domingo, 22 de mayo de 2011




El otro día iba montada en tren.

Uno de esos trenes al medio día, llenísimos hasta reventar de personas. Y era clase de momentos en los luchas por mantenerte en pie, cuerpo a cuerpo con decenas de individuos que, pese a lo íntimo del contacto y la innegable proximidad no miran a nadie sino a puntos fijos perdidos en un limbo. Como haciéndote notar que realmente no les importa, que piel con piel o compartir el mismo destino encerrados en un habitáculo que se tambalea a cada curva no es una casualidad, sino una cruel imposición del destino.

Sus expresiones son siempre las mismas: desde un mutismo helado hacia la imagen misma pasando por la misma imagen de la tortura y el arrepentimiento (¿qué he hecho yo para recibir esto...?) y el profundo desprecio hacia le resto de la raza humana en el fondo de los ojos. Pero nunca he visto una cara amable, una tímida sonrisa, un 'me alegro de no estar solo'.

Sin embargo, ¿quién puede culparnos?

Intenté en ese momento encontrarle un sentido, una lógica al hecho de hallarnos todos embutidos en mismo vagón mientras la ciudad corría rauda tras las ventanas, exhibiendo amplios y aireados cielos. Primero pensé en ciertas masacres, pero me pareció exagerado. Así que finalmente me decanté por un tren cargado de ovejas, por poner un ejemplo (cerdos podría parecer denigrante, y no busco eso). Un viejo tren que circula por rutas rurales perdidas y lleva rebaños y rebaños de esas tontas bolas peludas en cada vagón. Claro, son animales, ¿a quién le importa que haya veinte o doscientos en el mismo vagón? ¿Es que a caso vamos a escucharlos quejarse? Ademas, los balidos quedan encubiertos por la lúgubre maquinaria. Y nos compensa más llevarlas a todas de una vez: a más ovejas más dinero... a más ovejas más dinero.

Somos ovejas.

Como animales de granja, esas cosas cilíndricas llamadas trenes nos llevan medio dormidos a trabajar a la ciudad, y luego nos devuelven los despojos de nuestro ser, chupado ya de esperanza y vida, para que intentemos conservar la mayor energía posible para el día que viene, en el que se repetirá la misma historia. Una y otra vez, una y otra vez. Los obreros son los animales ya adiestrados, yo aún estoy aprendiendo. Pero todos empezamos de la misma manera y, ah, de eso estoy segura, ellos desean que acabemos como tienen previsto.

Somos los constructores del sistema, los que engrasamos y empujamos los pesados engranajes que mueven el mundo de otros. De esos otros para los que el dinero no es nada más que papeluchos pintados, y que no trabajan para vivir sino que si acaso lo hacen para no aburrirse y mantener la mente despierta. De esos otros que desde luego no nos consideran ni de su misma raza, a sus ojos debemos de ser una suerte de ovejas perfectamente esquiladas y que caminan a dos patas.

Menos mal, pensé, tras esta oscura revelación, que los dioses nos otorgaron  a algunos el don de la imaginación... y de saber ver más allá.

6 comentarios:

Adsi dijo...

Oh Shikaru por Dios, que bieeeeeeeeeeeeeen que escribes...

Somos ovejas. Sí, es cierto, lo somos. Que triste... simples animales que siguen las falsas instrucciones de granjeros con más poder del que se merecen. No les importamos, solo somos seres de los que obtienen beneficios y se pueden aprovechar cómodamente. Y ah, lo saben... y nosotros lo sabemos también.

Pero somos ovejas, al fin y al cabo.

Aunque algunas de las ovejas pueden imaginar y ver a los granjeros tal y como son ;)

Zals dijo...

En Edo en vez de ovejas parecen pulgas, y encima los empujan unos empleados que llevan guantes, "por si acaso, el mordisco! Es broma jajajajaja.
Seguro que si estuvieras allí, en Edo, no te importaría para nada que te pisaran.Juajuajuaaaaajajaaaa. Bien ya vale de bromas. Un beso y animo para tus proyectos. Estoy pensado en dibujarlos...
Mmmmm...

Anónimo dijo...

Interesante y dura reflexión, al menos reconforta el que haya un resquicio de esperanza y lucidez para aquellos que se atrevan a ver las cosas desde otro punto de vista.
Hace unos dias que me paseo por tu blog, Brienn me pasó la dirección, me encanta lo que escribes y cómo lo escribes.
Te seguiré leyendo.
Iris.

Charlie D. dijo...

Adso: Gracias, la admiración es mutua, lo sabes... <3

Zals: Bufff, ¿dibujarlos...? Eso sería... ¿hace falta que diga que sería todo un honor...?

Iris: ¡Eres la última persona que esperaba ver por aquí! Un placer saberlo, por cierto...

Jo, me siento afortunada ;)

Annell dijo...

Una vez, hace un montón, iba en bus de camino a mi casa cuando salía a las 2, y era el típico trayecto que se llena a tope de personas. Así que ahí estaba yo, embutida compartiendo mi silla con otra chica random, cuando subió una niña de unos doce años, se sentó en un huequecito del suelo entre dos tíos, sacó un libro de su mochila y se puso a leer.

Creo que me enamoré de ella ._.

Así que sí, aun están los que tienen imaginación, y los que tienen esperanza -w-

(joder, tienes una visita de la Toscana, Shikaru! O___o)

Te quiero!

Amphisbaena dijo...

El otro día iba en el tren y ocurrió una que me hizo aprender algo. Entró un hombre, con muy mala pinta, debía de haber estado pidiendo por los vagones todo el día y se le veía demacrado. Entró en mi vagón, y esto fue lo que dijo:

"Señoras, señores, vengo aquí para pedirles una ayuda. Sin embargo, y a pesar de las circunstancias en que me encuentro, no busco molestarles ni hacerles perder el tiempo si no quieren. Una sola sonrisa me sirve como ayuda. Un simple "no" acompañado de una sonrisa es mucho mas valioso que todo el dinero que me puedan dar..."

Desde entonces, cada vez que veo a alguien pedir en el tren, y veo como la gente no hace ni tan siquiera el ademán de mirarlo me entristece. Yo en cambio, les dedico la sonrisa que aquel hombre si deseaba.