El tema de la semana hoy es Aum. Yo no sabía lo que era. Solo
recuerdo haber leído de pasada algo sobre un accidente en el metro de
Tokyo en un libro de una de mis autoras favoritas. El libro se llama
Grotesco (altamente recomendable, aunque el título no está puesto por casualidad) y la autora en cuestión es Natsuo Kirino (Tiene otra obra genial e igualmente adictiva,
OUT).
También algún compañero japonés me hizo referencia de pasada al
incidente comparándolo con el tristemente conocido 11M de Madrid.
Basicamente,
mi conocimiento de Aum se reducía pues a tres conceptos: accidente de
metro en Tokyo, gas venenoso y secta religiosa. Pero, ¿qué es Aum
realmente? ¿Qué se esconde detrás de estas tres letras y estos tres
conceptos como ser capaces de crear una tragedia que hizo temblar Japón
con la misma fuerza que uno de sus terremotos?
Para
empezar, la palabra AUM es una traducción fonética del famoso 'Om'
budista. Aum, aun siendo una secta, se enmarca en el budismo. Por
cierto, que el budismo -al menos el que se practica en Japón, que es
sobre el que más o menos entiendo- no se reduce solo a la figura
meditando del buda que alcanza la iluminación con esa sonrisa de Mona
Lisa. El budismo japonés es una religión machista -me llama la atención
eso de que una mujer no puede alcanzar la iluminación por mucho que se
esfuerce; en todo caso, ha de probar suerte en su siguiente
reencarnación masculina-. También tiene un inmenso contexto mitológico
con cabida para cielos e infiernos varios, espíritus, demonios y
fantasmas... Vaya, que yo, que he leído la historia de Sidharta pensaba
que el budismo se reducía al sencillo -pero complejo- mensaje del engaño
de la mente y la supresión del deseo. Pero, -como en todo- hay mucho
más.
Aum, de hecho, empezó como un grupo de yoga y
acabó teniendo sedes en Europa y Estados Unidos. Esencialmente, la
religión se basa en la premisa del karma y la división de la realidad.
Me explico. La realidad que conocemos -el mundo real, en el que nos
movemos todos los días- no es más que uno de los muchos niveles de la
realidad en su totalidad. Solo que nosotros estamos ciegos, atrapados en
el dolor y los deseos, y no nos damos cuenta, pero los otros niveles
están ahí. Algo así como la película de
Matrix. Los nieveles (o
dimensiones) por debajo de la nuestra son los infiernos, habitados por
fantasmas, demonios y animales-espíritu... Los de arriba son cielos, y
en ellos viven los dioses. Ahora bien, ¿es posible pasar de una
dimensión a otra? Sí, y ahí es donde entra en juego el karma. Desde que
nacemos, una cantidad de datos son introducidos en nuestra mente, en su
mayoría negativos, y esto hace que casi sin querer acabemos acumulando
una enorme cantidad de mal karma. Los datos negativos según Aum vienen
del consumismo, el sistema educativo japonés, tan restrictivo, y la publicidad y mensajes de los medios de comunicación. Para limpiar este karma negativo se necesita una vida
de asceta, que consiste en eliminar el deseo. El deseo de poder, el
deseo de dinero, el deseo de comer, el sexo... y hasta del sueño. Esto
tampoco es nuevo. Ya lo contaba Santa Teresa en sus experiencias
místicas, o San Juan de la cruz. Separando la mente del cuerpo
convirtiendo al segundo en una mera carcasa, se pueden acceder a otras
realidades (que estas estén dentro o fuera de nuestra mente es otra
historia).
A través de estos ejercicios, (nada de sexo,
nada de comer más que arroz y verduras, nada de dinero o poder y las
mínimas horas de sueño) los seguidores de Amu esperaban conseguir
desarrollar super poderes, como leer el pensamiento, y finalmente ser
capaz de acceder a las realidades superiores. Superar la barrera de la
muerte misma. He de reconocer que, a través del tiempo y del espacio, no
son los únicos que han perseguido tal empresa...
La
figura del lider, Asahara Soho, es la de un hombre voluminoso de cabello
y barba largos que recuerda vagamente a un Jesucristo cristiano.
Curioso el factor físico para alguien que -supuestamente- casi no
debería comer. Naturalmente se sabe que tenía amantes, hasta seis hijos
reconocidos, un mercedes y un helicóptero privado... Nada que entratra
en conflicto con la eliminación de los deseos que acabo de mencionar,
vamos.
