martes, 31 de mayo de 2011
Esta es mi última entrada de mayo. La primavera por fin se va apartando, poco a poco su estruendo comienza a debilitarse...
Hoy, la chica de Oriente y Occidente y yo nos hicimos un regalo mútuo con nuestra presencia. Y jugamos a ver.
¿Dónde están, oh dioses, aquellos tiempos en los que podías dedicarte única y exclusivamente a amar? Aquellos tiempos en los que solo existían dos ropas: una para el invierno y otra para el verano. Y el paso de las estaciones era una paciente reflexión. Las palabras el único fuego que realmente calentaba el alma y las noches, ah, las noches eran aún misteriosas y desconocidas. Esos tiempos en los que podías morír de un resfriado; lejos de ser esto tragedia daba verdadero significado a la vida, una suerte de urgencia por experimentar, por ser, por dejar huella antes de perderse para siempre y de manera irremediable entre los humos de la inconsciencia.
Y amar. Amar como único objeto y sin pensar si quiera en lo físico. La pura aceptación y unión con otro, sin preguntas, sin temor, el todo por el todo: te regalo el universo. ¿Es eso posible? Sí, dice ella, lo sé porque no deseo otra cosa. Puedo jugar, divertirme, pero en última instancia solo deseo eso, y si no puedo tenerlo no quiero nada.
No quiero nada.
Esas palabras me sobrecogen, me golpean como una inesperada tormenta de nieve en pleno verano. Enredan mi espíritu y avivan el nacimiento de nuevos colores.
Le cuento mi vida. Se ríe, se ríe mucho con mis historias, mis avatares, mis desgracias y mis triunfos. No entiende como puedo hablar de ello sin pudor, pero se maravilla a un tiempo. Es extraño.
Que no te importe nada, me aconseja, nada a parte de eso. Y si tienes dudas, escríbelo como si fuera una historia, en tercera persona, de manera que puedas contemplarlo todo desde la perspectiva adecuada y sin inmiscuirte. Deja entonces que las cosas fluyes y verás lo que tienes que hacer.
Asiento. Lo que ocurre es que ya he empezado a temblar. Pues mis argumentos siempre buscan lo extraño, experimentan con lo grotesco y lo inadmisible... ¿Será posible ofrecer mi carne a esa imaginación?
Soltar. Fluír. Soltar.
Qué maravillosas palabras...
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