miércoles, 25 de mayo de 2011

                                  HARU 

               No me gusta la primavera. El sol regresa, caminante que retorna de nuevo al hogar abandonado para quedarse. Huésped inoportuno, extrañado pero a la vez de visita incómoda. No se puede obviar el hecho de que una vez se marchó, dejándolo todo a su suerte… ¿y ahora vuelve? ¿Ahora reclama de nuevo su lugar?
            Viento frío, hierba cálida. Las flores explotan, agonizantes extienden su perfume envenenado que se introduce en nuestra respiración y llega a la sangre. Y así empieza ese cansancio, ese fondo de tristeza mezclado con las ganas de terribles de reproducirse. Eso es la primavera. Barre la quietud del invierno, sus silenciosas noches y sus días blancos sin pretensiones. Se lleva la comodidad, la tranquilidad de saber que el frío todo lo congela. Y tras el deshielo, nada es lo que parecía antes. Contornos desdibujados, siluetas torcidas, paisajes amenazantes. Las tinieblas y el hielo hacían bien en ocultarlos.
            Primavera. Mis palabras se vuelven ansiosas, juguetonas, escapan de entre mis dedos y revolotean canturreando melodías desconocidas que incitan a mi cuerpo a doblarse, abrirse y explotar. Como las flores. Todo está en el aire, perdido en un limbo, y vuelvo a enamorarme. Palabras, palabras zalameras de melaza amarga, rozan mis labios haciéndome desear más. Antes de que quiera darme cuenta mi corazón se desangra en un latido terrible, que es como una puñalada en el palpitante músculo. Me enamoro de sus palabras, de las dulces promesas que conformaban los signos ya pautados, esa infinitud recogida en un código de tan solo veintisiete valores. Mi felicidad o mi muerte en vida, mi paraíso ansiado o el más cruel de los infiernos: todo ello pendía de sus breves mensajes, del producto de una mente quién sabe si benévola.
            Comienzo a imaginar y los fantasmas se hacen corpóreos y reclaman su sitio a mi lado. La luz de la primavera les da ese poder; mi angustia los alimenta. Ahora viven debajo de mi cama y arañan mi piel por las noches hasta empapar las sábanas en sudor y sangre. Así, cada mañana despierto renaciendo, y al irme a dormir tengo la seguridad de que una lenta muerte me espera.
            Pero no me enamoré de ti, susurrante, artífice de esas palabras ordenadas como niños de escuela sentados en sus pupitres pero con un brillo perverso en la mirada.
            Fue de la primavera.




http://www.youtube.com/watch?v=w1d5nnCZdqY&feature=related

1 comentario:

Amphisbaena dijo...

En cambio, a mi me gusta la primavera. Un poco de claridad después de una época oscura, fin de examenes, cambio de vida... Yo creo que la primavera se hace sentir, notas su presencia, es como si existiese un "olor a primavera", y me alegro de su llegada.