Por lo demás, las prácticas de Aum incluían la
iniciación de sus miembros con drogas tales como el LSD (y sus
consecuentes accidentes ocasionales) y los duros castigos físicos que se
aplicaban a los que de alguna manera u otra cometían algunos errores.
Como, por ejemplo, colgarlos cabeza abajo durante horas. A los que
intentaban marcharse de los perseguían para obligarles a volver y en
algunos casos hasta los asesinaban. Si una se pone a investigar, me temo
que salen datos tan e incluso más escabrosos que estos. Pero bueno,
todos los cultos tienen su lado oscuro. La figura del papa cristiano es
una bastante alejada de los votos de probeza y la vida sencilla que
Cristo proponía en la Biblia, sin ir más lejos.
En
cualquier caso, hoy hemos visto un documental de dos horas y media
sobre Aum. Está filmado por una persona anónima que logró introducirse
en una de las comunas poco después del incidente del metro de Tokyo,
cuando el lider Asahara fue detenido y la secta empezaba a
desintegrarse, teniendo que sobrevivir sus miembros todo el odio que la
sociedad japonesa descargó sobre ellos.
Este documental
es muy sencillo: uno asiste, como espectador, a diferentes escenas de
la vida en la comuna. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido
la suciedad. Las habitaciones en las que se ve vivir a los miembros
están sucias, desordenadas y en muchas ocasiones no tienen ni
ventanas... La basura se acumula en las esuinas. Hay cucarachas y hasta
ratas. Debe de ser porque la mayoría aspiran a vivir en una dimensión
superior y desprecian esta como un cárcel de deseos insatisfechos y
lágrimas. De los miembros -en su mayoría hombres- se puede ver su
actividad rutinaria. Hacen los ejercicios de yoga, meditan, rezan ante
el altar de su líder, se alimentan de la manera más escuetamente
posible, leen -los libros sobre la secta, claro- y navegan por internet
en unos pesados portátiles japoneses que en el tiempo aquel debían de
ser de última generación. Curioso detalle, pero los ordenadores salían
en casi todas las escenas. Hablando de consumismo...
Me
ha llamado la atención una de la escenas en las que uno de los
muchachos pone un trozo de dulce en un cuenco de cristal y espera a que
las cucarachas vengan y acaben todas metidas en dentro. Después de ello,
coge el bote con infinito cariño, sale a fuera, busca un parque, y
finalmente las libera allí, felices y bien alimentadas, entre el verdor.
Como es una secta budista, no pueden comer carne ni matar animales -no
hay mejor manera de acumular mal karma-. Me parece bien, y lo digo en
serio. Yo misma detesto matar insectos, por molestos y hasta peligrosos
que puedan ser, y de hecho, soy practicamente incapaz. Sin imbergao,
salvar a unas cucarachas y luego no tener reparo alguno en soltar un gas
venenoso en un metro en hora punta son dos hechos que me parecen
incompatibles. En terminos kármicos, ¿qué diferencia a un ser humano de
una cucaracha?
En otra escena, los miembros se anuncia a
los miembros de la secta que el líder ha sido juzgado y procesado
culpable. Una secta sin líder. Sin embargo, ellos se limitan a cambiar
la foto de altar -la del hombre gordito- por la de dos niños -monísimos,
por cierto- que son los hijos del susodicho. Y siguen rezando con la
misma devoción. Con este gesto, creo que dieron a entender que la figura
del lider no era tan importante. Estaban tan convencidos de lo que
hacían, que no les importaba quién les dirigiera, simplemente querían
seguir en ese camino. Porque está claro que unos niños que a penas
llegaban si a acaso a los tres años poco papel de líderes pueden hacer,
al menos en un futuro cercano.
Todos los miembros de
aquella comuna tenían unos gestos idénticos. Parecían buena gente.
Tranquilos, comedidos, amables. No daban la impresión de estar
asustados, enfadados o ansiosos. En absoluto. Conozco a ejecutivos, por
ejemplo, que dan mucho más miedo. Todo lo aceptaban con una especie de
confiado estoicismo. Ante las víctimas del atentado, que demandaban una
disculpa cuando se encontraban con ellos, seguían exhibiendo la misma
media sonrisa de siempre. Algo así como si alguien muy enfadado me exige
que le pida perdón al elefante violeta que tiene al lado. Y yo, porque
estoy de buen humor, asiento, mirando el vacío inexistente que solo la
paranoia de mi interlocutor puede llenar.
