martes, 15 de enero de 2013
Estudios recientes de la Universidad de Ohio han demostrado que tendemos a considerar nuestros pensamientos como objetos físicos. Se ha comprobado que si escribimos dichos pensamientos en una hoja de papel y luego arrojamos el papel a la basura, los descartamos mentalmente. Pero si escribimos los pensamientos en un papel que luego guardamos en nuestro bolsillo, es más probable que lleguen a hacerse realidad durante el día. Sin embargo, no basta con imaginar el proceso mentalmente, sino que es necesario llevar acabo el acto físico.
-Treating thoughts as material objects can increase or decrease their impact on evaluation, Pablo Briñol et al. Phsycological Science, 2012, Ohio University.-
Esto, ni más ni menos (en un artículo de más extensión y en inglés, lo de arriba es una traducción mia) es lo que he leído esta mañana mientras me tomaba el café. Honestamente, me ha dado qué pensar. Puede que algunos consideren esta tesis ridícula. No es de extrañar. Bien entrado el Renacimiento, los científicos y pensadores del momento tampoco contemplaban la idea de que el sol (y no la tierra) fuera 'el centro del universo'. La teoría heliocentrista ya se había valorado en los tiempos de los antiguos griegos, pero eso no salvó a Copérnico ni otros valientes que acabaron quemados en la hoguera por unas ideas demasiado atrevidas. A la Iglesia Católica no le gustaba pensar que el hombre, hecho a imágen y semejanza de Dios, tuviera una posición modesta en la bóveda celestial. Hoy en día, sin embargo, los científicos afirman que no somos más que una simple mota en medio de miles de constelaciones y planetas mucho más brillantes que el nuestro...
Lo que pretendo decir con este bien conocido ejemplo, es que la magia de ayer puede ser la ciencia del mañana. Y digo 'magia' porque esto de escribir los pensamientos en un papel que se arroja a la papelera o se lleva en el bolsillo me ha recordado inevitablemente al proceso de formular un hechizo. Efectívamente. Los sortilegios, la magia en general, existe en todas las culturas. A través de esta 'energía' se pretende controlar unas fuerzas tan poderosas como desconocidas. Los rituales a su vez se basan en una serie de acciones preestablecidas, que muchas veces son un reflejo simbólico del subconsciente o aquello que no puede ser explicado o controlado. Como los pensamientos en nuestra mente, que son como barcos sin timón en un mar caprichoso.
Y para qué negarlo... la palabra escrita tiene algún tipo de poder. Y digo escrita a mano, que no tecleada en un dispositivo electrónico. Que ya ha habido otros experimentos (que por pereza no cito, que esto es un blog que llevo en mis ratos ociosos, no mi tesis universitaria) que demuestran que las conexiones cerebrales que se activan al escribir a mano son diferentes a esas que he mencionado. Y no me tachéis de retrógrada: yo escribo a ordenador también mis trabajos creativos, que siento que así me ahorro el insufrible proceso de tener que pasar -antes o después- cientos de páginas a la máquina. (Ya lo he hecho antes, y he de decir que detesto la tortícolis que conlleva el estar mirando alternativamente la pantalla del ordenador y la página de papel). Pero las cosas importantes, las que quiero que se queden grabadas en mi mente (esto es, apuntes de la universidad, por ejemplo) siempre las tomo a mano. Igual que mi cerebro no asimila igual de bien lo que leo en la pantalla del ordenador a lo que puedo leer en un libro, lo que escribo a mano 'conecta' antes con mis neuronas.
¿Será mi cerebro de humanista? Puede. En cualquier caso, voy a empezar a hacerlo, lo de escribir mis pensamientos más recurrentes en post-its, y luego, al bolsillo o a la papelera. Porque no sé si eso hará que mi subconsciente los elimine o realce. Pero suena divertido, sobre todo lo de arrojar a la papelera algún mal augurio. Liberador...
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