos, rutas que subían y bajaban. El tacto rugoso de la piel, abultada en algunas partes; los agujeros, pequeños cráteres surgidos donde la carne había sido mordida hasta dejar al descubierto el hueso, ahora simplemente cubierto por una capa de piel grisácea y seca. Las uñas que brillaban en aquella carnicería, las formas irregulares de los dedos donde aún podían distinguirse las marcas de sus dientes. Asco, horror, harían sido las reacciones más normales ante semejante visión. Sin embargo, ella, aun con el ceño fruncido, no apartó la mirada un instante. Y cuando la alzó, fue para encontrar la mía. Y yo lo supe. Supe que me había visto.
     Con una delicadeza inesperada se agachó, dobló su cuerpo menudo como el de una niña sobre sí mismo, y sus labios rozaron mis manos, acariciaron aquellas heridas con mimo, como el agua lame las brasas de un bosque quemado, y su lengua humedeció la carne seca, y sus besos fueron no solo un bálsamo sino una promesa.
     El deseo por aquella mujer de mirada violenta como un mar traicionero, que siempre había estado en mí aunque prisionero, estalló ahora en mil sensaciones que se abrieron paso por mi sangre hasta dirigir mis movimientos. Apreté sus manos entre las mías, con tanta fuerza que el dolor me estremeció, pero nunca había sido tan delicioso. Ahora yo me agachaba para buscar sus labios, aquellos que habían bendecido mis imperfecciones, que no habían dudado en hacer suyas las heridas y la repugnancia. Cuando la besé sentí una descarga de energía tan violenta que estuve a punto de caer: primero en mi corazón y mi cabeza, de forma que ni un solo pensamiento racional pudo formarse ya en ella, y después en mis caderas, que gimieron movidas por un deseo tan profundo como desconocido.
     Hechizados, conmovidos, puede que prisioneros de un designio superior a nuestras fuerzas, caímos sobre el lecho. Yo buscando sus caderas, rasgando el camisón, atrapando entre mis dedos las tiras de su ropa interior para sacarla fuera, y ella removiéndose bajo mi abrazo, arrancando los botones de mi chaleco, mi camisa, los pantalones. La ropa nunca había sido una envoltura tan incómoda, y ambos habríamos devorado la del otro si hubiéramos podido. Cuando al fin pudimos sentir el contacto de la piel contra la piel, la descarga fue tal que un gemido escapó delator entre mis labios, yo, que siempre había preferido hacer el amor en un estricto silencio y había odiado la amalgama de gritos de mis amantes. A ciegas intenté que se abriera de piernas, buscando la humedad de su sexo para poder al fin liberar toda aquella presión, como una losa de metal ardiente sobre mi cuerpo, cuando ella, al ver lo que me proponía, intentó erguirse repetidas veces, demostrándome sin ningún pudor que mi estrecho abrazo le molestaba. Arañó mi rostro hasta hacerme sangrar, y, aprovechándose del desconcierto que trajo consigo el dolor, se escurrió bajo mi cuerpo y, hábilmente, se colocó encima. Aliviado al ver que no se iba muy lejos, agarré su cintura intentando atraerla de nuevo allá donde más la necesitaba, pero tampoco parecía dispuesta. Golpeó mi pecho, mis manos, tratando de deshacerse de sus exigencias, pero yo todo lo ignoraba, solo me interesaba la recompensa. Finalmente, como viera que sus tácticas no servían de nada, agarró mi sexo con más fuerza de lo que es deseable. Me estremecí, el dolor era como sentir una agradable tromba de agua fresca sobre mi piel ardiente. Y entre sus manos hábiles me retorcí, tratando de contener mis ganas, mordiéndome la lengua con fuerza para no gritar de placer, hasta sentir el sabor a óxido de la sangre, pero ni entonces se detuvieron sus salvajes caricias. Era la primera vez en  toda mi vida que yo no tenía el control de la situación. Hasta entonces los encuentros amorosos habían sido simples: algunas personas despertaban  en mí una suerte de necesidad que yo pronto me encargaba de aliviar entre la fricción de la carne. Que ese placer fuera instantáneo o se retardara un poco dependía de mi nivel de atracción hacia esos sujetos, pero en todo momento yo había sido dueño de mi persona. Ahora, no obstante, mi cabeza estaba embotada de placer y mis sentidos se hallaban muy lejos de mi cuerpo, perdidos en un mundo donde todos los colores son posibles. Me escuché gritar, sentí clavar mis uñas en las palmas de las manos en una agonía embriagadora, mi cuerpo vibrando entre sus manos. Y entonces, cuando pensé que sería incapaz de contener más deseo y que este se desbordaría como el agua de un recipiente demasiado pequeño, ella levantó las caderas y, apoyándose en mi pecho, me introdujo en sus entrañas, húmedas y tan ardientes como mi propia piel. El placer rozó ahora la locura, su olor era un almizcle envolvente. Las embestidas, profundas e intensas, como una muerte y un renacer constante, las marcaban el ritmo de sus caderas. Todo yo reducido a su propio placer, por una vez era otra la que se saciaba y no yo mismo, pero era tan delicioso que me entregaba por completo a su sentimiento que era también el mío. Me tomó de una manera salvaje que nada tenía que ver con el amor y esos sentimientos que cantan los bardos, pero que aún así era tan limpio e intenso como para conmover todas las células de mi cuerpo. Me fundí con su carne, con la suavidad y redondez de su cuerpo hasta que no fui más consciente de mí mismo. Nadé en el mar embravecido de sus ojos hasta que me di cuenta de que me estaba hundiendo, pues las olas eran tan altas como montañas y rompían con la fuerza de estas, para descubrir que ni siquiera me importaba. Cuando al fin me deshice, como la cera se funde en el calor, me sentí morir.
     Y durante unos segundos fue como estar en ninguna parte, sentir el cuerpo tan liviano como una pluma y la mente tan clara como el mismo cielo. Cuando, ya varios minutos después, pude volver a pensar, me di cuenta de que ya no había otro lugar en el mundo en el que quisiera estar que no fuera ella, su cuerpo, sus ojos. Nunca más.