¿Qué ocurre
con esta gente? Aum es conocida por ser una secta que atrajo -y puede
que siga atrayendo, porque al día de hoy, aunque se haya cambiado de
nombre, sigue existiendo- a gente universitaria, en su mayoría
científicos-. Personas talentosas a las que nadie consideraría crédulos
precisamente porque tratan con aquello que puede medirse. Y aún así ahí
estaban todos, pensando que el Apocalipsis iba a llegar en el año 2000.
Complicado.
¿Qué puedo decir? Creo que entiendo un poco
a esta gente. Los entiendo en el sentido de que la soledad duele y es
terrible. La vida es terrible cuando estás solo, en una habitación
vacia, y sientes ese frío inexplicable que ahoga el alma. En esos
momentos -y en otros más lúcidos- he pensado en lo bonito que sería
poder unirme a alguna religión. Solo por el sentimiento de comunidad, o
por el hecho de sujetarme a algo cuando la marea negra de la
incertidumbre y el hastío quieran devorarme. De verdad que lo he
considerado. La infancia es feliz porque no hay preguntas, solo un mundo
por descubrir. Pero la adultez es otra historia, ay, y no es fácil
andar solo por la cuerda sabiendo que abajo no hay red, nunca la hubo.
Además, los deseos siguen ahí, y es mil veces cierto que nos atrapan.
Desear es solo un deseo en sí mismo, y la sociedad trata con muñecos a
aquellos que se rinden a las pasiones más bajas sin preocuparse por
alimentar el espíritu. Los que se unían a Aum encontraban respuestas a
estos dos interrogantes: una comunidad, unas creencias y unas
estrategias para eliminar el molesto deseo (que puede llegar a cansar, a
mí, por lo menos, me agota). Además, si eran inteligentes, ahí no solo
los valoraban sino que además les permitían trabajar en lo que les
gustaba y a su antojo, lo cual, comparado con el rígido sistema
empresarial de trabajo en Japón es todo un lujo... Y además, no nos
engañemos. ¿Quién no prefiere dedicarse a algo que le apasiona a estar
fichando en una oficina diminuta un día gris tras otro?
Y
sin embargo, en los ojos vacíos de el portavoz de la secta, que
afirmaba que solo había cogido de la mano a una chica cuando estaba en
pre-escolar y que se había separado de su familia porque era la única
manera de sobreponerse al dolor que traen los seres queridos
(enfermedad, muerte), no vi la luz de las respuestas, sino una suerte de
adormecimiento. Una estabilidad antinatural, un páramo baldío. Solo
quería gritarle y si acaso abofetearle. Puede que las dudas que nos
oprimen el pecho sean o hayan sido parecidas, pero lo que tengo claro es
que si la vida fluye yo fluiré con ella. No tiene sentido agarrarme a
nada porque ese asidero solo estaría entorpeciendo mi caída libre en el
vacío, que realmente es la solución a todos mis problemas, o eso intuyo.
En cualquier caso la caída libre es lo que toca; no se sabe manera de
huír de ella, y los que ya no viven jamás nos han contado cómo es al
otro lado.
Aunque una cosa quiero reconocer. El que
haya pensado en introducirme en una religión solo es un deseo vano. Tan
pronto como los diferentes cultos se me presentan, los líderes con sus
mejores panfletos y sonrisas, no puedeo evitar ver entre bambalinas los
oscuros recovecos de sus espectáculos. La mayoría de las religiones -por
no decir todas- con las que he tenido contacto son, para empezar,
machistas. ¿Y cómo podría pertenecer a una comunidad que me menosprecia
por algo tan inherente a mi persona? Queda fuera de toda posibilidad. Y
aún así estoy convencida que ese sentimiento, como el de la búsqueda de
la verdad en medio del humo de los engaños, viene reforzado por el amor.
No siento la necesidad de buscar un amor incondicional -una comunidad
que me abrace, que me reciba como a una hija- porque ya tengo familia.
He nacido en el amor y he sido criada en él, con lo que desconozco su
carencia. Mi alma tiene ese brillo, y quiero pensar que aun cuando los
que me aman desaparezcan aún seguirá ahí, al menos en el recuerdo.
Porque es como una brújula interna, una manera de ver el mundo a través
de otros cristales.
Yo no necesito que me enseñen a rezar.