sábado, 12 de enero de 2013
Hoy he regresado a tierras escocesas.
Tenía mucha razón aquella persona que, antes de venir aquí, me señaló 'Escocia es un lugar que acoge. No importa de dónde seas, al partir siempre te sentirás un poco de allí'. Y qué razón. Solo llevo tres meses, pero volver, lejos de ser una experiencia difícil o triste, me ha procurado una suerte de alivio.
Ya desde el autobús que conecta el aeropuerto con el centro de la ciudad me he sorprendido a mí misma señalándole con entusiasmo a un improvisado compañero las diferentes formas de la ciudad que tienen un significado para mí.
-Mira allá, esto es New Town, todas las casas son de estilo victoriano, como en Londres...
-Fascistas, fascistas... -señalaba un viejo francés sentado en la esquina, en un español vacilante.
-Sí, bueno, es la zona posh, pija... -traducía yo a mi compañero-. Yo vivo en Old Town, la ciudad de los estudiantes, más medieval y tenebrosa....
Y al rato:
-Allí el castillo, míralo, sobre la montaña. ¿no es hermoso? Y allí abajo los jardines de Prince Street (y se veía la fuente de la musa).
-Lago -decía el francés. Y todo el mundo pensaba que estaba loco, con aquella retaíla de palabras en español que bien hubiera parecido fruto del azar. Pero yo le comprendía, porque aquellos términos despertaban recuerdos de la ciudad en mi mente.
-Sí, antes esa zona bajo el castillo, donde los jardines, era un lago... (Pero no cuento que ese lago era en realidad un pantano producto de las aguas fecales y demás deshecho de un Edimburgo medieval y muy, muy sucio. Eso sí, los jardines de Prince Street se llenan de flores en la estación cálida... ¿será ese estallido de brillantaes colores producto del abono de siglos?).
Y así hemos bajado en Weberly Station. Nos hemos dirigido hacia North Bridge -qué lejano y alto al mismo tiempo, y qué belleza al contemplar Salisbury Crags, imponentes y doradas al atardecer tras él-. Finalmente, he acabado dejando al muchacho a las puertas de su punto de llegada, una pensión en una de las calles que nacen como venas de la arteria principal que es Royal Mail. En pleno corazón de Old Town.
No puedo evitar pensar como cambian las tornas. Hace unos meses era yo la que aterrizaba nueva en esta ciudad, sin saber si quiera dónde estaba la universidad. Y ahora, no tanto tiempo después, no solo me regocijo al caminar por sus calles, sino que además soy capaz de transmitir a otros todo lo que Edimburgo me hace sentir... Hermosa metrópoli esta. Y además, hoy me siento optimista. Porque ya daban las cuatro de la tarde... ¡y seguía siendo de día! Podremos estar en lo más crudo del invierno, pero, lentamente, el sol va reclamando su reinado.
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