viernes, 25 de marzo de 2011





Me miro en el espejo. Soy hermosa. ¿Pero quién no lo es cuando es joven?

Mis ojos son dos brasas que arden, un cabello poco común enmarca mi rostro y se derrama a lo largo de mi espalda.

Me miro, tobillos finos, piernas largas, caderas anchas, cintura estrecha, pechos redondos, hombros de curvatura suave... la sombra de los huesos de la clavícula. Y piel blanca, suave, uniforme.

Soy hermosa, y lo digo ahora, no con orgullo ni egocentrismo (pues creedme, hay tantas personas hermosas a mi alrededor que he perdido el miedo) sino con la afirmación y la alegría de quien se ha odiado por ser mujer, por ser quien es, y ahora se ve... y piensa: hay belleza. Después de todo, es cierto que la hay.

Me miro, me recorro, pienso: tanto, tanto... ¿y para quién será? ¿A quién acariciaré con estas manos de pianista, a quién haré inmortal en mis historias, a quién le ofreceré esta blancura, esta belleza, esta juventud...?

Porque todo es perfecto y armonioso cuando es compartido: el arte, la felicidad... y yo, ahora que es primavera.

2 comentarios:

Annell dijo...

Me alegro que tú te sientas hermosa y bella en primavera.

Mi nariz y yo nos vamos a cagar en la madre del polen hasta verano, a parte de sentirnos feas e hinchadas D:

Luv u :3

Mew dijo...

Disfruta pues, criatura de la primavera. Y comparte esa diversión con las otras criaturas de la primavera.
Lo único que no comprendo es la pregunta en el espejo. Pero en fin, tampoco espero poder conocer las respuestas de todas las preguntas que me hago.