viernes, 20 de mayo de 2011



La escena es esta:

Un hombre aún joven, sentado en el sillón con la resignación del que ve la vida pasar y realmente no le importa. Sentado con los brazos resbalando hacia el suelo, las piernas extendidas en el suelo. Va vestido con un pijama viejo y descolorido tras muchos lavados. Zapatillas que corren la misma suerte a cuadros negros, marrones y amarillos. Una tripa incipiente: demasiados frutos secos después de cenar (tres nueces aconsejan los cardiólogos, no hablaron aún nada de tres docenas), cantidades industriales de fruta durante el desayuno... la vida sana llevada al extremo también puede envenenar el organismo.

Los ojos perdidos en la secuencia aleatoria de imágenes que ofrece la caja del placer, cualquier cosa: programas de cocina, noticias internacionales, películas que fueron hechas expresamente para matar las horas muertas en las que uno ni siquiera es consciente de estar vivo, cotilleos, Madrid hoy, pasen y vean toda nuestra fauna urbana...

¿Ve algo realmente? ¿O imbuye esas imágenes en su mente a fin de llenarla con algún tipo de pensamientos, pues se encuentra tan agotado que ya ni siquiera tiene ánimo para crear los suyos propios?

Un bocadillo de pan de molde: pavo con olivas y pimiento, el mismo que le compra a su hija para que se haga el bocadillo en los recreos. Un zumo de melocotón y piña, también raptado del arsenal de almuerzos de la niña. Come, traga, chupa, más anuncios, cambia de canal, una comedia americana con las risas más falsas que jamás un ser humano de verdad pudo producir... traga inamovible en su silla, en ese trono desde el que ahora contempla el mundo. Como suele decirse, tal vez prefiera reinar entre esas estrechas paredes que constituyen su hogar que salir a fuera.

Salir a fuera. ¿Para qué?, dice él a menudo. La ciudad es un animal hambriento que todo lo devora: su ajetreo, sus colores, sus historias, hace tiempo que dejaron de impresionarle. Sueña con campos lejanos, huertas paradisiacas en algún pueblecillo de aires provenzales, donde los burros y las ovejas campen a sus anchas por las calles y los amables vecinos organicen fiestas al atardecer. Así que mientras esa imagen permanezca relegada al sombrío mundo de los sueños y aspiraciones, preferirá no pensar y permitir que la caja le conecte con una realidad que, al menos, (eso cree), no puede hacerle daño.

Después de engullir la improvisada cena, sus dedos glotones arrancan el yogur y empiezan lentamente a vaciarlo. A grandes bocados avariciosos consumen su escaso contenido. La cucharilla de metal rasca el plástico, pero él no parece darse cuenta: sigue chupando, plástico, cartón, motas de sabor perdidas, insistentemente. ¿Esto es todo? ¿Esto es todo...?

Ese hombre fue joven, fue hermoso. Recorrió buena parte del mundo sin tenerle miedo a nada, amó y vivió puede que incluso más que todos nosotros. Posiblemente hubo momentos en que sintió que la felicidad era tanta que ni siquiera alcanzaba a contenerlas: momentos en los que la vida se rindió a sus pies y le coronó con laureles. Ese hombre fue un adolescente que juró que nunca se dejaría colorear con el gris opaco de los adultos. Ese hombre...

3 comentarios:

zielona dijo...

Muy bien. Fantástico. Me gusta. Cómo crece tu escritura, o tú misma. Qué bien lo expresas, te vas superando dia a dia. Es asombroso. Sólo un ruego, se una madre con tus "personajes", ellos no han tenido, ni tienen la libertad de cambiar nada, por esos no machacarlos demasiado, piedad como si fueran nosotr@s mism@s.Besos y enhorabuena por el final del "ultimo de los exámenes".

zielona dijo...

Bien. No había leido tu texto hasta el final en que dices "progenitor", aunque sabia intuitivamente la esencia, porque yo "he estado alli" y todo eso lo he vivido en ese espacio reducido del cuarto de la tele. Asi que este comentario a "todo tu escrito" es que seas magnanima "MAGNA"- MAÑA" en aragones, pues nunca podemos alcanzar el dolor que se esconde en el corazon de ese ser que vemos con nuestros pequeños ojos "criticones", pero mira ese ser humano es capaz, como nosotros mismos de recibir todo el amor que por las circunstancias que sean no ha recibido, y que en nuestra mano está el ser benevolentes y caritativos, sin criticas ni historias. Como si fueramos nosotr@s mism@s. Y así es, eres un pedazo de él, aunque tu mente no quiera aceptarlo es la sombra psicoanalitica de Jung, lo que no aceptamos de nosotr@s mism@s.El psicoanalisis de los judios... Besos y siento este rollo.

Charlie D. dijo...

Mmmm. Tal vez debiera quitar la frase final... no pretendía ser crítica, honestamente, estaba realmente triste. Y sí, como tú dices, "yo también he estado allí". Creo que voy a quitar esa frase, quiero que sea algo más universal y no concreto.

¡Gracias por tus comentarios! =D