viernes, 6 de mayo de 2011





Ayer nos sentamos a hablar. Nos contamos nuestras penas amorosas, nuestros líos, nuestros intentos vanos de atrapar ese momento, ese segundo que es del otro y de uno mismo al instante. Sus palabras y las mías se entrelazaban poco a poco, dibujando castillos de aire en el espacio que nos separaba. Podía ver sus ojos brillar y sus manos temblando de solo pensar en acariciar esos cuerpos... Primavera.

Y no sé como, nuestras palabras, convertidas poco a poco en susurros, se hicieron puentes, y poco a poco nos acercamos, y finalmente él estaba entre mis brazos, con su cabeza en mi regazo, relatando historias de amantes mientras nuestros cuerpos intentaban, sin que nosotros lo supiéramos por el momento, realizarlas.

-No puedo olvidarte -me dijo- a pesar de todo, tienes algo que me atrae.

Yo reflexioné sus palabras, pensando en que realmente había dado mucho más de lo que hubiera querido.

-Es porque sé que no puedo tenerte -musité, mientras le mordía suavemente la espalda, estrecha y pálida- me gusta la extravagancia que eso supone.

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